“You turn my cheeks the color of my hair”
--Ed
Sheeran (One night).
Trey.
Podría
estarme arrepintiendo ahora mismo. Es más, debería estarlo haciendo. Tal vez,
lo más sensato sería estar turbado. Ya sabes, no es como si todos los días le
dijeras a la gente lo mucho que odias a tu padre y su maldito machismo, pero al
parecer, no es algo que afecte mucho mi mente. Es más, afectar ni siquiera es
una palabra correcta entre lo que pasa por mi cabeza. Alivio, es otra. Haberle
contado a Liz fue tan… liberante. Como si pudiese entenderme de una manera que
yo no puedo descifrar… Juraría que saboreaba en sus propios labios mi dolor,
aunque claro, la muerte de su madre no debió haber sido nada fácil en su tiempo
—no creo que ese tipo de situaciones sean lindas.
Supongo
que parte de mi “liberación” y no sentirme mal es porque la hice feliz. Estaba
tan emocionada escribiendo las diferentes teorías, tan interesada, que al
observarla así, con un brillo en sus ojos que tal vez no vería muy a menudo,
simplemente valió la pena. Fue como si al abrirme, le hubiera abierto puertas
de un lugar al que yo ni siquiera sabía que existía. Puede ser que estoy mal
por tanto medicamento y ahora divago.
Como
última instancia —y como… lo único restante—, podría haberme vuelto loco… Pero,
¡vamos! Estoy más cuerdo que una cabra.
—Trey…
—una voz melodiosa me saca de mis pensamientos. Observó a Lizzie con sorpresa—.
Oh, perdón, ¿te interrumpí?
Sonrío.
Es la primera vez que me preguntan si me “interrumpieron” en una conversación
conmigo mismo.
—No,
pensaba en estupideces —frunce el ceño ante mis palabras, no convencida—, ¿qué
pasa, ángel?
Se
sonroja un poco ante la palabra. Doy una risa pequeña, ya debería
acostumbrarse.
—Ya
terminé, pensaba que podríamos irnos o… bueno, irme. No es como que tengas que
dejarme, pero tal vez tienes algo que hacer y te estoy reteniendo y como ya
terminé, pues ya puedes viajar a tu casa. No es como que ocupe más ayuda,
además está fácil y supongo que ya estás cansado y sueñas con dormir una siesta
o…
Meneo
la cabeza, un poco aturdido. Cuando se pone nerviosa, habla demasiado rápido.
—Woa,
Liz, tranquila. Planeaba llevarte a casa sin tutorías, no es gran cosa.
Aparta
la mirada, avergonzada.
—Claro,
yo… —una pequeña sonrisa se forma en su boca—, gracias.
Le
guiño un ojo, divertido. Mientras me levanto de mi asiento, separo la silla de
la biblioteca con cuidado y la ayudo a hacer lo mismo que yo hice, tomándola de
la mano. El mínimo contacto la hace ponerse roja y yo realmente quiero
carcajearme. Ver cómo es, la forma en que se pone con un simple cumplido es
realmente divertido, nunca me había pasado con nadie.
Salimos
de la biblioteca a pasos lentos, con mucha paciencia podría decirse, pero en
realidad, no tenemos prisa. Nuestras pisadas son lo único que se escucha, el
rechinar de los zapatos extendiéndose por el iluminado pasillo que en pocas
horas, tétrico parecerá. El silencio no es incómodo, de hecho, podría decirse
que es reconfortante, sin embargo, he aprendido últimamente que, cuando Liz va
demasiado callada, significa que sus pensamientos están yendo por caminos a los
que no deberían ir —como pensar que voy a acorralarla en una esquina, en lugar
de imaginar pajaritos y umpalumpas que cantan “Willy Wonka” repetidas veces.
Okay,
no creo que Lizzie vaya a pensar en eso nunca…
Bien,
lo acepto, eso solo lo piensa alguien tan loco como yo. Tal vez debería visitar
a ese psicólogo que mamá dijo…
Nah,
estoy perfecto.
La
luz del sol asoma por las ventanas del colegio, haciéndolo tener un tono
anaranjado y rojizo a la vez, un poco impresionante. Me recuerda al sonrojo en
las mejillas de Liz, no por su color —mentiría si dijera que se pone de un tono
naranja. Tampoco es anormal—, sino por la forma en que demuestra unas cosas con
eso: emociones, vida. De nada serviría que ella viviese, si no mostrara lo que
siente. Muchas veces, puede guardarse lo que sufre, lo sé y eso, en cierta
parte, me aflige. Me aflige, porque sé que ella guarda secretos de los que a lo
mejor nunca me enteraré, sin embargo, sigo empeñado en pensar que algún día me
los confesará. Con todo esto, a lo que vengo es que el atardecer me recuerda a
ella. A su color rosa cuando se avergüenza, porque eso solo me demuestra, que
aunque mantenga mucho para sí misma, en cierta parte, he logrado ver una
emoción que tal vez nunca quiso enseñar, pero que ahora, sin poder evitarlo, lo
hace.
Dios,
cuántas vueltas doy en mi cabeza. Ni siquiera sé si me entendí yo mismo.
Finalmente
—y permitiéndome salir de mis propias ensoñaciones—, poso mis ojos sobre ella,
quién va —para variar—, con los ojos fijos en el suelo, su rostro escondido
tras una cortina de cabello.
Ruedo
mis ojos, frustrado.
—Siempre
recta o te jorobarás —reprendo, colocando mi mano en la parte baja de su
espalda. Da un respingo igual al de un ratón y su cabeza se alza con velocidad,
más roja que un tomate. Rio, divertido. Esto es a lo que yo me refiero.
Me
ve directamente con ojos apenados y ni siquiera me ocupo en inmutarme por la
acusación en ellos. Luego, dándose cuenta de la mirada que me dio, se
avergüenza todavía más y la desvía, observando a los casilleros como si fuesen
la cosa más interesante del mundo.
Claro,
porque unas cosas metálicas con color gris son mucho mejores que mí persona.
Está bien, no soy el mejor partido, pero tampoco me ganan unos casilleros.
¿O
sí…?
Nah.
Con
lo que parecen segundos, llegamos a las grandes puertas de la entrada y las abro,
dejándola pasar primero, alargando mi brazo para que lo sepa. Sonríe un poco,
sin embargo, después la borra de su rostro tan rápido que podría jurar que fue
mi imaginación. Aunque yo sé que no lo fue.
Saco
las llaves del carro de mi bolsillo y lo abro a distancia, indicando que ya podemos
entrar. Liz se dirige a la puerta por sí sola, pero yo salto como un tigre en
busca de su presa, evitándolo.
—Ea,
tú sabes que yo siempre te abro la puerta, señorita. No tu mano, que Dios no lo
permita —con eso, coloco mi mano en la manija de la puerta, invitándola a
pasar. Le sonrío grande y ella me devuelve la sonrisa, riendo un poco.
Mientras
me voy apeando al carro a mí vez, recuerdo el día en que la conocí, la primera
vez que la escuché reír. Pensé que su risa era ronca, de ese tipo de risotadas
que han perdido su melodía natural por el simple hecho de no carcajearse
demasiado. Recuerdo haber pensado que no tenía el disfrute de una risa normal
del día a día… Y ahora, oyéndola con detenimiento de nuevo, sonrío. Sonrío
porque antes sonaba oxidada. Ahora se escucha usada, diferente. Es como oírla
hablar, pero en un tipo de canción tan hermosa que hace que los vellos de tus
brazos se pongan te punta. Así de preciosa es su risa…
Y
pensar que antes no la usaba.
Enciendo
la ignición y pongo la radio, dejándola fluir a través del carro para llenarnos
con ruidos necesitados. Nos hago salir de ahí, dejando atrás el colegio.
Volteo
a ver a Liz, con una sonrisa.
—¿Qué
le dijo un perro a otro perro?
Ella
me da una mirada confusa, seguramente pensando en por qué rayos yo le estoy
preguntando algo tan estúpido de la nada, cuando no veníamos hablando de algo
en específico.
—Am…
—observa hacia la ventana, pensando en una buena respuesta—, ¿guau…?
Rio,
triunfal.
—No.
Frunce
el ceño, extrañada.
—Entonces,
¿qué le dijo?
Alzo
mis cejas, meneándolas de arriba hacia abajo con mi usual estupidez.
—Nada,
porque los perros no hablan.
Se
queda callada unos segundos, mirándome con una cara de “¿hablas en serio?” y
luego la observo combatir con una risa, mordiéndose el labio.
Y
entonces se ríe. No una risa pequeña. Tímida. Sino que se ríe, carcajeándose,
realmente riéndose. De esas que se escuchan por todo el carro y yo sonrío
feliz, porque eso era lo quería, oírla reír de nuevo.
Noto
que también se pone roja cuando lo hace, eso es todavía más adorable.
—Te
ves linda cuando ríes, ángel —le confieso, guiñándole un ojo. Es como si yo
fuese un interruptor para ella, porque apenas pronuncio las palabras, se apaga
al igual que una regadera al ser cerrada. Creo que su sonrojo ahora es el de
siempre.
—Ah,
yo… —me ve un instante y luego aparta los ojos de mí. Bueno, antes ni siquiera
me veía. Es un avance —, ah, gra… gracias.
Mientras
me divierto con su tartamudeo, doy una vuelta en la siguiente calle, al lado
derecho. Siento su mirada aturdida sobre mí.
—Espera,
no estamos yendo a casa.
Am,
no.
—Realmente
esperaba que me acompañaras a la mía un momento…—sigo sintiendo cómo no
entiende nada—, quiero presentarte a alguien especial. Después de todo, creo
que mereces conocerlo por todo lo que has hecho por mí hoy.
Parpadea
3 veces seguidas, tratando de analizar todo. Cuando busco sus ojos y los
encuentro, veo pánico en ellos, más que pánico, terror.
Bien,
eso no está nada genial.
—Liz…
—le doy una mirada preocupada y tomo su mano sobre las marchas. Da un salto al
sentir mi tacto sobre el suyo —. Tranquilízate, no te haré nada malo, lo
prometo.
Traga,
fuertemente. Creo que oí el proceso. Su vista se comienza a humedecer y ahora
yo soy el que traga, realmente no pensé que se fuese a poner así.
—Lizzie…
Un
sollozo
se sale de sus labios. Mierda, ya estamos en casa, no hay vuelta atrás.
Aparco el carro en el garaje y salto del asiento hacia afuera, rodeando
el auto
y llegando hasta su puerta, abriéndola. Ella llora, fuertemente. Se
agarra al
cinturón como si le fuese a hacer daño, como si no supiese quién soy yo.
Se me
parte un poco el corazón, jamás pensé que unas simples palabras y
direcciones
podrían hacerle daño.
Con
cuidado, desabrocho el cinturón, sin embargo, no lo suelta. Lo sostiene con
fiereza. Trato de pensar en el por qué de su reacción, pero me doy cuenta que
este no es el momento para eso. Con mucho costo, logro zafarla y finalmente, la
saco a rastras del carro. Se para en el asfalto, decidida a no moverse y yo no
puedo evitar la mirada de dolor que sé que se ha expandido por mis ojos.
—Ángel…
—le toco la mejilla con cuidado, llevándome unas lágrimas tras la caricia—. No
te voy a hacer daño.
Me
ve, realmente me ve esta vez y tiembla. Tiembla como un chihuahua con frío. La
abrazo fuertemente y entonces se retuerce, golpea, trata de alejarse. “No” me
dice, “no lo hagas”, grita. “No te he hecho nada”, termina. No la suelto, sin
embargo, porque sé que algo anda mal. Eso no es normal.
Le
acarició el pelo, aunque mi pecho duele por sus golpes tan fuertes. Coloco mis
labios en su oído y respiro contra ella, acariciándola con mi nariz.
—Shh…
—susurro, tranquilizándola—, no te haré nada, ángel. Nada. Absolutamente nada,
nunca. Te lo prometo, linda, en serio.
Sus
puños dejan de golpearme, su pulso se realentiza, su cuerpo se relaja. La
siento rodearme, abrazarme y ahora soy yo el que se siente mucho mejor, porque
realmente me estoy sintiendo como una mierda. ¿Qué le haría yo? ¿Por qué le
haría algo?
—No quise
asustarte, Liz. Te llevaré a tu casa ahora mismo.
Menea
su cabeza o eso parece cuando lo hace contra mí.
La
separo un poco, para verla a los ojos.
—¿No?
Vuelve
a hacerlo, sorprendiéndome.
—Pero…
acabas de tener un ataque de pánico o no sé cómo putas se llame eso. Me
asustaste, Liz, no quieres estar aquí.
Finalmente,
me observa directamente a los ojos, sin quitar o desviar la mirada. El color
miel en ellos me indica que hay más que un simple ataque de pánico en todo
esto.
—Hoy…
hoy es… —traga el nudo en su garganta—. Mamá cumplía años hoy y… Papá lo
celebra todos los cumpleaños. Se pone… se pone… Y entonces, él… Y tú dijiste…
Yo no quería ir a casa y…
Oh
por toda la mierda.
—Muy
bien, no digas más. —se atraganta con las palabras no pronunciadas, pero no
quiero escuchar. Sé dónde va eso—. Entremos a casa, linda.
Sin
siquiera dejarla protestar, tomo su mano y la dirijo por el jardín, entrando
como Pedro entra por su casa. Se deja llevar como una muñeca de trapo y grito
lo de siempre.
—¡Honey,
I’m home! —espero que Rach salga de su cuarto, pero seguramente fue a donde
alguna amiga, o eso supongo cuando no oigo sus característicos pasos en el
pasillo. Me encojo de hombros ante Liz; nadie está en casa.
La
llevo hasta la sala, donde la hago sentarse en el sillón para dos que hay en un
lado y le regalo un guiño, yéndome unos segundos.
Sus
ojos aun húmedos vagan por la habitación, tomando cada centímetro de ella, como
memorizándola. Creo que veo un atisbo de sonrisa, aunque podría haber sido mi
imaginación. Está tan concentrada que ni siquiera me pregunta hacia dónde voy.
Corro
hasta la cocina, buscando una mancha anaranjada con pelos. También unos ojos
verdes, aunque esos son más difíciles de identificar a distancia. Mamá le
colocó una mantita azul hoy por la mañana junto con una caja de cartón cerca de
la refrigeradora mientras le conseguimos una cama decente, pero el bendito gato
es realmente escurridizo. En un momento está a tu lado y al otro, ya está
tirándose de la ventana, creyendo que es batman o una cosa parecida.
Gatos.
Oigo
algo como un “Ah…” de parte de Liz y creo haber encontrado mi bati gato.
Vuelvo
a irme hasta la sala, donde Rocky está acurrucándose al lado de Lizzie,
prácticamente restregándose contra su cuerpo. Ella lo mira con ojos abiertos,
toda tristeza olvidada.
—Eh…
yo… —me mira con confusión—, ¿tienes gatos?
Rio
mientras me acerco y me siento a su lado.
—Realmente,
no tengo gatos, tengo un gato. —acaricio el lomo de Rocky con cariño, meneando
mi cabeza—. Se me adelantó, sin embargo, porque la idea era presentarlos
formalmente, no que el bandido se presentara por sí solo.
Lizzie
nos analiza con un rostro extrañado.
—Liz,
él es mi gato nuevo, Rocky. Rocky, ella es Lizzie, de la que te hablé hoy por
la mañana —. El felino la mira con ojos abiertos, tiernos. Le lame el rostro,
maullando a su vez—. Ja, esto es divertido, la idea de presentártela no era que
me la quitaras gato tonto.
Él
me regala una mirada asesina. Yo se la devuelvo.
Mi
ángel ríe con soltura y menea su cabeza con mucha diversión. Toca a Rocky como
si fuese algo delicado y agradece su tacto, se nota.
—¿Por
qué le pusiste Rocky? —me pregunta, poniendo toda su atención en él.
Okay,
estoy empezando a arrepentirme de presentarlos.
—Bueno,
realmente lo adopté apenas ayer… Ni siquiera es realmente mío. —sus cejas se
levantan con sorpresa—. La verdad es que, antes de meterme en la pelea con…
Derek, él estaba en mi camino. Lo alcé y me lo iba a llevar, pero entonces me
acorralaron y lo dejé a un lado, sin embargo, él medio peleo con ellos. Fue
realmente gracioso.
Me
rio al recordarlo.
—Al
final, Jason me trajo a casa y él se vino conmigo, así que decidí ponerle así:
Rocky. Como el de las películas “Rocky, la roca”, porque luchó como todo un
minino.
Haciéndome
dudar de si entenderá el lenguaje humano, él maulla, dándose a oír.
Liz
le sonríe. Creo que realmente le gusta.
—Es
tan lindo…
Ruedo
mis ojos.
—Deberías
ver lo que le hice al colchón donde duerme Jason…
Frunce
el ceño, confundida.
—¿Quién
es Jason?
Me
encojo de hombros.
—Mi
mejor amigo. Se quedó a dormir y él le arruinó su cama. O bueno, más que cama,
el colchón donde duerme.
Comprensión
cruza por su rostro y un poco de regocijo, creo. Se distrae un poco con el
pelaje del gato, pasando sus dedos a través de él. Nada tonto ni perezoso, se
deja hacer, aunque creo que la que más disfruta del contacto es Lizzie, como si
la llevara a un mundo de pensamientos al que nadie tiene acceso… Y luego, su
mirada se torna oscura y avergonzada.
Ah,
ya sé qué va a decir.
—¿Es
él al que me ibas a presentar?
Hago
una mueca.
—Mmm…
no, realmente te iba a presentar a mi gatito, pero sí te quería presentar a
Jason algún día.
Su
rostro se sonroja con gran pena, una vergüenza diferente a la usual. Ve a Rocky
unos segundos más y con una última muestra de afecto, lo deja ir, haciendo que
él se vaya dignamente del sillón y por último, de la sala. Ya era hora de que
este traicionero dejara de coquetearle. Es una humana, no puede enamorarse de
ellas… Debo explicárselo más tarde.
Le
da una terminante mirada, como si lo hubiese rechazado y ella vuelve a sonreír
de manera simulada, sin embargo, el embarazo sigue ahí.
—Trey,
realmente lo siento, yo no sé qué me pasó ahí afuera, es…
—¿Quieres
venir al cumpleaños de mi hermana la otra semana? —digo, interrumpiéndola. Ya
tendremos tiempo para hablar de lo que pasó allí afuera. Mucho, no pienso
presionarla.
—¿Ah?
—el aturdimiento que muestra es impresionante.
Le
sonrío con dulzura.
—Rach
cumple 14 el otro viernes, pero le haremos una fiesta el sábado, que cae 4 de
febrero, un día después de su cumpleaños. Sus amigas vendrán y también la
familia y todo eso. Es un poco aburrido, pero me encantaría que vinieras.
Su
boca cae tan abierta, que una mosca podría entrar en ella y caer dormida. Se ve
tan graciosa.
—Tú…
tú… ¿quieres que conozca a tu familia?
Ah…
esto no suena bien.
—Realmente
no me refería a que… ya sabes, a que lo veas de un lado malo o apresurado.
Somos amigos y eso, pero no para que entres en pánico o lo que sea, porque no
es como que signifique algo más o…
—No,
claro, eso sería raro…
—Sí
y además, podemos… yo… No sabemos si… —Dios, ¿realmente estoy tartamudeando?
Mierda,
respira Trey, respira.
Con
un último suspiro, me suelto.
—La
cosa aquí es, ¿vendrías?
La
cara que pone es extraña, como si no creyese lo que le digo. Espera unos
segundos, pareciendo como si tratara de ver cuándo le voy a decir “¡Broma!”,
aunque yo me quede callado. Finalmente asiente, poco confiada y yo suelto el
aire que ni siquiera había notado que estuviese conteniendo.
Sonrío
de manera grande. MUY grande. Me acerco todavía más a ella.
—Sabes,
hablando de cumpleaños… —la miro de reojo, como quien no quiere la cosa—, el
tuyo está cerca.
Su
risa suena ahogada, casi burlona.
—Faltan
como 3 semanas, Trey y además… Es San Valentín, nada extraordinario.
Me
encojo de hombros.
—Deberíamos
salir, hacer algo…
No
la estoy viendo, de hecho, observo la ventana, esperando su respuesta. El
silencio que se forma entre nosotros me parece sepulcral, igual al que se hace
en un cementerio y esta vez frunzo mi ceño a lo gigantesco. ¿Ahora qué rayos
hice?
Volteo
mi mirada hacia la de ella, que me la devuelve con ojos abiertos. Me perdí de
algo…
—¿No
hacemos nada, entonces?
Sigue
observándome, como en shock. Bien, realmente tuve que hacer algo mal.
—Liz…
Abre
su boca varias veces, como un pescadito fuera del agua, tratando de hablar.
—Tú…
—vuelve a abrir los labios, fijándose en sus manos juntas—¿Me… me estás
invitando a salir o algo por el estilo?
Inmediatamente,
cuando las palabras son pronunciadas, se sonroja. Tal vez piensa que es
atrevimiento, aunque yo pienso que es divertido.
Medio
asiento.
—Podría
decirse que sí, la cosa es celebrar tu cumpleaños. Emborracharnos y eso.
Aunque
le sonreí, de pronto se puso muy seria.
—Nada
de borrachos, por favor.
Me
rio con ganas.
—Bromeaba,
ángel. Solo digo que podríamos celebrar un poco, después de todo, son 18.
¡Serás mayor de edad, como yo!
Sus
largas pestañas aletean, enseñándome esos hermosos ojos miel. Curiosidad cruza
por ellos y es en momentos como estos en los que me pregunto si su inocencia
será natural, si realmente alguien puede ser tan malditamente adorable como
ella.
—¿Tú
ya eres mayor de edad? —pregunta, moviendo una pierna a su vez. El simple
movimiento es un poco exótico, raro, fuera de lo común. Mis ojos son atraídos
al columpio que hace con su pantorrilla, mientras asiento, distante.
—Cumplo
años el 17 de enero, así que sí. —La miro con severidad, de un segundo a otro—Y
ya sé lo que dirás, cumplí hace poco, lo sé, pero aquí hablo de ti. Así que…
¿serías tan amable de acompañarme a salir, Elizabeth Sprout?
Sé
que quiere protestar, decir algo de mi cumpleaños, sin embargo, creo que le
gané cuando dije su nombre completo, pues sonríe tímidamente y me dice que sí,
lo que me hace feliz. Más de lo que debería.
—Bien…
—susurro, cerrando el espacio que quedaba entre nosotros—, te recogeré en tu
casa a las 7:00 de la noche, el viernes 14 de febrero. Sin peros.
Asiente,
un poco hipnotizada. Su mirada cae a mis labios y sé que una sonrisa se cruza
por mi rostro.
—Y
Lizzie… —digo, dejando que el dorso de mi mano se arrastre por su delicada
mejilla. Ella se sonroja, se tensa, contiene la respiración.
—¿Sí?
La
observo varias veces, deseando nunca tener que dejar de verla porque, mierda,
ella… Hace que te quedes sin aliento.
—Nunca
nadie, nadie, debe hacer llorar a un ángel… —acerco mis labios a su
oído, casi contándole un secreto —Menos a uno tan hermoso como el que tengo
frente a mis ojos.
Cuando
me separo un poco, me doy cuenta de que pensaba que estaba a una lejanía
prudente entre nosotros, pero ahora veo que lo que nos separa son centímetros,
menos que eso. Su aliento se atrapa en su garganta y siento como yo hago lo
mismo. Se inclina un poco, o tal vez yo me incliné, pero estoy tan cerca que huelo
su olor a miel, a vainilla, a algo delicioso.
Un
pelo rojizo cae por su mejilla y yo lo observo caer, tenso. Podría decir que
algo se apoderó de mí, alguien más, tal vez Rocky, a lo mejor un fantasma que
vive en casa y yo ni enterado, pero mi mano va inconscientemente hasta ese
cabello que adorna su rostro y lo devuelve a su lugar, dando paso a una caricia
no intencional. Se muerde el labio, nerviosa y yo trago fuertemente porque ese
solo movimiento me ha hecho perder la razón. Mis ojos ya cayeron en la trampa, no
se despegan de ahí. Mis dedos rozan su mejilla de nuevo, viendo sus pecas
enrojecer. Cómo quisiera contarlas, ver cuántas tiene, darme cuenta de las
muchas peculiaridades que puede tener esta hermosa chica. Cuánto tiene que yo
no he visto aun.
La
curiosidad mató al gato, me decía mamá.
Nuestros
ojos se cruzan, mi mente se detiene, todo parece hacerlo. Rozo con el pulgar su
mandíbula, mi tacto cae a su cuello, percibo su pulso acelerado, tanto como el
mío. Experimento electricidad corriendo a través de nosotros, a través de mí y
entonces, quiero ver por qué el gato murió en el refrán. Realmente, quiero que
la curiosidad me haga caer.
No
me contengo, puede que no deba hacerlo y mimo su mejilla, más un roce que todo
y luego, sí lo hago. Sí beso su piel, su pómulo y la siento relajándose, casi
dándome su aceptación. Nos vemos una última vez y entrecierra sus ojos,
prácticamente acercándose por sí sola.
No
pienso. No existo. No hay nada en este momento que no sea ella. Su olor, su
suavidad…
Ella,
Elizabeth.
Nuestras
narices se tocan, su color miel desaparece tras sus párpados y lo único en lo
que me puedo concentrar es en nosotros y en nada más. Sé que mis ojos se están
cerrando cuando mi mano baja hasta su cuello y entonces casi saboreó sus labios
cuando…
—Y
tú negabas que te gustaba, maldito idiota.
Cuando
el imbécil de mi mejor amigo entró en escena.
Y
realmente me prometí que no se lo perdonaría. Mierda, lo torturaría por toda mi
vida…
Si
no es que no lo mataba antes.
Elizabeth.
Color
sube por mis mejillas. No, color no es la definición adecuada. Un volcán, sí. Creo
que hasta estoy ardiendo en llamas, algo realmente notorio.
Un
chico bastante alto —casi del tamaño de Trey, podría decir—, con pelo negro y
unos ojos azules que podrían penetrar a cualquiera se encuentra apoyado en el
marco de la puerta, observándonos con una triunfal sonrisa en su rostro.
Me
aparto rápidamente de Trey como acto de reflejo, solo que no me había dado
cuenta de que no puedo, porque estoy prácticamente acorralada entre su cuerpo y
el borde del reposabrazos. Nos miramos el uno al otro, casi como si la palabra “atrapados”
se hubiese grabado en mi frente y entonces él se separa lentamente de mí, levantándose
con tanta calma que da miedo.
Voltea
a ver al muchacho con una sonrisa forzada en su cara.
—Jason…
—se acerca a él con calma—, ¿te importaría ir a hablar a la cocina?
El
que supongo que es “Jason” alza una ceja con ironía.
—¿Y
no me presentaras a la hermosa damisela aquí presente?
Suspira,
frustrado. Veo como sus hombros caen con enojo.
—Si
vamos a hablar ahora mismo, te la presentaré con ojos y pelos contados, pero ahora,
vas conmigo.
Él
hace una mueca, como diciéndole “no”, sin embargo, puedo ver cómo realmente va
a aceptar. Si es su mejor amigo, sabe lo que realmente le conviene y estoy
segura de que así es.
—Bien,
pero que sea rápido —me analiza de pies a cabeza y sonríe a mi dirección con
dulzura—, creo que disfrutaré de esto.
Alguien
da un bufido y ambos salen de la sala. No puedo evitar verlos con atención. Sus
pasos son muy parecidos, como si fuesen hermanos de sangre, aunque sé que eso
es imposible. No son nada iguales. Mientras que uno da un aire de confianza,
seguridad y ternura, el otro se muestra en cierta parte rudo, aunque adorable,
de ese tipo de chicos al que tienes que ir desenvolviendo capa por capa para
llegar a su verdadero yo. Sin embargo, si los colocas el uno al otro,
rápidamente verás que son un poco opuestos… Tal vez por eso se llevan tan bien.
Antes
de irse totalmente de la sala, Trey se voltea con agilidad y me regala una
radiante sonrisa, guiñándome un ojo.
—No
tardo nada, ángel. Estás en tu casa.
Quería
responderle, en serio que sí, pero él ya se había volteado del todo, saliéndose
de mi punto de vista. Creo haber escuchado algo como “¡Le dices ángel, mierda!”,
aunque podría haber sido mi imaginación. O tal vez no. Su mejor amigo parece
bastante… atrevido.
Me
dejo caer en el sillón con un “puf” salido de mis labios. Mis dedos van
directamente a mi rostro, que sigue ardiendo en rojo y cierro los ojos,
tragando lentamente. ¿Qué acaba de ocurrir? Esa es la pregunta que cruza por mi
cabeza. Quiero responder que no lo sé, que fue repentino, que nos sorprendieron,
que él empezó, pero… Sé que mi pregunta no va dirigida solo a lo que sucedió
hace unos segundos.
Se refiere
a lo que pasó antes de entrar a la casa. A ese ataque de pánico que tuve en
medio carro. Me sentía tan impotente, tan temerosa. Todo iba perfecto, me reía,
nos divertíamos y entonces… Él dijo que íbamos a su casa y temí. Temí que Trey
no fuese lo que aparentaba. Temí que fuese como los demás, que me humillaría.
Temí que terminaría por llevarme a algún lugar oscuro y dejarme allí, golpeada.
Pero lo curioso de ese último pensamiento fue que, cuando lo imaginé, no era
él. Era papá y eso, justamente esa imagen me hizo sentir todavía peor. No
quería estar allí. Quería irme. Quería escapar. De pronto no era a Trey al que
tenía junto a mí, si no él. Mi padre y me hizo enloquecer.
Lo
golpeé, sé que lo lastimé, porque pude sentir cómo mis manos se desataron
fuertemente contra su pecho, deseando salir. Me sentía atrapada, pues lo que mi
mente había creado era que papá me tenía encerrada entre la pared, como aquella
vez cuando tenía 10 y… todo fue oscuro. Se oscureció, ya no había carro o jardín.
Ya no existían esos brazos fuertes que me sostenían, ya nada estaba claro y
luego…
Él
habló. Susurraba palabras, cosas como “confía en mí” o “no te haré daño” y eso
me calmó de forma minuciosa. Tal vez no fue lo que me dijo, si no su voz. Su
voz me había tranquilizado de una manera increíble.
Cuando
me dijo que volviéramos, que me llevaría a casa, me encontré diciendo que no.
No porque era un compromiso, sino porque no quería volver. Por primera vez, me
vi a mí misma alejándome de casa y me gustó la idea. La simple y remota idea de
escapar.
Pero
eso no pasará. No creo que nunca lo haga.
Me
encojo en el sillón, trayendo mis piernas hasta mi pecho. Puedo escuchar desde
aquí como un “¡Debiste haberte callado!”, sale de la cocina y creo que se oyó
un maullido, aunque puede que esté demasiado aturdida con todo el día de hoy.
Hablando
de escuchar…
¿Acaso
el chico dijo “y tú negabas que te gustaba”? Él dijo… sí, yo lo oí. Él dijo que
yo…
Yo
le gustaba.
Yo
le gusto… le gusto, ¿le gusto? ¿¡Le gusto!?
¿¿¡¡Realmente
le gusto!!??
Oh
por Dios. Me atraganto con mi propio aliento. Chillo, realmente chillo y
escondo el rostro en mis regazos. Siento el ya conocido ardor en mi rostro y
muerdo mi labio, tratando de reprimirme. ¿Cómo le voy a gustar YO a Trey
Petryfork? En serio, es como… tan imposible. Él tiene ojos verdes y… y es
guapo. Y podría ser perfectamente popular —¡Dios, ya lo es!—, y es extrovertido
y… tan… él.
Yo
jamás sería lo suficientemente buena como para gustarle.
Pero
su mejor amigo dijo que yo lo hacía…
Y,
ahora estuvo a punto de besarme, ¿no?
¿En
serio estuvo a punto de besarme?
Bueno,
tal vez quería quitarme una basura del ojo… Después de todo, quitó un cabello
que se había metido en el camino de mi pómulo, pero… Luego me acarició cuando
no tenía nada y él acercó sus labios a mi mejilla de una manera tan suave. Su
mirada era penetrante, intensa. Estaba tan cerca de mí… Y se puso un poco rojo
cuando nos interrumpieron.
¡Él,
rojo! Y se enojó… Tiene que haber algo allí que yo no esté viendo bien.
Grito
un poco, casi inaudiblemente. Esto no puede ser cierto, debo imaginar o sobreactuar
las cosas. Él siempre es demasiado bueno conmigo —o hasta ahora lo ha sido—, y
la verdad es que apenas llevamos 4 o 5 días de conocernos, ¿cómo le atraería en
tan poco tiempo? Es algo mínimamente creíble. Además, puede que yo haya
escuchado muy mal. Que mi propia mente esté volviéndose tan loca por lo que
suele sucederme que ya fantasee con cosas que ni pasan. Tal vez, solo estoy
haciendo un ridículo al darle un espacio en mi cerebro a todo esto. No hay
respuesta, no tiene lógica.
Mi
pecho se hunde. Entonces todo fue hecho por… mi estúpida imaginación.
—¿Liz?
—alzo mi cabeza rápidamente del hueco entre mis piernas, esperando que el rojo
que tenía por mis propias… fantasías, se haya ido. Parpadeo varias veces,
enfocando los hermosos ojos verdes que me observan con preocupación desde el
marco de la puerta.
—¿Sí?
—pregunto, mientras ladeo la cabeza para que una capa de cabello caiga sobre
mí. No debe ver mi rojo carmín.
Él
sonríe.
—Pensé
haberte oído gritar, creí… —pasa una mano por su nuca, apoyando un hombro
contra la pared. Los bíceps se le marcan con la camisa e inevitablemente, mi
mirada cae allí—, que te había pasado algo o visto una cucaracha o una rata.
Normalmente, cuando mamá o Rach gritan es por eso.
Una
risa cínica se arrastra por mi garganta.
Créeme, las ratas y las
cucarachas no tienen nada de qué asustarme.
Guardo
eso para mí misma.
—No,
estoy bien. Tranquilo —trato de sonreírle de manera controlada, pero creo que
lo que sale es una mueca. Sonríe naturalmente y con los mismos pasos moderados
a cómo lo vi irse, se devuelve hacía mí, sentándose a mí lado con una
delicadeza increíble. Nunca me había dado cuenta de la agilidad que demuestran
sus pasos.
Bosteza
un poco y luego deja caer su brazo sobre el borde del sillón. Oh por Dios, ¿qué
hora es? Debe ser tarde si ya está haciendo eso. Abro mi boca para preguntarle,
pero entonces Jason entró a la sala y decidí quedarme callada.
—Así
que… —dice mientras avanza con pasos felinos. Cuando está sentado —a mí lado—,
se vuelve para verme y sonríe. Tiene lindos dientes—, ¿tú eres la novia de
Trey, no es así?
Parpadeo
varias veces, aturdida. Espero que un rojo suba por mis mejillas, pero nada. Me
las toco con sorpresa y no puedo evitar abrir mis ojos un poco. ¡No me sonrojé!
Cuando
volteó a ver a Trey, tiene la misma cara sorprendida y sus dos cejas están
elevadas con diversión.
—¿Me
perdí de algo? —pregunta Jason, medio confundido. No lo culpo, fue una reacción
extraña.
Meneo
mi cabeza, arriesgándome a darle una mirada. Sus ojos azules me… encandilan.
—Es
que, no me sonrojé.
Él
alza una ceja con ironía.
—¿Y
debiste hacerlo?
Asiento
con mucha efusividad.
—Normalmente
me sonrojo por todo. Yo… me pongo roja como un tomate. —el solo pensamiento me
hace avergonzarme—Y no lo hice con tu comentario. Es extraño.
Trey
alza la mano con una sonrisa incrustada en su rostro.
—Secundo
la moción. Siempre lo hace y sí lo es.
Jason
nos observa a los dos con un análisis curioso, hasta pícaro. Da una carcajada
seca y se acuesta todavía más en su propio asiento, suspirando. Pareciera como
si para él todo fuese obvio.
—Bueno,
supongo que deberán darse cuenta ustedes solos.
Frunzo
mis cejas, desconcertada. Cuando observo a Trey, se encoje de hombros y rueda
los ojos hacía mí, casi diciendo “no hagas caso, está loco”, creo que debo
concordar esta vez con él.
—Jason,
ella es Elizabeth —me presenta Trey, señalándome con una dulce sonrisa en su
rostro—. Lizzie, él es Jason, el estúpido mejor amigo del que te estaba
hablando hace unos minutos. Y tú querías conocerlo.
Lo
último lo dijo —creo—, con un tono de ironía. Quiero protestar y corregir que
nunca dije que deseara conocerlo, pero eso sería realmente descortés, así que
me limito a saludarle con la mano.
—Mucho
gusto.
Él
ríe fuertemente, moviendo su cabeza de un lado hacia otro, como si sus ojos no
creyeran lo que ve. De pronto, me veo lanzada a dos fuertes y grandes brazos,
sin embargo, sé que son diferentes. No los que me reconfortan, sino unos desconocidos,
que me estruja sin razón alguna. Doy unas pequeñas palmadas a su hombro,
incómoda. ¿Qué se supone que tengo que hacer cuando una persona que
medianamente conozco me abraza de un momento a otro?
Supongo
que devolvérselo, ¿no? Sería rudo no hacerlo.
Cuando
finalmente me suelta, tiene un pequeño brillo en su vista, como si el simple
hecho de que yo exista le alegre. Mi pecho se hincha con algo que no conozco,
reconocimiento, tal vez. O puede que aceptación. La aceptación que me ha dado
es tan repentina, sin juzgar, sin darme segundos vistazos, que en el momento en
que me doy cuenta de lo que ha hecho, casi me dan ganas de volver a abrazarlo
—cosa que jamás haría por cuenta propia—, porque él no criticó. Lo veo en su
mirada.
Trago
fuertemente, debí suponer que sería igual a Trey en eso.
Jason
sonríe.
—El
placer es todo mío, linda. Trey tenía razón cuando dijo que eras una
preciosidad —me guiña un ojo, pícaro.
Me
volteó en mi propio eje para darle un mejor vistazo a Trey. Me da miedo
preguntar… Tal vez ni siquiera debería preguntar.
—¿Es
verdad eso?
Pero
aun así pregunté.
Él
hace una mueca, como tratando de ver si lo mejor es decirme o no. Finalmente,
termina asintiendo, con una media sonrisa incrustada en sus labios.
—Pero
eso es un secreto que nadie más debe saber, Lizzie —dice y casi lo asegura con
el último guiño que me regala.
Entonces
el color sí sube por mis mejillas. Quito la mirada rápidamente, observando a la
ventana como si la oscuridad que se asoma a través de ella es la cosa más
importante del mundo. Genial y yo que pensaba que ya había superado todo esto.
¿Cómo es que no me sonrojé con Jason?
Ahora
ambos ríen y yo me estremezco. Su risa es tan… vibrante.
Y…
espera, ¿dije oscuridad?
Oh
por todos los…
—Trey,
¿¡qué hora es!?
Él
mira tranquilamente al reloj de la pared.
—Ah…
Las 6:45, ¿por qué?
Una
alarma se activa en mí. Papá está sobrio hoy y es cumpleaños de mamá. Compró un
queque. Limpió la casa. Hoy… hoy…
Hoy
no puedo faltar.
—Llévame
a casa, Trey, por favor. —el pánico se escucha en mi voz. Él lo capta
inmediatamente y me jala del brazo suavemente, llevándome consigo.
—Jason,
te veo en unos minutos, no hagas nada que yo no haría, ¿bien?
Él
nos da una mirada extrañada, pero termina encogiéndose de hombros. Mueve su
mano hasta la frente, en una especia de despedida militar y sonríe.
—Después
de todo, es tu casa, así que puedo hacer cualquier cosa… —me regala una última
penetrante mirada—Hasta luego, linda.
Una
sonrisa tímida pasa por mis labios.
—Adiós,
¡fue un gusto!
Cuando
pronuncio las últimas palabras, casi que ya estoy montada en el carro. Trey
corre hacia el otro lado, haciendo sonar las llaves mientras se mueve. Lo veo
venir, tan apresurado, preocupado, que tengo en claro que haría cualquier cosa
porque yo esté bien y me siento estúpida por haber pensado que él me haría
daño. No lo haría, es algo que ahora veo perfectamente. Algo explota dentro, en
el corazón. No sé qué es, como una mezcla extraña entre esas raras mariposas
que antes sentí y algo más cálido, mucho más fuerte. Un leve tono rosa se
extiende por mis pómulos y trato de apartarlo, pero puedo determinar que no se
quitará y es la primera vez que no quiero que se vaya… No quiero que esta
sensación tan nueva se quite de mí.
Parece
ser tan perfecta. Algo perfecto, en alguien tan imperfecto como yo… Qué ironía.
—Listo
—me dice Trey, mientras se monta al auto y coloca la ignición. Me regala una
mirada arrepentida—, perdona ángel, no me di cuenta de la hora. Espero que tu
padre no se enfade.
Trago
fuertemente. No, eso es lo peor de todo, hoy no se enojará.
Y
prefiero su enojo ante todo.
—Está
bien, no es tu culpa… —trato de darle una sonrisa tranquilizadora cuando
observo que la casa ya se ve a lo lejos. Suspiro —No pude despedirme del
gatito, me hubiera gustado hacerlo. Realmente me agradó.
Él
me sonríe de reojo, conduciendo lo más rápido que puede a estas horas de la
noche. Por lo menos mi calle no está muy lejos.
—La
próxima vez, tendrás bastante tiempo para hacerlo.
Frunzo
mis cejas, confundida. ¿Habrá próxima…?
Oh,
la fiesta de Rachel. Me veo mis manos, apenada. No sé ni por qué le dije que
sí, lo más probable es que papá esté borracho y yo ni siquiera pueda salir de
casa, pero… me invitó. A una reunión familiar y parecía tan equivocado negarme.
Tan incorrecto. Preferí ser egoísta y dejarme llevar por el mínimo sueño de que
sí podría ir… Pero es que realmente deseo hacerlo.
Mientras
observo cómo las casas pasan a una velocidad impresionante a través de la
ventana, coloco mi cabeza en el respaldar del coche. Hoy le dije que sí a Trey
más veces de lo que alguna vez le he dicho a alguien esa respuesta. Dios, creo
que ni siquiera en un examen lo he puesto tantas veces. Sí a la fiesta, sí a ir
a su casa —con un poco de dificultades de por medio—, sí a celebrar mi
cumpleaños…
Oh
no… Mi cumpleaños. Quiero darme una palmada en el rostro. ¿Si no voy a poder ir
a la fiesta de su hermana, cómo rayos iré a mi celebración? ¡Es ilógico! No
podré… Yo…
Ah,
quiero llorar —no literalmente, claro.
Me
volteo disimuladamente en mi asiento, tratando de verlo sin que se dé cuenta.
Debería decirle que no ya. Que tengo un compromiso. Que papá no me dejará ir.
Que mi tía va a morir ese día —¿es eso posible?—, que no se puede…
Quiero
decirle la verdad.
Pero
entonces, al ver su perfil… No puedo. Está entusiasmado, lo sé. Ahora mismo no
se le ve, porque está conduciendo como un desaforado a bajas horas de la noche,
pero si miras fijamente, te darás cuenta de que en cierta parte está feliz.
Relajado, contento.
Y no
puedo ser yo la que le quite eso. Todos menos yo.
Él
se voltea cuando yo iba apartar la mirada y me encuentro dando un respingo,
asustada. La idea no era que me atrapara observándolo…
Sonríe
y menea las cejas de arriba hacia abajo con diversión.
—Sé
que soy guapísimo, Liz, pero… Contrólate.
Llevo
mis manos a mi boca, aguantando la risa. No puedo controlarlo y rio con ganas.
¿Cuántas veces he reído hoy también? Es igual que con el “sí”, más de las que
puedo contar en toda mi vida. Observo con atención a Trey, él tiene algo
especial. Algo que nunca nadie había logrado desatar en mí.
Ups,
ahí está esa cosa en el pecho otra vez.
Lastimosamente
—Oh no debería pensar así—, observo cómo ya estamos en la calle en la que
usualmente me deja. Los faros que iluminan la noche parpadean con inconstancia,
dándonos a saber que las horas de llegar no son de su agrado.
Trey
sale rápidamente del carro, aunque yo iba a abrir sin su ayuda. Me encuentro
ante su rostro sonriente y me tiende una mano para ayudarme a bajar. La tomo de
forma cohibida y le regalo una pequeña levantadura de labios.
—Gracias
por hoy, Trey. Espero… espero que sigas mejor de la costilla —me sonrojo ante
el recuerdo de él sin camisa. Es la primera vez que me alegra que sea de noche.
Me
guiña con picardía.
—Lo
haré, Lizzie. —se inclina ante mí, casi hasta la altura de mis ojos. Mi rojo
aumenta—. Buenas noches, ángel.
Y
entonces, me da un beso en la mejilla, su típica despedida.
—Adiós…
—susurro, dándole una última mirada. Analizo sus ojos antes de irme, como si
los quisiera memorizar la pintarlos ante un lienzo y luego hago algo
inapropiado de mí. Salgo corriendo en dirección a casa.
Cuando
estoy casi llegando, escucho el pitido de un carro y sé que es el de él, pero
no me devuelvo a verlo. Por hoy, no lo haré.
Finalmente,
llego al porche de la casa y saco las llaves, entrando para resguardarme del
frío que no me había dado cuenta que estaba haciendo. Me froto los brazos para
calentarme un poco y me apoyo contra la puerta, dándole la bienvenida al calor
de mí ya usual casa. Dejo todo en la mesa de al lado y tomo aire, porque la
casa está oscura y sé la razón de ello.
Papá
está en casa, de noche, con un queque lleno de velas encendidas y espera por
una sola cosa o por una sola persona. Una persona por la cual nunca aguarda.
Que solo espera, en esta fecha…
Yo.
PD: Dios, lo prometido es deuda, chicas♥ Perdonen la tardanza, el cole me mata u.u Pero aquí está ;3 Espero les guste ^^
PD2: La imagen habla por sí sola xD
PD3: ¡EN 10 PÁGINAS TENDRÉ 200 PÁGINAS DE ESTE LIBRO! Bob esponja, qué orgullosa estoy♥
¿Enserio? ¿Nos dejas así sin más?¿Sin beso ni na' de na'? Solo me queda algo que decir: otro, otro, otro (8) Y, y, y... ¡oh dios mio, no se que decir! Es que Trey.. Trey.. ¿dónde hay un Trey cuando se le necesita? jajaja
ResponderEliminarYa espero impaciente al siguiente :)
Besoos^^
JAJAJAJA! Me mataste de la risa con lo de "sin beso ni na' de na'"? JAJAJAJA! xD Sí, las dejo así ;3 Perdona, tendrán que sufrir un poco más conmigo, no vaya a ser que me dejen de leer cuando obtengan el beso D: xD
EliminarJajajaja, hay un Trey.. um... en mi mente(?) xD
Mil gracias, Lidia ;3
Teeeeeeee mando besos y apapachos GIGANTES♥
Mel(:
Preciosa!!!
ResponderEliminarque ya hacias falta!!!
Lidia ya lo dijo Todo.... asi que... esperamos el proximo, linda!!
besotes y apapachotes!!!
PD: A las chicas del foro les encantaria leerte!!!
Liiinda! ESTOY VIVA! JAJAJA xD
EliminarAalsdjlaskjdslkdjf, me alegra que te gustara ^^!!
Teeeeeee mando besos y apapachos♥
Mel(:
PD: En el foro ya está subido ;3
Meeeeeeeeel shit, este capitulo fue como una montaña rusa fue tan tan akdfhadkjfhadkjhafkjhdfkjhdaff osea, entendes? xd Amo como piensa Trey*-* Vive en su mundo... Liz... pobre D: sufrio tantooo >.< ... Rocky♥ Gatito lindo, es bastante vivo(? Jason... jason jason jason -.-" Dioooos faflkjdhadkfaklfjadkfjkadfjkj Estab re metida, esperando el beso y aparece JASON afkhdfkjhadkfjhadkfhadf todo bien, pero lo odie<.< hace eso devuelta y... me meto a tu novela y me lo llevo a rastras de ahi u.u
ResponderEliminarSoooon taaaaaaaaaan lindos Trey y Liz♥ Espero el capitulo 13 *O*
Pd: te me hiciste rogar mujer-.-
Pd2: Mañana empiezo el colego D: pto colegio que interfiere en nuestras vidas(?
Pd3: tengo hambre T.T
Besos, y saludos para Trey, que todaba no lo agrege, perdon xd
Cami :3
JAJAJAJA xD Curiosamente, SIEMPRE te entiendo, mujerr♥
EliminarAaalksjdlkjdf, me alegra mucho que ames cómo piensa Trey x33!! Y sí, vive en su mundo e.e Lizz... lalala... Lizzie... e.e Jajajaja el gatito es un pervertido ;3 Y Jasooooon... MUAJAJAJAJAJAJA! Odiálo, después lo amarán JA! xD
O.o Creo que sí lo harías, lo sé... JAJAJA
Aalsjdlaskjd, mil gracias Cami, vos levantas mi ego de una manera increíble♥
Teeeeeeeeeeeee mando besos y apapachos ;3
Mel(:
PD: Jajajaja, puuucha, el cole me hace ser rogada(?)
PD2: D: SOBREVIVE, CAMI, NO MUERAS! ._. Yo estoy aquí para apoyarte(?)
PD3: Yo no, ya comí ;3
PD4: Amo tus posdatas, shite xD
Jajajaja, él te esperará ;3
Increible, simplemente perfecto, valio la pena esperar tanto este capitulo quedo sensacional, precioso, encantador, wao podría definirlo de mil maneras, enserio tu escribes muy bien.
ResponderEliminarAwwwwwww Trey el es tan como decirlo, ¡tan perfecto! el chico que toda chica quiere y quien es la afortunada de tenerlo Lizzie, ella tambien es tan adorable, tiene una forma de ser increible, parece una chiquilla, inspira tanta ternura Trey Y Lizzie Los Adoro y Jason ese chico me cae bien es algo inusual pero se ve que es un buen amigo. Bueno esperare muy ansiosa el proximo capitulo lo dejaste en una parte muy intrigante, ¿que ira a pasar', ¿cual sera la reaccion de su padre?, no seas mala sube pronto ese capitulo
Bay cuidate mucho :DDD
Aalsdjlaksjdfsldkfj, ohporBob, qué comentario más hermoso *-* Si llorase muy a menudo, habría llorado de la felicidad TT^TT!!!
EliminarAiiiiiins, gracias Anny :$! Me subes el ego de una manera que buenoo... ni te imaginas! JAJA :3
OhBob, me alegra mucho que Trey te parezca así♥ Cuesta crear un chico en una historia y decir ¿sonará como un chico o como una mujer o un chico afeminado xD? En serio, suele pasar ._. Cuando ustedes dicen este tipo de cosas es tan... uf *-*
JAJAJA Lizzie, esa chica es mi orgullo ;3 Nunca pensé que lograría escribir a alguien... tan... como ella e.e Yo soy su contrario, así que cuesta xD Jaaasoon... algún día lo amarás ;3
¿QUÉ PASARÁ O.O!? CHAN CHAN CHAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAN >-<! Jajaja ^^
Bueno, cuando salga de exámenes, escribiré como loca y en Semana Santa... ¡JA! Ahí escribiré como 3 capítulos xD Así que, ahí vamos (?) ;3
Miiiil gracias por tu comentario, Anny♥ En serio que me alegran mucho, me inspiran a seguir escribiendo :3
Teeeeeeeeeee mando besos y apapachos GIGANTES♥
Mel(:
Hola Mel: Se te extraña!!! Al menos yo >_<
ResponderEliminarPaso rapidito para decirte que tienes un premio en mi blog http://freshwoman-bi.blogspot.com.ar/
Espero te guste y lo traigas para aquí...
Besitos =)
Aakshdskjhdm SILVYA! También te extraño un montón u.u
EliminarAiiins ya me paso a comentarte ;3
Teeeeeee mando besos y apapachos♥
Mel(: