--Anónimo.
Trey.
Nunca había visto la enfermería en sí. En realidad,
sí la había visto cuando la directora nos dio un recorrido por todo el colegio
y señalaba “estas son las aulas y este de acá es el conserje…”, pero no es como
si hubiese puesto toda la atención del mundo a una salita con una camilla y un
color de pared azul deprimente —por no decir que casi no hay ventilación aquí y
huele a pura medicina combinada con sudor… Me pregunto de dónde vendrá ese olor
en específico.
Debo confesar que me siento incómodo en este
pequeño cuarto. Me refiero a que, ¡casi no quepo aquí! Por todos los santos,
¿no pudieron ser un poco considerados y pensar en que un muchacho puede llegar
a medir… no sé… un metro ochenta y uno? Aunque, no es como que yo mida eso… Ja,
por favor…
Yo mido metro ochenta.
Viendo a Lizzie correr de un lado a otro mientras
le pide cosas a la enfermera me hace casi reír. En realidad, tengo que morder
el lado interior de mi mejilla para no hacerlo. Se mueve como si hubiese vivido
aquí y la señora que la ayuda parece estar acostumbrada. Le pide todo lo que
necesita y ella se la da sin rechistar. Me hace dudar un poco de si eso es
bueno o malo, pero viéndolo mejor, Liz podría ser una gran doctora algún día.
Y hablando de ella, ya viene con todo un equipo
preparado para hacerme Dios sabe qué. Creo que hasta vi una jeringa y la
observo dubitativamente. Parece no darse cuenta, hasta que levanta la mirada y
me dice con sus ojos miel que no la usará en mí.
Me relajo un poco ante eso, aunque no es como si me
dieran miedo las inyecciones. Casi no le hago caso al dolor. Sin embargo, no sé
qué tan fuerte es el líquido que hay en ella… Lo que sí sé, es que Liz parece
tener experiencia en esto y por eso no estoy realmente tenso, pero no creo que
haya mucho que sanar; mamá hizo todo lo posible para bajar la hinchazón.
Como leyendo mis pensamientos, alza su mirada y me
ve directamente a los ojos, un pequeño rojo carmín cerniéndose sobre sus
mejillas.
Oh, esto va a ser bueno.
—Um… yo… —sus ojos se van hasta la puerta,
sonrojándose todavía más—. Yo…
Mi ceja se alza con diversión.
—Liz, ¿tú qué?
Se muere el labio con vergüenza y no puedo evitar
que mi mirada baje hasta ellos. Se ven tan…
—Ocupo que te quites la camisa para ver qué tan
grande es el moretón —suelta de golpe, todo seguido. Me encuentro un poco
aturdido porque estaba realmente cernido sobre sus labios, pero pronto
reaccionó y me quito la camisa, no sin antes darme cuenta de que cada vez se va
poniendo más roja.
Le sonrío mientras ladeo un poco mi cabeza.
—Listo.
Ella parpadea unas cuantas veces y observo con
satisfacción como sus ojos escanean mi torso con sorpresa y luego hace como si
no lo hubiese hecho, aclarándose la garganta.
—Clare, ¿podrías pasarme el spray y una gaza? —la
enfermera asiente y le trae todo lo más rápido posible. Liz le sonríe con
gratitud mientras murmura un “gracias” y se voltea hacía mí, con una mirada
decidida.
—Esto puede llegar a doler, Trey, pero es para que
sane… Además, si no lo hace, es porque tu costilla está rota y ahí habrá que
llevarte a hacer radiografías, así que es el spray o llevarte al hospital…
Hago una mueca ante las elecciones. Realmente, me
da un poco de pereza ir hasta allá.
—Está bien, Liz, prometo quedarme quedito.
Ella me da una pequeña sonrisa.
—Bien.
Casi sin darme tiempo a pensar, Lizzie esparce un
líquido helado en la sección de mis costillas; al principio solo está frío y
arde un poco, pero conforme avanza se siente como un infierno en la piel. Es
tanto el ardor, que tengo que alzar mi cabeza por la sorpresa de la sensación y
justamente me golpeo contra el techo.
Mis ojos se entrecierran con más dolor todavía.
¿Por qué no pueden hacer una enfermería MÁS alta?
Escucho una risa pequeña y mi mirada vuela hasta
Liz, quien está tratando de no reírse por mi golpe. Me imagino cómo me debí
haber visto y hago como si me estuviera enojando.
—No es gracioso, Liz.
Ella me mira con una expresión divertida y al
observarme, se torna apenada.
—Um… yo… Perdón, Trey, es que… —ve a sus pies,
obviamente avergonzada por reírse y yo sonrío. A veces me pregunto de dónde
sacará tanta inocencia.
Con una mano, alzo su barbilla para que me vea.
—Era broma, ángel, prometí no moverme y no hice
caso. Es mi culpa después de todo. —Sus mejillas se tornaron de un rosado
adorable y mi sonrisa solo se ensancha más.—Ahora, sigue con esa cosa horrorosa
que tienes ahí para sanarme esta costilla o terminaremos llegando tarde a
clases.
Asiente y me hace caso, el silencio invadiendo la
estancia. Debo confesarlo, quiero gritar por el ardor. ¿Quién diría que una
pequeña botellita de medicina puede escocer tanto en la piel? Sin embargo, no
hago nada. Bueno, trato de no hacerlo porque sería un poco vergonzoso ponerme
aquí a quejarme como un bebé por el spray, así que solo dejo que ella haga el
trabajo, ayudándole con mi quietud.
Minutos más tarde, algo que se siente un poco raro
comienza a enredarse en todo mi torso y analizo con diversión como Lizzie
empieza a dar vueltas a mí alrededor para que quede bien apretado. Debería
sentirse orgullosa, pues la verdad, sí quedó bastante pegado al cuerpo.
Ella suspiró, con una pequeña sonrisa.
—Se supone que en unos cuántos días deberían estar
sanadas, pero mañana tenemos que volver para ponerte de nuevo el spray y cambiar
la gaza, ¿está bien?
Hice una mueca y me frunció el ceño.
Ahora soy yo el que suspira.
—Bien, bien. Solo por ti.
Escucho algo como un “ah…” y observo la habitación
con confusión a mí alrededor. Mi mirada se cruza con la enfermera, quien me
mira con ojos soñadores y una sonrisa gigantesca.
Um…
—Que pareja más linda… ¿De hace cuánto son novios?
—preguntó ella, acercándose más a la camilla y dándole una palmada al hombro de
Liz.
—La verdad…
—¡No somos novios! —aclaró Lizzie con rapidez.
Demasiada. Sus ojos estaban abiertos de par en par y meneaba su cabeza con
convicción, haciéndole saber a Clare que era más que obvio que no lo éramos.
La señora nos dio un análisis de rostros a cada
uno, turnándose entre minutos para vernos mejor. Su ceño se frunció tanto que
pensé que se le podrían hundir las cejas y deformarle la cara.
No literalmente, claro.
—Pero… —caminó hasta mí, tomándome del rostro y
apretando mis mejillas. Clavó sus ojos en los míos y me sentí un poco incómodo.
Creo que ya sé de dónde venía el olor a sudor cuando entré—. Tú…
Su cabeza se volteó hasta Liz de nuevo y luego otra
vez a mi cara. Hizo algo parecido a un puchero y después, una idea cruzó por su
penetrante mirada.
—Dime el nombre de la chica.
La vi con aturdimiento.
—¿Qué? —logré pronunciar entre el poco espacio que quedaba
en mi boca.
—Que me digas el nombre de la chica.
Am… mis ojos buscaron los de Liz, quien se veía tan
confundida como yo. Se encogió de hombros, diciéndome que no sabía qué le
pasaba.
—Elizabeth.
Una sonrisa gigantesca cruzó por su rostro y sus
manos finalmente dejaron mis cachetes, los cuales tuve que frotar contra el
dolor. Dios, tenía manos fuertes.
Pensé que se iba a alejar una vez que estuviese
contenta, sin embargo, parece que mis suposiciones estaban muy erróneas, ya que
a los pocos segundos, su boca estaba prácticamente en mi oído.
Muy bien, debería aclararle ahora mismo que no
tenía gusto por las señoras mayores… Me refiero a que, sí, era una enfermera
bien parecida, pero no es como si estuviese interesado en un amorío raro a mis
18 años de edad. ¿Y si era casada? ¡Sería mucho peor! Luego tenía hijos y…
—Dime una cosa, muchacho… —su aliento caliente
estaba casi en mi tímpano. Me estremecí—, ¿cómo sabías que hablaba justamente
de ella? Dije que dijeras el nombre de la chica, no de Elizabeth.
Y así, finalmente se alejó de mí, con una felina
sonrisa en su rostro. La confusión que me dejó fue inmensa. Es más, confusión
no era la palabra correcta: embolia cerebral sí la era.
¿Qué cómo sabía que hablaba de ella? ¡Pero si Liz
estaba allí, frente a mí! Si me pregunta por el nombre de una chica, ¡es obvio
que voy a decir el de ella!
Me froté las sienes, era mejor dejar el tema.
Mis ojos se alzaron y observé como Lizzie miraba de
la enfermera a mí, seguidamente. Su cara marcaba la confusión que estaba
sintiendo yo ante esa situación. No entendía nada.
Pronto se acercó a mí y sus cejas se juntaron.
—Será mejor irnos de aquí. —mordió su labio,
nerviosa. Mi mirada inmediatamente cayó ahí. Debería dejar de hacer eso, porque
si no…—. Ponte la camisa.
Parpadeé varias veces. ¿Cuál camisa? Analicé la
habitación y la encontré, tirada. ¡Ah, la camisa!
Sin tardar mucho, ya la tenía colocada donde debía
ir, bajándome de la camilla con facilidad. La campana sonó en el momento en que
toqué tierra y sonreí. Justo a tiempo.
—¿A qué clase vamos?
Liz hizo una mueca.
—Filosofía.
A su contrario, yo me iluminé. ¡Filosofía!
—Oh, genial. ¡Vamos!
Sin darle tiempo a oponerse, tomé su mano y
entrelacé mis dedos con los de ella, asegurándola para no perderla en el
camino. Casi corriendo para salir de la enfermería, le grité algo como un
“gracias” a la enfermera y me fui contento de allí. Esa señora me daba
escalofríos.
Liz medio me guió hasta la clase detrás de mío,
pues yo prácticamente la llevaba en todo el camino y cuando llegamos, sonreí
ante mi visión. Esto era lo que a mí me gustaba. Por esto era de lo que algún
día viviría.
Me volteé contento hacia Lizzie, quien traía la
cara enrojecida por seguirme el paso y casi jadeando por aire. Entrecerré mis
ojos en una mueca; fue mi culpa.
—Oh, lo siento, ángel, no sabía que venía tan
rápido.
Meneó su cabeza, dándole poca importancia.
—No… importa… —hizo un ademán hacia la clase—, entra.
Entremos.
La culpa me seguía carcomiendo. No me había dado
cuenta de qué tan rápido venía y había sido un largo trayecto, considerando que
la enfermería estaba al otro lado del colegio. Me agaché hasta estar a la
altura de su rostro rojo y planté un beso en su mejilla, más largo de lo
normal.
Se sobresaltó un poco y me miró con sus grandes
ojos miel en alarma, viendo después a la clase y de nuevo a mí. Yo sonreí. Era
adorable.
—Las damas primero…
Su pena era palpable; entró al salón con la mirada
gacha, saludando al profesor con timidez y sentándose en su asiento en una
sentada. Cuando entré del todo, muchos me veían con incredulidad y otras,
podría decirse que suspiraban un poco. No me pregunten la razón de ello, aunque
estoy bastante seguro del por qué.
Busqué al profesor, quien se encontraba en su
escritorio, mirándome fijamente con una sonrisa en sus labios. Era joven, tal
vez de unos 25 años o algo así y bien parecido. Sus ojos eran de un color
índigo —bastante impresionantes—, y era más o menos de mi altura. Su cabello
tenía una tonalidad de negro azabache y unos anteojos colgaban del puente de su
nariz, los cuales se elevaron con la sonrisa que me dio.
—Me parece que tenemos alguien nuevo por aquí… —sus
cejas se elevaron con diversión y yo le devolví la sonrisa—. Si terminamos con
las muestras de afección, muchacho, me alegraría mucho que nos honrara con la
presentación de su persona.
Reí ante su declaración, divertido por él y su
soltura al hablar. Estaba seguro de que casi toda la clase sabía bien quién era
yo, pero aun así, me presenté de nuevo.
—Mi nombre es Trey Petryfork, un gusto.
Él me dio una inclinación de cabeza, una media
sonrisa formándose en su rostro.
—Muy bien, Trey Petryfork, ve a sentarte en la
primera fila, segundo asiento.
Asintiendo, me dirigí hasta mi pupitre, analizando
los que estaban a mí alrededor y dándome cuenta de que Liz estaba como a 3
filas después de mí. Una mueca apareció en mis labios. No me había dado cuenta
de eso, estaba demasiado lejos.
Cerré mis ojos, tratando de calmarme. Dios, ¿por
qué me ponía así? No es como si tuviese que estar todo el tiempo a su lado,
¿no? Podría quedarme ahí, tranquilo y escuchar al profesor hablar de lo que más
me gusta. A puesto a que hasta llego a sofocar a Liz con mi cercanía; estar un
poco lejos no nos haría mal, o bueno, eso creo…
Meneé mi cabeza, tratando de tranquilizarme. Estaba
en filosofía, ¡amaba esta clase! Además, el profesor ya estaba explicando un
tema raro y tenía que prestar atención para entender. Concentrándome lo más que
pude, fijé mi vista en la pizarra, esperando que la explicación de hoy fuera de
mi agrado, sin embargo…
No pude evitar que mis ojos volaran al hermoso
cabello pelirrojo de Liz.
2 horas más
tarde…
Era oficial. Amaba a este profesor. ¡Daba temas
geniales! Habló de todo un poco, sobre el amor y la oscuridad, del romanticismo
y hasta un poco del famoso y genial Oscar Wilde. Me mantuvo con los ojos
pegados al frente, escuchando cada palabra que decía sobre ello y riéndome de
algunos chistes que hacía, al igual que varios de la clase. Siempre había de
todo, algunos bostezaban, otros veían a la ventana y muchos simplemente
parecían prestar atención cuando no lo hacían; Liz veía a la ventana, lo noté.
Sus ojos miel vagaban, pensando en otras cosas y medio escuchando de lo que se
hablaba. A veces hacía muecas, pareciendo estar realmente aburrida y casi
haciéndome reír por nada, pero es que se veía de lo más divertida.
—Por último… —pronunció finalmente el profesor—,
les dejaré una pequeña tarea…
La clase gimió, protestando. Él sonrío felinamente,
como si la sola idea de torturarnos con trabajos en casa le fascinara.
—Quiero que hagan un ensayo sobre una frase en
específico.
—El mínimo es de 5 páginas, no quiero nada de 1
hoja o algo así, eso es mediocridad y falta remarcar que no lo aceptaré —ante
esa frase, bajó sus anteojos hasta el puente de su nariz, viéndonos a todos de
una mejor forma—. La frase de la que tienen que hablar es la siguiente: “Si
amas algo, déjalo ir… Si vuelve, siempre habrá sido tuyo”.
Mis cejas se alzaron en sorpresa. Ah, una frase
interesante.
El profesor se bajó del escritorio, moviéndose a través
del aula, aun con una mirada escrutadora en sus ojos, más severa que nada.
—¡Quiero opiniones! ¡Críticas! ¡Pensamientos
guardados! ¿Están de acuerdo con la frase? ¿La odian? ¿La aman? ¿¡La aplicarían
en alguna situación!? —movía sus manos con soltura, hablando con pasión, una
muy grande—. ¿Quién pensaría en una cosa así? ¿Por qué dejarlo ir? ¡No quiero
que sean monótonos, quiero diversidad! ¿Queda claro?
Todos murmuraron un “sí” y la campana sonó. Muchos
suspiraron de alegría, otros salieron casi corriendo y yo, salí con paciencia
de la clase. Realmente me había gustado.
Finalmente me acerqué hasta Lizzie, quien se había
quedado pensativa en su escritorio. Mordía su labio con preocupación y me
pregunté qué sería lo que la había puesto así.
Alzó su vista para verme ahí, sonriéndole. Me
devolvió el gesto con una pequeña sonrisa por su parte.
—¿Vamos? —pregunté, tendiéndole la mano para
levantarla.
Asintió, tomándola.
—Vamos…
Me despedí del profesor mientras salíamos, quien me
veía con curiosidad y luego sonrío, despidiéndose con un ademán de manos.
Cuando estuvimos caminando por el pasillo,
dirigiéndonos a los casilleros, me fijé en ella, que iba mirando hacia el suelo
sumida en sus pensamientos. Tenía el cejo fruncido, pensando duramente en algo.
Pensé en no preguntarle, tratar de no inmiscuirme, sin embargo, no lo logré.
—¿Qué te preocupa, Lizzie?
Me observó, aturdida. Pareció no entender hasta que
su mente procesó las palabras.
—Nada, nada…
Rodé mis ojos.
—Claro que te pasa algo, te he visto desde que
salimos de clases. ¿Qué anda mal?
Vaciló. Parecía reacia a decirme, pero finalmente
suspiró y me vio a los ojos.
—No soy buena en nada sobre letras… Te lo había
dicho. Filosofía es una de ellas. Me cuesta, me aburre, no entiendo casi nada
de lo que hablan. ¿Si amas algo, déjalo ir? ¡Yo no sé qué poner sobre eso! —la
frustración se marcaba en su voz—. Mucho menos 5 páginas, ¡aplazaré la materia
si sigo así!
Fruncí mi ceño, tratando de ver el drama aquí. ¿Por
qué no me pedía ayuda? Habíamos quedado en que así sería.
—Pero, Liz, yo te puedo ayudar…
Sus ojos resplandecieron y luego brillaron con
vergüenza.
—Ya, pero me da pena…
Nos detuvimos en nuestros casilleros, donde
aproveché y la vi a los ojos para que viera que hablaba en serio.
—Dijimos que nos ayudaríamos mutuamente, ¿no? Tú en
matemática y yo en español, pues… Ahora será también en filosofía. Si es para
la otra clase, será hasta la próxima semana, pero si quieres puedo ayudarte hoy
mismo.
Un silencio la invadió. Sé que lo estaba pensando,
en decirme si sí o si no, sin embargo, si me decía que no, no dejaría de
insistirle, porque sé que ocupa ayuda.
Finalmente, asintió.
—Está bien, hoy después de clases.
Sonreí, guiñándole un ojo.
—No te arrepentirás… —las comisuras de sus labios
se levantaron, sonriendo de una forma muy pequeña—. Podemos ir a la biblioteca,
pero me tendrás que enseñar dónde es, ¿te parece?
—Sí, claro…
Volví a sonreírle, ladeando mi cabeza un poco para
que pudiera verla bien a través de la puerta del casillero y ella se sonrojó,
aunque esta vez no entendí el por qué.
—Tienes una linda sonrisa… —me dijo, para mí
sorpresa. La vi con ojos sorprendidos.
—Bueno, tú tienes unos ojos preciosos, ángel.
El rojo carmín que sabía que se apoderaría de ella
apareció. Sonreí con ironía y cerré la puerta del casillero, listo para irme a
otra clase antes de que sonara la campana.
Y listo para pasar una buena tarde con Lizzie.
Elizabeth.
El timbre sonó y yo me revolví en mi asiento.
Era hora de las clases con Trey. Realmente no sabía si aceptar o no, debido a
que mi padre está sobrio y lo más posible es que me esté esperando en
casa, pero a la vez, él no sabe a qué
hora salgo del colegio, así que no tendría razones por las cuales regañarme o
interrogarme al llegar tarde; la verdad, prefería que el tiempo fuese más lento
para no tener que verlo, porque aunque estuviera sobrio, su imagen pulcra solo
me recordaba al hombre que volvería a ser en cuestión de días: un borracho que
al parecer, ni se acuerda de que existo.
Sumida en mis pensamientos, me dirijo hacia la
puerta de la clase, deteniéndome a centímetros del umbral y entrando en pánico.
¿Dónde me encontraría con Trey? ¿Tenía que ir a buscarlo en su clase? ¿O nos
veíamos en los casilleros? ¿Dónde iba? ¿A la biblioteca?
Mis compañeros me pasaron casi por encima,
debido a que no me movía; decían cosas parecidas a “muévete” o “¿por qué te
quedas parada como estúpida allí?” pero realmente no les puse mucha atención,
estaba pensando en qué hacer.
Finalmente me moví, solo para ver a Trey
llegando en frente de mí, jadeando un poco por alguna razón. Me observó con una
pequeña sonrisa cansada, sosteniendo papel y un bolígrafo en sus manos.
—Bien, llegué a tiempo.
Fruncí mi ceño.
—¿Viniste corriendo?
Él asintió, enderezándose un poco en su lugar.
—Sí, quería asegurarme de que no me dejarías
abandonado en el colegio.
Hice una mueca.
—Yo jamás haría eso, ¿por qué iba de hacerlo?
Se encogió de hombros.
—Como te dije, era para asegurar, ángel. No te
enfades.
Meneé mi cabeza, sonriendo un poco.
—No me enfadé.
Sonrío.
—Bien, ya que estamos maravillosamente … —me
regaló una mirada de quien no quiere la cosa, pero a la vez sí—. ¿Me permitiría
ser llevado a la biblioteca, señorita Elizabeth?
Di una pequeña carcajada.
—Sí, señor.
Colocó su brazo en una posición elegante,
dictándome que pusiera mis manos en él para ser llevada. Ahora reí mucho más,
solo que tontamente. Meneando mi cabeza con diversión, las puse en su brazo
como él quería.
Le di direcciones de dónde y cómo debía ir para
llegar a la biblioteca, ya que estaba en el segundo piso del colegio. Asintió,
dándome a saber que entendía y seguimos caminando, sus bíceps resaltando entre
mis dedos. Aspiré por un poco de aire. No había pensado en lo fuerte que eran;
lo imaginé, claro está, porque el tenis da resultados como esos, sin embargo,
supongo que jamás tomé en cuenta que algún día los tocaría…
Me sonrojo notablemente ante mis pensamientos y
aparto la mirada para que él no lo note, porque si no, me dirá qué es lo que
hizo para que yo me pusiera así y… y… Y no podría mentirle… Tendría que decirle
lo que pensé y…
Oh Dios, ¡deja de sonrojarte Elizabeth!
Okay, mis indicaciones parecen hacer todo lo
contrario. ¿Qué hago ahora? No puede verme así…
¡El pelo!
Con cuidado, dejo que mis cabellos cubran mi
cabeza, viendo hacia mis zapatos. ¡Bien! Así no verá nada.
Caminamos un poco más y entonces, siento como se
detiene. Frunzo mi ceño, ¿por qué lo hizo? No hemos subido las escaleras así
que no hemos llegado.
Un pequeño pellizco en mi espalda me sobresalta,
haciendo que me enderecé inmediatamente. Me encuentro con un Trey sonriente,
pero con las cejas juntas en frustración.
—Te he dicho que si haces eso, te jorobaras.
—rueda sus grandes ojos verdes hacía mí, colocando su mano ahora suelta de la
mía en mi espalda baja y yo cierro los ojos, tratando de que no vea lo que está
haciéndole a mi rostro.
—Ya está; así no encogerás nunca más.
Lo miro con sorpresa y temor a la vez.
—¿¡Nunca más!? —mi voz sale como un chillido—.
¿Te refieres a que siempre tendrás tu mano ahí?
Su ceja se alza con ironía y luego con
preocupación.
—¿Está muy baja ahí? —la sube un poco, casi
llegando hasta mis omoplatos—. ¿Qué tal en esa parte? No quería parecer un
pervertido poniéndola tan abajo, no me di cuenta…
Meneo mi cabeza, aturdida.
—Estaba bien desde el principio —siento como se
relaja, bajando su mano a la misma altura—, tan solo… Me sorprendió.
Parpadea unas cuantas veces, no viendo por qué
me sorprendí y luego se encoje de hombros.
—Estoy seguro de que no te volverás a jorobar.
Trago saliva. No, no me volveré a jorobar, pero
las probabilidades de sonrojo serán mucho más altas que antes y eso es decir
mucho.
Comenzamos a caminar de nuevo, esta vez
alcanzando las escaleras pulcramente limpias y subiendo una por una, no con
mucha prisa. No se oye ni un alma en el colegio, solo alguna gente que practica
para la banda y si agudizas realmente tu oído, escucharás a las porristas
practicar, sin embargo, quitando eso, no hay nadie. Lo prefiero así, no me
tengo que esconder o preocupar de nadie.
Finalmente, llegamos a la biblioteca, por la
cual tengo cierto enamoramiento. No es porque me guste leer, porque en realidad
no es lo mío, pero amo el espacio. Tiene grandes ventanales que dan una gran
vista a zona verde y árboles gigantes. Las estanterías son de una madera caoba,
desgastadas a propósito, dándole un aspecto viejo, aunque grandioso. Da aire de
superioridad. Y no me hagan hablar de las mesas, ¡son gigantescas! Y tiene unas
sillas en las que podrías quedarte dormida.
No es como si yo lo hubiese hecho…
Normalmente la bibliotecaria está en su mesa de
metal, a un lado, en la izquierda, pero su jornada ha terminado, así que
realmente estamos solos. Podrían pensar que se debería cerrar si ella ya se
fue, sin embargo, los directivos tienen en claro que, a veces, los alumnos
ocupamos venir después de clases, por lo que la privacidad es cierto lujo…
Bueno, no puedo decir que estamos completamente
solos. Hay cámaras por todos lados, eso sí es escalofriante, pero luego te
acostumbras.
Trey parece haberse enamorado igual que yo de la
habitación. Sus ojos no paran de ver de un lado a otro, como si no pudiesen
decidirse.
Yo me acerco a una mesa cerca de las ventanas,
sentándome en la silla mientras le doy tiempo para que contemple las paredes
rojizas, el suelo de madera oscura y los hermosos brocados en los pasillos.
Creo que, este lugar podría ser el paraíso de todo buen lector, más si está en
su colegio; lastimosamente, mis compañeros no lo aprecian tanto como nosotros,
pues… No les interesa.
Finalmente —y con una gran sonrisa en su
rostro—, Trey camina hasta mí, impresionado.
—Wow… es… genial.
Asiento, dándole la razón.
—Lo sé, amo venir aquí.
—Ya veo por qué… —dice, mientras toma asiento al
frente mío. Da una última ojeada la biblioteca y luego, su mirada se centra en
mí, tan decidida como cuando juega en la cancha—. Muy bien, Liz. Traje papel y
tres bolígrafos, esto es para…
Frunzo mi ceño con confusión.
—¿Tres? —digo, interrumpiéndolo. Me ve con ojos
interrogativos—. ¿Por qué tres? Somos 2 personas.
Una media sonrisa se forma en sus labios. Oh…
nunca había visto ese tipo de sonrisa en él. No puedo evitar verla un poco
embobada.
—Si alguno de los dos lapiceros que usaremos
falla, entonces tendremos uno de repuesto. —Ah… con que era por eso…—Como
decía, esto es para que apuntes lo que te voy explicando y así no se te olvide
a la hora de pasarlo a papel o computadora, cuando hagas el ensayo.
Asiento, entendiendo bien. Él junta sus manos,
me ve directamente a los ojos y alza su ceja con expectativa.
—Bien, dime Lizzie, ¿qué es lo que no entiendes
de la frase? Oh y apúntala, se te puede olvidar… —me tiende papel y bolígrafo y
yo me pongo a escribir.
Pero se me olvidó la frase.
Con un poco de pena, lo observo.
—Am… ¿cuál era la frase?
Trey ríe, divertido.
—Si amas algo, déjalo ir. —lo apunto con
rapidez—Si vuelve, siempre habrá sido tuyo.
Sonrío con satisfacción. Listo.
—Bien, ya que la tienes bien apuntada… Dime,
¿qué pasa con la frase?
Hago una mueca y suspiro.
—Toda en sí… Me refiero a que, no es que no la
comprenda, pero… ¿¡5 páginas!? ¿¡En serio!? ¿Qué diré en todo ese espacio? —mi
cabeza cae contra el escritorio. Es frustrante—. No soy buena escribiendo y
menos con un tema como el “amor”. ¿Qué diré? “La frase habla sobre que cuando
amas a algo, debes dejarlo ir para saber si es tuyo o no”. ¡Por favor! Es
patético.
Una gran sonrisa se esparce por su rostro y hace
que levante mi cabeza. Aparta la mirada hacia la ventana, pensando en sus
palabras y luego, parece estar listo para hablar.
—Creo que 5 páginas en un tema como este, son pocas,
Liz. —abro mis ojos como platos. ¿Pocas? —Esa frase se puede ver de miles de
maneras.
Ruedo mis ojos.
—¿Cuáles otras?
—Ah, no haré el trabajo por ti. Primero dime lo
que tú piensas de la frase.
Expulso un poco de aire a través de mis labios,
haciendo que mi fleco vuele hacia arriba. Trey lo sigue con diversión.
—Creo que… es estúpida.
Pensé que se sorprendería, que diría que está
mal, sin embargo, no se inmutó.
—¿Y por qué la consideras estúpida, Liz?
Pensé unos segundos.
—Porque si amas algo, no deberías dejarlo ir,
deberías quedarte con ello y no soltarlo, por la simple razón de que lo amas,
¿no lo crees?
Él asintió.
—Apunta eso. —le hice caso, haciendo lo que me
decía—. Esa teoría podría ser toda una primera página o por lo menos la mitad
de ella. Solo necesitas fundamentos y eso lo encontrarás cuando te encuentres
frente a la hoja en blanco, créeme.
No creí mucho en eso, pero por ahora,
escucharía.
—¿Tú piensas igual que yo?
Entrecerró sus ojos hacia mí, pensando y luego,
meneó su cabeza. Me sorprendí un poco, pensé que tendría la misma mentalidad.
—Creo que depende de la situación. De hecho,
esta frase tiene miles de teorías que se pueden colocar en el ensayo.
Sé que no debería preguntar, porque sería
averiguar por su trabajo, sin embargo, me muero de curiosidad por saber qué es
lo que piensa sobre este tema.
—¿Cómo cuáles?
Se apoya entre sus puños cerrados, dándose un
aspecto… pensativo. Sabio, en otras palabras.
—Una de ellas, la más común aplicada en esta
frase, creo, sería que una de las personas en la pareja no se sienten “lo
suficientemente buenas” para la otra. Piensan que al estar con él o ella, lo
único que hacen es hacerles un mal y aunque pasan años en noviazgo, en algún
momento, tienden a enloquecer y dejar al otro, sabiendo que será lo mejor.
Pensándolo, más bien. Se dicen a sí mismos que el único que sufrirá es él mismo
y pronto, el otro estará mejor… —sus ojos me sonríen—. Al final, hay dos
opciones: o tenían razón y la otra persona sale adelante, dándose cuenta de que
sí le hacía mal o…
¿O? ¿¡Qué!? ¿¡Cuál es la otra opción!?
—O… —digo interrogativamente.
—O vuelven hacia ellos, jamás rindiéndose porque
saben que se aman. “Siempre habrá sido tuyo”. No se rindió, porque no puede
dejar de amarle. Es suyo y la otra persona es de él o ella. Se pertenecen.
Hago una mueca. Me encantó la teoría, pero sigo
sin verle sentido. Aun así, la apunto.
Él me da una mirada curiosa.
—¿No estás de acuerdo?
—No, sigo firme en ello… ¿Por qué no serían lo
suficientemente buenos el uno para el otro? Si están juntos es por algo, ¿no?
Se encoge de hombros.
—Hay que tomar varios factores en ello, Liz…
—vuelve su mirada hacia la ventana, como perdido—. A veces, el otro puede
considerarse peligroso por la vida que lleva. Tal vez, la chica tuvo una
infancia difícil y ahora no cree merecer el amor de nadie. A lo mejor, uno de
ellos es huérfano o adoptado y piensa que nadie lo quiere de verdad. Todo tiene
una cierta lógica. Y apunta esto también.
Escribo todo con rapidez, pero mi mente se
encuentra en otro lado, pensando en Trey. La forma en que está hablando es tan
diferente… Tan serena, tan seria. Es otro él. Está tan pensativo y sus ojos
demuestran una sabiduría inmensa para su edad. Me pregunto cómo sabe todo esto.
—Sabes, también puede ser de otras cosas, no
necesariamente de personas —vuelve a fijar su mirada en mí—. Por ejemplo, si
tienes un tigre de mascota, puedes llegar a amarlo y hasta pensar que él es tu
mejor amigo, pero en algún momento, podrías verte obligada a dejarlo ir para
que se desarrolle en su hábitat y entonces, sabrás que lo hiciste por su bien,
pensando que no lo verás más. Luego, un día, podrías llevarte la gran sorpresa
de verlo de nuevo en tu puerta, buscando por su primera amiga en años. Se
aplica ahí y con todas las mascotas que haya.
Una sonrisa se dibujó en mis labios. Me gustó
esa teoría. Pronto, pasó a estar en la hoja bajo mis manos.
—Entonces, tu conclusión aquí es —dije,
aventurándome para aportar algo yo—, que normalmente, la frase tiene mucha
razón.
Sus ojos volvieron a volar hacia el paisaje en
el ventanal. Hice lo mismo, para ver si había algo extraordinario, sin embargo,
no lo había. Lo observé, esperando una respuesta, pero él seguía ahí, pensando.
Pude ver como su garganta tragó duramente y finalmente, justo cuando pensé que
ya había terminado de hablar, me miró…
—No siempre tiene la razón. —la convicción en su
voz me sorprendió. Por alguna razón, supe que estaba tocando un territorio
prohibido, pero la curiosidad realmente se había apoderado de mí hoy, porque
quería saber qué pasaba en su mente.
—¿No?
Meneó su cabeza.
—Por ejemplo, no puedo verle el sentido a esta
frase, si un padre y esposo abandona a su esposa con 2 hijos, uno de ellos, con
2 semanas de nacida y el otro, con 5 años, cuando él es el único que sustenta
al hogar y trabaja, habiendo convencido a su esposa de no trabajar, ya que él
los mantendría… —su mandíbula se endureció de una manera estremecedora. Cuando
vi a sus ojos, vi algo que jamás había visto en Trey: dolor. Más que dolor,
indignación y remordimiento.— No le veo el sentido, porque, ¿por qué los
abandonaría? ¿Si juro amor eterno a su mujer frente a una iglesia, frente a
Dios, por qué se iría de un día a otro, sin despedirse de su hijo y diciéndole
a su esposa que la amaba, pero que no seguiría?
Todo en él estaba tan tenso. Mis manos picaban
por tocarlo, para relajarlo.
—La amaba —escupió las palabas con desprecio—.
Yo no veo el amor ahí, ¿por qué irse si la amaba? ¿Por qué irse si tenía una
familia por delante?
Mi corazón se estrujó. Estoy segura de que lo
personal se había mezclado con el trabajo.
—Tal vez tenía sus razones, como todas las otras
teorías, ¿no crees? —pregunté con suavidad, tratando de ver si lo hacía
razonar.
No se inmutó.
—Claro, tenía sus razones. —una sonrisa
sardónica se esparció por sus labios—. ¿Te digo la principal? No quería una
hija. Quería otro hijo.
Mis ojos se abrieron con una sorpresa inmensa.
—¿¡Tu padre se fue por qué!? —Ups. Okay, se
supone que no sé que es sobre su padre, pero… Es un tanto obvio. Esperé que se enojara conmigo por la pregunta
tan directa, sin embargo, no lo hizo.
Asintió, cerrando sus ojos.
—Cuando yo nací, papá estaba feliz porque era un
hombre y llevaría el apellido Petryfork para expandir en el mundo… Luego, a los
5 años, nació Rach —dio una carcajada sin humor—. Esperó durante todo el
embarazo para ver si era hombre y le advirtió a mamá, que si era una mujer, no
se quedaría para criarla, porque él no quería mujeres. Él quería hombres que
trabajaran, que se forjaran, que fueran criados para ser como él.
Sus ojos destellaban tanto desprecio. .
—Era tan malditamente machista, que cuando ella
nació, no quiso sostenerla. Mamá se preocupó, pero pensó que tal vez se
acostumbraría, eso debió haber hecho y sin embargo… Se fue cuando ya estaba
instalada en casa. Le dijo a mamá que la amaba, que me amaba, pero que jamás
sería capaz de amar a Rach. —mi corazón se estaba partiendo en miles de
pedazos. Rachel era un amor de persona, no se merecía eso.— Sabes, me
encantaría que él la viera… a Rach. Es tan hermosa y divertida, cariñosa, es el
vivo ejemplo de mamá. Se sentiría avergonzado de saber que no tuvo la
oportunidad de criarla y yo me sentiría orgulloso, porque sé que se forjó bien
sin la ayuda de un hombre como él.
Mis ojos estaban llorosos. Oh por Dios, esto era
horrible. Él estaba tan enojado, tan tenso… Supe que no era fácil confiarle
algo así a una persona, menos a alguien que conocía de hace pocos días y eso me
hizo preguntarme por qué me lo contó justamente a mí, sin embargo, no me
importó en ese momento, lo único que quería era reconfortarlo.
Tomé su mano, haciendo que sus ojos volaran
hacia mí en sorpresa y luego se suavizaran con la mirada que siempre tenía.
—Mamá siempre decía que las cosas pasan por
algo, ¿sabes? —le confesé, sonriendo un poco—. Que todo sucede por la razón de
Dios o del destino o de ambos. Todo está relacionado. Tal vez que tu papá se
fuera solo hizo que tú fueras el hombre tan dulce que eres hoy y que Rachel
fuera la niña tan divertida y cariñosa en la que se ha convertido.
Él suspiró, acariciando mi mano levemente,
haciéndome sentir cosquillas.
—Siempre he pensado así, pero mamá lo sigue
amando y eso me mata —tragó duro—. Ella dice que volverá. Confía en ello.
—Pues debe tener mucha fe en eso.
Él asintió.
—Mi madre es un ejemplo a seguir para mí, porque
aunque yo deteste a mi papá haber hecho lo que hizo, estoy seguro de que si me
hicieran lo mismo, siempre esperaría que volviese y se diese cuenta de su
error. Ella me crió con su mantra.
Le di una mirada curiosa.
—¿Sabes cuál es el mantra de mamá?
Negué con mi cabeza, esperando a que lo dijera.
Él sonrío, volviendo a tener ese brillo en sus
ojos que tanto me había acostumbrado a ver.
—La esperanza es lo único que queda. Lo más
valioso, que queda…
La esperanza nunca muere. |
PD:
Hello, mis tenistas herrmosos :3 Solo quería decirles que... ¡YA TIENEN
LA POSIBILIDAD DE SUSCRIBIRSE POR CORREO :D! Esto sirve más para las
que no les llega las notificaciones de blogger, así que... si se
suscriben, será más fácil :3 (el gadget está en la columna derecha,
abajo de seguidores :D)
Les mando besos y apapachos,
Mel(:
Capitulo Nuevo*-* Capad ves me gusta mas esta historia Mel^^ Trey es un futuro filosofo :o (? ajjaj No puedo escribir mucho me estoy llendo D: Quieren ocapar mi locura >.< Okno.-. jajajaaj
ResponderEliminarMe imagine el cuerpo de Trey y *o* (babaaaa) jajajja Es tan inocente liz u.u jajajaj
Pd: No me quiero ir D:
Pd2: Gracias por avisar lo de las suscripiciones, ya no tendre que entrar todos los dias como psicopata(?
Pd3: Em, nose que poner xD
Slafjsldkfjsdlfg >-<! Cada vez me encariño más con vos, Cami :33 Jajajaja ^^ TREY ES EL NUEVO SHAKESPEARE! (?) Ok no ._. Mis habilidades no llegarían ni a los talones a Shakespeare xDD!!!
EliminarD:!!! Mi Cami, la que siempre comenta mucho, no puede comentar mucho D:!!! Eso es una tragedia, qué mal u.u Pero meh, ojalá disfrutes a dónde sea que vayas :33
JAJAJAJA! Liz es muy inocente y no se da cuenta que Trey es muy deseable (?) xD
Teeeeeee mando besos y apapachos,
Mel(:
PD: No te vayas D:!
PD2: Jajajajaja!!! Yei!! (?) No hay de qué, es mejor así :3
PD3: Am... amamos a los unicornios multicolor (?)
Estúpido y sensual Trey ;-; me hizo llorar :c Pase de reirme con él a llorar por él D: En serio, lloré literarmente, por eso y por otras cosas que no vienen al caso ;c
ResponderEliminarWaaa, ahora me da pena Trey también :c Por qué no pueden ser feliz?! DD:! Ok, ya empecé a dramatizar, es que... Es que... jum, me amurre >:c Me iré antes de que ponga a escribir más tonteras.
byebye(:
pd: el que me 'enojara' ahora no quiere decir que no quiera otro capítulo pronto ;3
JAJAJA! No tengo que ver ni siquiera el nick para saber que la que llama "estúpido y sensual" a Trey, sos vos querida xD!! O.o! ¿Lloraste ._.? Okay, juro que no era mi intención .-. O sea, yo lloré cuando escribí su parte, pero del enojo xD! (Ahí es cuando me doy cuenta que me he metido demasiado en mi propio libro xD)
EliminarÉl es feliz, ¿no lo crees ;)? Si lo piensas bien, ha sabido sobrepasar su situación, aunque claro, le sigue doliendo, no es perfecto ;3
Jajajaja puedes poner las tonterías que desees, Debo xD
Teeeee mando besos y apapachos,
Mel(:
PD: JAJAJA! Dame tiempo y te lo traigo ;3
Que preciosidad. Me los he imaginado en la enfermería muy monos.. ¿Como me haces esto? Me he imaginado a Trey sin camisa y casi tengo una hemorragia nasal jajajajaja
ResponderEliminarTienes un don para escribir, Mel. Me encanta cómo te expresas, me relaja leer los capítulos. Los disfruto muchísimo.
Ains, ¡Qué bien! Así no podré perderme las actualizaciones, ¡piensas en todo Mel! Eres una genia jajajajaja
Besos, de tu otra mitad. Te adoro pequeñaja ;)
JAJAJAJAJAJA! xD Me mataste de risa con ese comentario tuyo, Mel xDDD!!! No sé cómo lo hago... Ni siquiera lo describí al muchacho e.e ¡Mentes sexys las suyas, que se lo imaginan con los bíceps al aire! (?)
Eliminaraklsfjsldkfs *-* Aiins, no me digas eso, que me entran ganas de gritar de la alegría x3 Me alegra muchísimo que te gusten tanto y te relajen(: Después de todo, lo que busco es hacer sonreír a la gente que me lee un rato :3
Jajajaja ^^ Gracias, aunque no fui yo la que pensó en la idea xD Fue una amiga mía que se llama Lia (es mi correctora en Ed. Frutillas... rockea *-*) y me dijo que si no pensaba poner una suscripción por correo porque tampoco le llegan las notificaciones al blogger, so... u.u Aquí estamos(: Ella es la genia jajaja ^^
Yo también te adoro, menos pequeñaja (?) xD
Te mando besos y apapachos,
Mel(:
He tardado lo mio pero ya me he puesto al dia jajaja. Hace poco que te empece a seguir y he estado leyendo (a mi ritmo, claro se ve)
ResponderEliminarMe enca ta Trey *_* y Liz (o Elisabeth, como me gusta ese nombre) me gusta lo inocente que es y lo rapido que se pone colorada (me recuerda a mi)
Bueno espero el siguiente:-)
Besoos!^^
¿Y cómo es que vos no habías comentado nunca antes, adorable señorita? ^^ Ah, siempre me pone tan feliz recibir un comentario como el tuyo, sorpresivo y de lo más lindo :3
ResponderEliminarMe alegra MUCHÍSIMO que te haya gustado la historia (o bueno, que te vaya gustando) y aun más que te tomaras tu tiempo de leerla y disfrutarla. Yo no quiero que mis seguidores se lean la historia de una sola sentada cuando llegan de "nuevos" sino que la lean a cómo puedan, disfrutándola. Si vos lo haces así, mucho mejor para ambas ;3
Mi nombre es Melissa, por cierto, pero me puedes decir Meli o Mel(: Es un placer conocerte, mucho más con tu comentario♥
Jajajajaja ¿sabes algo que amo? Que las chicas se enamoren de Trey, me hace sentir orgullosa x3 Me alegra que te agrade :DD Le tengo mucho cariño ^^
Esperaré tu comentario en el otro ;3
Teeeeeeeeeee mando besos y apapachos♥
Mel(: