4 de marzo de 2013

Capítulo 12.


“You turn my cheeks the color of my hair”

--Ed Sheeran (One night). 

 Trey.

Podría estarme arrepintiendo ahora mismo. Es más, debería estarlo haciendo. Tal vez, lo más sensato sería estar turbado. Ya sabes, no es como si todos los días le dijeras a la gente lo mucho que odias a tu padre y su maldito machismo, pero al parecer, no es algo que afecte mucho mi mente. Es más, afectar ni siquiera es una palabra correcta entre lo que pasa por mi cabeza. Alivio, es otra. Haberle contado a Liz fue tan… liberante. Como si pudiese entenderme de una manera que yo no puedo descifrar… Juraría que saboreaba en sus propios labios mi dolor, aunque claro, la muerte de su madre no debió haber sido nada fácil en su tiempo —no creo que ese tipo de situaciones sean lindas. 

Supongo que parte de mi “liberación” y no sentirme mal es porque la hice feliz. Estaba tan emocionada escribiendo las diferentes teorías, tan interesada, que al observarla así, con un brillo en sus ojos que tal vez no vería muy a menudo, simplemente valió la pena. Fue como si al abrirme, le hubiera abierto puertas de un lugar al que yo ni siquiera sabía que existía. Puede ser que estoy mal por tanto medicamento y ahora divago.

Como última instancia —y como… lo único restante—, podría haberme vuelto loco… Pero, ¡vamos! Estoy más cuerdo que una cabra.

—Trey… —una voz melodiosa me saca de mis pensamientos. Observó a Lizzie con sorpresa—. Oh, perdón, ¿te interrumpí?

Sonrío. Es la primera vez que me preguntan si me “interrumpieron” en una conversación conmigo mismo.

—No, pensaba en estupideces —frunce el ceño ante mis palabras, no convencida—, ¿qué pasa, ángel?

Se sonroja un poco ante la palabra. Doy una risa pequeña, ya debería acostumbrarse.

—Ya terminé, pensaba que podríamos irnos o… bueno, irme. No es como que tengas que dejarme, pero tal vez tienes algo que hacer y te estoy reteniendo y como ya terminé, pues ya puedes viajar a tu casa. No es como que ocupe más ayuda, además está fácil y supongo que ya estás cansado y sueñas con dormir una siesta o…

Meneo la cabeza, un poco aturdido. Cuando se pone nerviosa, habla demasiado rápido.

—Woa, Liz, tranquila. Planeaba llevarte a casa sin tutorías, no es gran cosa.
Aparta la mirada, avergonzada. 

—Claro, yo… —una pequeña sonrisa se forma en su boca—, gracias.

Le guiño un ojo, divertido. Mientras me levanto de mi asiento, separo la silla de la biblioteca con cuidado y la ayudo a hacer lo mismo que yo hice, tomándola de la mano. El mínimo contacto la hace ponerse roja y yo realmente quiero carcajearme. Ver cómo es, la forma en que se pone con un simple cumplido es realmente divertido, nunca me había pasado con nadie. 

Salimos de la biblioteca a pasos lentos, con mucha paciencia podría decirse, pero en realidad, no tenemos prisa. Nuestras pisadas son lo único que se escucha, el rechinar de los zapatos extendiéndose por el iluminado pasillo que en pocas horas, tétrico parecerá. El silencio no es incómodo, de hecho, podría decirse que es reconfortante, sin embargo, he aprendido últimamente que, cuando Liz va demasiado callada, significa que sus pensamientos están yendo por caminos a los que no deberían ir —como pensar que voy a acorralarla en una esquina, en lugar de imaginar pajaritos y umpalumpas que cantan “Willy Wonka” repetidas veces.
Okay, no creo que Lizzie vaya a pensar en eso nunca…

Bien, lo acepto, eso solo lo piensa alguien tan loco como yo. Tal vez debería visitar a ese psicólogo que mamá dijo… 

Nah, estoy perfecto.

La luz del sol asoma por las ventanas del colegio, haciéndolo tener un tono anaranjado y rojizo a la vez, un poco impresionante. Me recuerda al sonrojo en las mejillas de Liz, no por su color —mentiría si dijera que se pone de un tono naranja. Tampoco es anormal—, sino por la forma en que demuestra unas cosas con eso: emociones, vida. De nada serviría que ella viviese, si no mostrara lo que siente. Muchas veces, puede guardarse lo que sufre, lo sé y eso, en cierta parte, me aflige. Me aflige, porque sé que ella guarda secretos de los que a lo mejor nunca me enteraré, sin embargo, sigo empeñado en pensar que algún día me los confesará. Con todo esto, a lo que vengo es que el atardecer me recuerda a ella. A su color rosa cuando se avergüenza, porque eso solo me demuestra, que aunque mantenga mucho para sí misma, en cierta parte, he logrado ver una emoción que tal vez nunca quiso enseñar, pero que ahora, sin poder evitarlo, lo hace. 

Dios, cuántas vueltas doy en mi cabeza. Ni siquiera sé si me entendí yo mismo.

Finalmente —y permitiéndome salir de mis propias ensoñaciones—, poso mis ojos sobre ella, quién va —para variar—, con los ojos fijos en el suelo, su rostro escondido tras una cortina de cabello.

Ruedo mis ojos, frustrado.

—Siempre recta o te jorobarás —reprendo, colocando mi mano en la parte baja de su espalda. Da un respingo igual al de un ratón y su cabeza se alza con velocidad, más roja que un tomate. Rio, divertido. Esto es a lo que yo me refiero.

Me ve directamente con ojos apenados y ni siquiera me ocupo en inmutarme por la acusación en ellos. Luego, dándose cuenta de la mirada que me dio, se avergüenza todavía más y la desvía, observando a los casilleros como si fuesen la cosa más interesante del mundo.

Claro, porque unas cosas metálicas con color gris son mucho mejores que mí persona. Está bien, no soy el mejor partido, pero tampoco me ganan unos casilleros.

¿O sí…?

Nah.

Con lo que parecen segundos, llegamos a las grandes puertas de la entrada y las abro, dejándola pasar primero, alargando mi brazo para que lo sepa. Sonríe un poco, sin embargo, después la borra de su rostro tan rápido que podría jurar que fue mi imaginación. Aunque yo sé que no lo fue. 

Saco las llaves del carro de mi bolsillo y lo abro a distancia, indicando que ya podemos entrar. Liz se dirige a la puerta por sí sola, pero yo salto como un tigre en busca de su presa, evitándolo. 

—Ea, tú sabes que yo siempre te abro la puerta, señorita. No tu mano, que Dios no lo permita —con eso, coloco mi mano en la manija de la puerta, invitándola a pasar. Le sonrío grande y ella me devuelve la sonrisa, riendo un poco. 

Mientras me voy apeando al carro a mí vez, recuerdo el día en que la conocí, la primera vez que la escuché reír. Pensé que su risa era ronca, de ese tipo de risotadas que han perdido su melodía natural por el simple hecho de no carcajearse demasiado. Recuerdo haber pensado que no tenía el disfrute de una risa normal del día a día… Y ahora, oyéndola con detenimiento de nuevo, sonrío. Sonrío porque antes sonaba oxidada. Ahora se escucha usada, diferente. Es como oírla hablar, pero en un tipo de canción tan hermosa que hace que los vellos de tus brazos se pongan te punta. Así de preciosa es su risa… 

Y pensar que antes no la usaba. 

Enciendo la ignición y pongo la radio, dejándola fluir a través del carro para llenarnos con ruidos necesitados. Nos hago salir de ahí, dejando atrás el colegio.
Volteo a ver a Liz, con una sonrisa. 

—¿Qué le dijo un perro a otro perro? 

Ella me da una mirada confusa, seguramente pensando en por qué rayos yo le estoy preguntando algo tan estúpido de la nada, cuando no veníamos hablando de algo en específico. 

—Am… —observa hacia la ventana, pensando en una buena respuesta—, ¿guau…?

Rio, triunfal.

—No. 

Frunce el ceño, extrañada.

—Entonces, ¿qué le dijo?

Alzo mis cejas, meneándolas de arriba hacia abajo con mi usual estupidez.

—Nada, porque los perros no hablan.

Se queda callada unos segundos, mirándome con una cara de “¿hablas en serio?” y luego la observo combatir con una risa, mordiéndose el labio.

Y entonces se ríe. No una risa pequeña. Tímida. Sino que se ríe, carcajeándose, realmente riéndose. De esas que se escuchan por todo el carro y yo sonrío feliz, porque eso era lo quería, oírla reír de nuevo. 

Noto que también se pone roja cuando lo hace, eso es todavía más adorable.

—Te ves linda cuando ríes, ángel —le confieso, guiñándole un ojo. Es como si yo fuese un interruptor para ella, porque apenas pronuncio las palabras, se apaga al igual que una regadera al ser cerrada. Creo que su sonrojo ahora es el de siempre. 

—Ah, yo… —me ve un instante y luego aparta los ojos de mí. Bueno, antes ni siquiera me veía. Es un avance —, ah, gra… gracias. 

Mientras me divierto con su tartamudeo, doy una vuelta en la siguiente calle, al lado derecho. Siento su mirada aturdida sobre mí.

—Espera, no estamos yendo a casa. 

Am, no.

—Realmente esperaba que me acompañaras a la mía un momento…—sigo sintiendo cómo no entiende nada—, quiero presentarte a alguien especial. Después de todo, creo que mereces conocerlo por todo lo que has hecho por mí hoy.

Parpadea 3 veces seguidas, tratando de analizar todo. Cuando busco sus ojos y los encuentro, veo pánico en ellos, más que pánico, terror. 

Bien, eso no está nada genial.

—Liz… —le doy una mirada preocupada y tomo su mano sobre las marchas. Da un salto al sentir mi tacto sobre el suyo —. Tranquilízate, no te haré nada malo, lo prometo.

Traga, fuertemente. Creo que oí el proceso. Su vista se comienza a humedecer y ahora yo soy el que traga, realmente no pensé que se fuese a poner así.
—Lizzie…

Un sollozo se sale de sus labios. Mierda, ya estamos en casa, no hay vuelta atrás. Aparco el carro en el garaje y salto del asiento hacia afuera, rodeando el auto y llegando hasta su puerta, abriéndola. Ella llora, fuertemente. Se agarra al cinturón como si le fuese a hacer daño, como si no supiese quién soy yo. Se me parte un poco el corazón, jamás pensé que unas simples palabras y direcciones podrían hacerle daño. 

Con cuidado, desabrocho el cinturón, sin embargo, no lo suelta. Lo sostiene con fiereza. Trato de pensar en el por qué de su reacción, pero me doy cuenta que este no es el momento para eso. Con mucho costo, logro zafarla y finalmente, la saco a rastras del carro. Se para en el asfalto, decidida a no moverse y yo no puedo evitar la mirada de dolor que sé que se ha expandido por mis ojos.

—Ángel… —le toco la mejilla con cuidado, llevándome unas lágrimas tras la caricia—. No te voy a hacer daño. 

Me ve, realmente me ve esta vez y tiembla. Tiembla como un chihuahua con frío. La abrazo fuertemente y entonces se retuerce, golpea, trata de alejarse. “No” me dice, “no lo hagas”, grita. “No te he hecho nada”, termina. No la suelto, sin embargo, porque sé que algo anda mal. Eso no es normal. 

Le acarició el pelo, aunque mi pecho duele por sus golpes tan fuertes. Coloco mis labios en su oído y respiro contra ella, acariciándola con mi nariz. 

—Shh… —susurro, tranquilizándola—, no te haré nada, ángel. Nada. Absolutamente nada, nunca. Te lo prometo, linda, en serio.

Sus puños dejan de golpearme, su pulso se realentiza, su cuerpo se relaja. La siento rodearme, abrazarme y ahora soy yo el que se siente mucho mejor, porque realmente me estoy sintiendo como una mierda. ¿Qué le haría yo? ¿Por qué le haría algo?

—No quise asustarte, Liz. Te llevaré a tu casa ahora mismo.

Menea su cabeza o eso parece cuando lo hace contra mí.

La separo un poco, para verla a los ojos.

—¿No?

Vuelve a hacerlo, sorprendiéndome.

—Pero… acabas de tener un ataque de pánico o no sé cómo putas se llame eso. Me asustaste, Liz, no quieres estar aquí. 

Finalmente, me observa directamente a los ojos, sin quitar o desviar la mirada. El color miel en ellos me indica que hay más que un simple ataque de pánico en todo esto.

—Hoy… hoy es… —traga el nudo en su garganta—. Mamá cumplía años hoy y… Papá lo celebra todos los cumpleaños. Se pone… se pone… Y entonces, él… Y tú dijiste… Yo no quería ir a casa y… 

Oh por toda la mierda. 

—Muy bien, no digas más. —se atraganta con las palabras no pronunciadas, pero no quiero escuchar. Sé dónde va eso—. Entremos a casa, linda. 

Sin siquiera dejarla protestar, tomo su mano y la dirijo por el jardín, entrando como Pedro entra por su casa. Se deja llevar como una muñeca de trapo y grito lo de siempre.

—¡Honey, I’m home! —espero que Rach salga de su cuarto, pero seguramente fue a donde alguna amiga, o eso supongo cuando no oigo sus característicos pasos en el pasillo. Me encojo de hombros ante Liz; nadie está en casa. 

La llevo hasta la sala, donde la hago sentarse en el sillón para dos que hay en un lado y le regalo un guiño, yéndome unos segundos. 

Sus ojos aun húmedos vagan por la habitación, tomando cada centímetro de ella, como memorizándola. Creo que veo un atisbo de sonrisa, aunque podría haber sido mi imaginación. Está tan concentrada que ni siquiera me pregunta hacia dónde voy. 

Corro hasta la cocina, buscando una mancha anaranjada con pelos. También unos ojos verdes, aunque esos son más difíciles de identificar a distancia. Mamá le colocó una mantita azul hoy por la mañana junto con una caja de cartón cerca de la refrigeradora mientras le conseguimos una cama decente, pero el bendito gato es realmente escurridizo. En un momento está a tu lado y al otro, ya está tirándose de la ventana, creyendo que es batman o una cosa parecida. 

Gatos.

Oigo algo como un “Ah…” de parte de Liz y creo haber encontrado mi bati gato.
Vuelvo a irme hasta la sala, donde Rocky está acurrucándose al lado de Lizzie, prácticamente restregándose contra su cuerpo. Ella lo mira con ojos abiertos, toda tristeza olvidada. 

—Eh… yo… —me mira con confusión—, ¿tienes gatos?

Rio mientras me acerco y me siento a su lado.

—Realmente, no tengo gatos, tengo un gato. —acaricio el lomo de Rocky con cariño, meneando mi cabeza—. Se me adelantó, sin embargo, porque la idea era presentarlos formalmente, no que el bandido se presentara por sí solo. 

Lizzie nos analiza con un rostro extrañado.

—Liz, él es mi gato nuevo, Rocky. Rocky, ella es Lizzie, de la que te hablé hoy por la mañana —. El felino la mira con ojos abiertos, tiernos. Le lame el rostro, maullando a su vez—. Ja, esto es divertido, la idea de presentártela no era que me la quitaras gato tonto. 

Él me regala una mirada asesina. Yo se la devuelvo. 

Mi ángel ríe con soltura y menea su cabeza con mucha diversión. Toca a Rocky como si fuese algo delicado y agradece su tacto, se nota. 

—¿Por qué le pusiste Rocky? —me pregunta, poniendo toda su atención en él.
Okay, estoy empezando a arrepentirme de presentarlos.

—Bueno, realmente lo adopté apenas ayer… Ni siquiera es realmente mío. —sus cejas se levantan con sorpresa—. La verdad es que, antes de meterme en la pelea con… Derek, él estaba en mi camino. Lo alcé y me lo iba a llevar, pero entonces me acorralaron y lo dejé a un lado, sin embargo, él medio peleo con ellos. Fue realmente gracioso. 

Me rio al recordarlo. 

—Al final, Jason me trajo a casa y él se vino conmigo, así que decidí ponerle así: Rocky. Como el de las películas “Rocky, la roca”, porque luchó como todo un minino. 

Haciéndome dudar de si entenderá el lenguaje humano, él maulla, dándose a oír. 

Liz le sonríe. Creo que realmente le gusta. 

—Es tan lindo…

Ruedo mis ojos.

—Deberías ver lo que le hice al colchón donde duerme Jason…

Frunce el ceño, confundida. 

—¿Quién es Jason?

Me encojo de hombros.

—Mi mejor amigo. Se quedó a dormir y él le arruinó su cama. O bueno, más que cama, el colchón donde duerme. 

Comprensión cruza por su rostro y un poco de regocijo, creo. Se distrae un poco con el pelaje del gato, pasando sus dedos a través de él. Nada tonto ni perezoso, se deja hacer, aunque creo que la que más disfruta del contacto es Lizzie, como si la llevara a un mundo de pensamientos al que nadie tiene acceso… Y luego, su mirada se torna oscura y avergonzada. 

Ah, ya sé qué va a decir. 

—¿Es él al que me ibas a presentar?

Hago una mueca. 

—Mmm… no, realmente te iba a presentar a mi gatito, pero sí te quería presentar a Jason algún día. 

Su rostro se sonroja con gran pena, una vergüenza diferente a la usual. Ve a Rocky unos segundos más y con una última muestra de afecto, lo deja ir, haciendo que él se vaya dignamente del sillón y por último, de la sala. Ya era hora de que este traicionero dejara de coquetearle. Es una humana, no puede enamorarse de ellas… Debo explicárselo más tarde.

Le da una terminante mirada, como si lo hubiese rechazado y ella vuelve a sonreír de manera simulada, sin embargo, el embarazo sigue ahí. 

—Trey, realmente lo siento, yo no sé qué me pasó ahí afuera, es…

—¿Quieres venir al cumpleaños de mi hermana la otra semana? —digo, interrumpiéndola. Ya tendremos tiempo para hablar de lo que pasó allí afuera. Mucho, no pienso presionarla.

—¿Ah? —el aturdimiento que muestra es impresionante.

Le sonrío con dulzura.

—Rach cumple 14 el otro viernes, pero le haremos una fiesta el sábado, que cae 4 de febrero, un día después de su cumpleaños. Sus amigas vendrán y también la familia y todo eso. Es un poco aburrido, pero me encantaría que vinieras. 

Su boca cae tan abierta, que una mosca podría entrar en ella y caer dormida. Se ve tan graciosa. 

—Tú… tú… ¿quieres que conozca a tu familia?

Ah… esto no suena bien.

—Realmente no me refería a que… ya sabes, a que lo veas de un lado malo o apresurado. Somos amigos y eso, pero no para que entres en pánico o lo que sea, porque no es como que signifique algo más o…

—No, claro, eso sería raro…

—Sí y además, podemos… yo… No sabemos si… —Dios, ¿realmente estoy tartamudeando? 

Mierda, respira Trey, respira. 

Con un último suspiro, me suelto. 

—La cosa aquí es, ¿vendrías?

La cara que pone es extraña, como si no creyese lo que le digo. Espera unos segundos, pareciendo como si tratara de ver cuándo le voy a decir “¡Broma!”, aunque yo me quede callado. Finalmente asiente, poco confiada y yo suelto el aire que ni siquiera había notado que estuviese conteniendo. 

Sonrío de manera grande. MUY grande. Me acerco todavía más a ella. 

—Sabes, hablando de cumpleaños… —la miro de reojo, como quien no quiere la cosa—, el tuyo está cerca. 

Su risa suena ahogada, casi burlona. 

—Faltan como 3 semanas, Trey y además… Es San Valentín, nada extraordinario. 

Me encojo de hombros.

—Deberíamos salir, hacer algo…

No la estoy viendo, de hecho, observo la ventana, esperando su respuesta. El silencio que se forma entre nosotros me parece sepulcral, igual al que se hace en un cementerio y esta vez frunzo mi ceño a lo gigantesco. ¿Ahora qué rayos hice?

Volteo mi mirada hacia la de ella, que me la devuelve con ojos abiertos. Me perdí de algo…

—¿No hacemos nada, entonces?

Sigue observándome, como en shock. Bien, realmente tuve que hacer algo mal. 

—Liz…
Abre su boca varias veces, como un pescadito fuera del agua, tratando de hablar. 

—Tú… —vuelve a abrir los labios, fijándose en sus manos juntas—¿Me… me estás invitando a salir o algo por el estilo?

Inmediatamente, cuando las palabras son pronunciadas, se sonroja. Tal vez piensa que es atrevimiento, aunque yo pienso que es divertido. 

Medio asiento.

—Podría decirse que sí, la cosa es celebrar tu cumpleaños. Emborracharnos y eso. 

Aunque le sonreí, de pronto se puso muy seria. 

—Nada de borrachos, por favor. 

Me rio con ganas. 

—Bromeaba, ángel. Solo digo que podríamos celebrar un poco, después de todo, son 18. ¡Serás mayor de edad, como yo!

Sus largas pestañas aletean, enseñándome esos hermosos ojos miel. Curiosidad cruza por ellos y es en momentos como estos en los que me pregunto si su inocencia será natural, si realmente alguien puede ser tan malditamente adorable como ella.

—¿Tú ya eres mayor de edad? —pregunta, moviendo una pierna a su vez. El simple movimiento es un poco exótico, raro, fuera de lo común. Mis ojos son atraídos al columpio que hace con su pantorrilla, mientras asiento, distante. 

—Cumplo años el 17 de enero, así que sí. —La miro con severidad, de un segundo a otro—Y ya sé lo que dirás, cumplí hace poco, lo sé, pero aquí hablo de ti. Así que… ¿serías tan amable de acompañarme a salir, Elizabeth Sprout? 

Sé que quiere protestar, decir algo de mi cumpleaños, sin embargo, creo que le gané cuando dije su nombre completo, pues sonríe tímidamente y me dice que sí, lo que me hace feliz. Más de lo que debería. 

—Bien… —susurro, cerrando el espacio que quedaba entre nosotros—, te recogeré en tu casa a las 7:00 de la noche, el viernes 14 de febrero. Sin peros. 

Asiente, un poco hipnotizada. Su mirada cae a mis labios y sé que una sonrisa se cruza por mi rostro.

—Y Lizzie… —digo, dejando que el dorso de mi mano se arrastre por su delicada mejilla. Ella se sonroja, se tensa, contiene la respiración.

—¿Sí?

La observo varias veces, deseando nunca tener que dejar de verla porque, mierda, ella… Hace que te quedes sin aliento. 

—Nunca nadie, nadie, debe hacer llorar a un ángel… —acerco mis labios a su oído, casi contándole un secreto —Menos a uno tan hermoso como el que tengo frente a mis ojos.  

Cuando me separo un poco, me doy cuenta de que pensaba que estaba a una lejanía prudente entre nosotros, pero ahora veo que lo que nos separa son centímetros, menos que eso. Su aliento se atrapa en su garganta y siento como yo hago lo mismo. Se inclina un poco, o tal vez yo me incliné, pero estoy tan cerca que huelo su olor a miel, a vainilla, a algo delicioso. 

Un pelo rojizo cae por su mejilla y yo lo observo caer, tenso. Podría decir que algo se apoderó de mí, alguien más, tal vez Rocky, a lo mejor un fantasma que vive en casa y yo ni enterado, pero mi mano va inconscientemente hasta ese cabello que adorna su rostro y lo devuelve a su lugar, dando paso a una caricia no intencional. Se muerde el labio, nerviosa y yo trago fuertemente porque ese solo movimiento me ha hecho perder la razón. Mis ojos ya cayeron en la trampa, no se despegan de ahí. Mis dedos rozan su mejilla de nuevo, viendo sus pecas enrojecer. Cómo quisiera contarlas, ver cuántas tiene, darme cuenta de las muchas peculiaridades que puede tener esta hermosa chica. Cuánto tiene que yo no he visto aun. 

La curiosidad mató al gato, me decía mamá. 

Nuestros ojos se cruzan, mi mente se detiene, todo parece hacerlo. Rozo con el pulgar su mandíbula, mi tacto cae a su cuello, percibo su pulso acelerado, tanto como el mío. Experimento electricidad corriendo a través de nosotros, a través de mí y entonces, quiero ver por qué el gato murió en el refrán. Realmente, quiero que la curiosidad me haga caer. 

No me contengo, puede que no deba hacerlo y mimo su mejilla, más un roce que todo y luego, sí lo hago. Sí beso su piel, su pómulo y la siento relajándose, casi dándome su aceptación. Nos vemos una última vez y entrecierra sus ojos, prácticamente acercándose por sí sola. 

No pienso. No existo. No hay nada en este momento que no sea ella. Su olor, su suavidad… 

Ella, Elizabeth. 

Nuestras narices se tocan, su color miel desaparece tras sus párpados y lo único en lo que me puedo concentrar es en nosotros y en nada más. Sé que mis ojos se están cerrando cuando mi mano baja hasta su cuello y entonces casi saboreó sus labios cuando… 

—Y tú negabas que te gustaba, maldito idiota. 

Cuando el imbécil de mi mejor amigo entró en escena. 

Y realmente me prometí que no se lo perdonaría. Mierda, lo torturaría por toda mi vida… 

Si no es que no lo mataba antes. 


 Elizabeth.

Color sube por mis mejillas. No, color no es la definición adecuada. Un volcán, sí. Creo que hasta estoy ardiendo en llamas, algo realmente notorio.

Un chico bastante alto —casi del tamaño de Trey, podría decir—, con pelo negro y unos ojos azules que podrían penetrar a cualquiera se encuentra apoyado en el marco de la puerta, observándonos con una triunfal sonrisa en su rostro. 

Me aparto rápidamente de Trey como acto de reflejo, solo que no me había dado cuenta de que no puedo, porque estoy prácticamente acorralada entre su cuerpo y el borde del reposabrazos. Nos miramos el uno al otro, casi como si la palabra “atrapados” se hubiese grabado en mi frente y entonces él se separa lentamente de mí, levantándose con tanta calma que da miedo. 

Voltea a ver al muchacho con una sonrisa forzada en su cara. 

—Jason… —se acerca a él con calma—, ¿te importaría ir a hablar a la cocina?

El que supongo que es “Jason” alza una ceja con ironía.

—¿Y no me presentaras a la hermosa damisela aquí presente? 

Suspira, frustrado. Veo como sus hombros caen con enojo.

—Si vamos a hablar ahora mismo, te la presentaré con ojos y pelos contados, pero ahora, vas conmigo.

Él hace una mueca, como diciéndole “no”, sin embargo, puedo ver cómo realmente va a aceptar. Si es su mejor amigo, sabe lo que realmente le conviene y estoy segura de que así es. 

—Bien, pero que sea rápido —me analiza de pies a cabeza y sonríe a mi dirección con dulzura—, creo que disfrutaré de esto.

Alguien da un bufido y ambos salen de la sala. No puedo evitar verlos con atención. Sus pasos son muy parecidos, como si fuesen hermanos de sangre, aunque sé que eso es imposible. No son nada iguales. Mientras que uno da un aire de confianza, seguridad y ternura, el otro se muestra en cierta parte rudo, aunque adorable, de ese tipo de chicos al que tienes que ir desenvolviendo capa por capa para llegar a su verdadero yo. Sin embargo, si los colocas el uno al otro, rápidamente verás que son un poco opuestos… Tal vez por eso se llevan tan bien.

Antes de irse totalmente de la sala, Trey se voltea con agilidad y me regala una radiante sonrisa, guiñándome un ojo.

—No tardo nada, ángel. Estás en tu casa. 

Quería responderle, en serio que sí, pero él ya se había volteado del todo, saliéndose de mi punto de vista. Creo haber escuchado algo como “¡Le dices ángel, mierda!”, aunque podría haber sido mi imaginación. O tal vez no. Su mejor amigo parece bastante… atrevido. 

Me dejo caer en el sillón con un “puf” salido de mis labios. Mis dedos van directamente a mi rostro, que sigue ardiendo en rojo y cierro los ojos, tragando lentamente. ¿Qué acaba de ocurrir? Esa es la pregunta que cruza por mi cabeza. Quiero responder que no lo sé, que fue repentino, que nos sorprendieron, que él empezó, pero… Sé que mi pregunta no va dirigida solo a lo que sucedió hace unos segundos.

Se refiere a lo que pasó antes de entrar a la casa. A ese ataque de pánico que tuve en medio carro. Me sentía tan impotente, tan temerosa. Todo iba perfecto, me reía, nos divertíamos y entonces… Él dijo que íbamos a su casa y temí. Temí que Trey no fuese lo que aparentaba. Temí que fuese como los demás, que me humillaría. Temí que terminaría por llevarme a algún lugar oscuro y dejarme allí, golpeada. Pero lo curioso de ese último pensamiento fue que, cuando lo imaginé, no era él. Era papá y eso, justamente esa imagen me hizo sentir todavía peor. No quería estar allí. Quería irme. Quería escapar. De pronto no era a Trey al que tenía junto a mí, si no él. Mi padre y me hizo enloquecer. 

Lo golpeé, sé que lo lastimé, porque pude sentir cómo mis manos se desataron fuertemente contra su pecho, deseando salir. Me sentía atrapada, pues lo que mi mente había creado era que papá me tenía encerrada entre la pared, como aquella vez cuando tenía 10 y… todo fue oscuro. Se oscureció, ya no había carro o jardín. Ya no existían esos brazos fuertes que me sostenían, ya nada estaba claro y luego…

Él habló. Susurraba palabras, cosas como “confía en mí” o “no te haré daño” y eso me calmó de forma minuciosa. Tal vez no fue lo que me dijo, si no su voz. Su voz me había tranquilizado de una manera increíble. 

Cuando me dijo que volviéramos, que me llevaría a casa, me encontré diciendo que no. No porque era un compromiso, sino porque no quería volver. Por primera vez, me vi a mí misma alejándome de casa y me gustó la idea. La simple y remota idea de escapar. 

Pero eso no pasará. No creo que nunca lo haga.

Me encojo en el sillón, trayendo mis piernas hasta mi pecho. Puedo escuchar desde aquí como un “¡Debiste haberte callado!”, sale de la cocina y creo que se oyó un maullido, aunque puede que esté demasiado aturdida con todo el día de hoy.
Hablando de escuchar…

¿Acaso el chico dijo “y tú negabas que te gustaba”? Él dijo… sí, yo lo oí. Él dijo que yo…

Yo le gustaba.

Yo le gusto… le gusto, ¿le gusto? ¿¡Le gusto!?

¿¿¡¡Realmente le gusto!!??

Oh por Dios. Me atraganto con mi propio aliento. Chillo, realmente chillo y escondo el rostro en mis regazos. Siento el ya conocido ardor en mi rostro y muerdo mi labio, tratando de reprimirme. ¿Cómo le voy a gustar YO a Trey Petryfork? En serio, es como… tan imposible. Él tiene ojos verdes y… y es guapo. Y podría ser perfectamente popular —¡Dios, ya lo es!—, y es extrovertido y… tan… él. 

Yo jamás sería lo suficientemente buena como para gustarle.

Pero su mejor amigo dijo que yo lo hacía…

Y, ahora estuvo a punto de besarme, ¿no? 

¿En serio estuvo a punto de besarme?

Bueno, tal vez quería quitarme una basura del ojo… Después de todo, quitó un cabello que se había metido en el camino de mi pómulo, pero… Luego me acarició cuando no tenía nada y él acercó sus labios a mi mejilla de una manera tan suave. Su mirada era penetrante, intensa. Estaba tan cerca de mí… Y se puso un poco rojo cuando nos interrumpieron.

¡Él, rojo! Y se enojó… Tiene que haber algo allí que yo no esté viendo bien. 

Grito un poco, casi inaudiblemente. Esto no puede ser cierto, debo imaginar o sobreactuar las cosas. Él siempre es demasiado bueno conmigo —o hasta ahora lo ha sido—, y la verdad es que apenas llevamos 4 o 5 días de conocernos, ¿cómo le atraería en tan poco tiempo? Es algo mínimamente creíble. Además, puede que yo haya escuchado muy mal. Que mi propia mente esté volviéndose tan loca por lo que suele sucederme que ya fantasee con cosas que ni pasan. Tal vez, solo estoy haciendo un ridículo al darle un espacio en mi cerebro a todo esto. No hay respuesta, no tiene lógica. 

Mi pecho se hunde. Entonces todo fue hecho por… mi estúpida imaginación.

—¿Liz? —alzo mi cabeza rápidamente del hueco entre mis piernas, esperando que el rojo que tenía por mis propias… fantasías, se haya ido. Parpadeo varias veces, enfocando los hermosos ojos verdes que me observan con preocupación desde el marco de la puerta. 

—¿Sí? —pregunto, mientras ladeo la cabeza para que una capa de cabello caiga sobre mí. No debe ver mi rojo carmín. 

Él sonríe.

—Pensé haberte oído gritar, creí… —pasa una mano por su nuca, apoyando un hombro contra la pared. Los bíceps se le marcan con la camisa e inevitablemente, mi mirada cae allí—, que te había pasado algo o visto una cucaracha o una rata. Normalmente, cuando mamá o Rach gritan es por eso. 

Una risa cínica se arrastra por mi garganta. 

Créeme, las ratas y las cucarachas no tienen nada de qué asustarme. 

Guardo eso para mí misma.

—No, estoy bien. Tranquilo —trato de sonreírle de manera controlada, pero creo que lo que sale es una mueca. Sonríe naturalmente y con los mismos pasos moderados a cómo lo vi irse, se devuelve hacía mí, sentándose a mí lado con una delicadeza increíble. Nunca me había dado cuenta de la agilidad que demuestran sus pasos. 

Bosteza un poco y luego deja caer su brazo sobre el borde del sillón. Oh por Dios, ¿qué hora es? Debe ser tarde si ya está haciendo eso. Abro mi boca para preguntarle, pero entonces Jason entró a la sala y decidí quedarme callada.

—Así que… —dice mientras avanza con pasos felinos. Cuando está sentado —a mí lado—, se vuelve para verme y sonríe. Tiene lindos dientes—, ¿tú eres la novia de Trey, no es así?

Parpadeo varias veces, aturdida. Espero que un rojo suba por mis mejillas, pero nada. Me las toco con sorpresa y no puedo evitar abrir mis ojos un poco. ¡No me sonrojé!

Cuando volteó a ver a Trey, tiene la misma cara sorprendida y sus dos cejas están elevadas con diversión. 

—¿Me perdí de algo? —pregunta Jason, medio confundido. No lo culpo, fue una reacción extraña.

Meneo mi cabeza, arriesgándome a darle una mirada. Sus ojos azules me… encandilan.

—Es que, no me sonrojé.
Él alza una ceja con ironía. 

—¿Y debiste hacerlo?

Asiento con mucha efusividad. 

—Normalmente me sonrojo por todo. Yo… me pongo roja como un tomate. —el solo pensamiento me hace avergonzarme—Y no lo hice con tu comentario. Es extraño. 

Trey alza la mano con una sonrisa incrustada en su rostro.

—Secundo la moción. Siempre lo hace y sí lo es. 

Jason nos observa a los dos con un análisis curioso, hasta pícaro. Da una carcajada seca y se acuesta todavía más en su propio asiento, suspirando. Pareciera como si para él todo fuese obvio.

—Bueno, supongo que deberán darse cuenta ustedes solos. 

Frunzo mis cejas, desconcertada. Cuando observo a Trey, se encoje de hombros y rueda los ojos hacía mí, casi diciendo “no hagas caso, está loco”, creo que debo concordar esta vez con él. 

—Jason, ella es Elizabeth —me presenta Trey, señalándome con una dulce sonrisa en su rostro—. Lizzie, él es Jason, el estúpido mejor amigo del que te estaba hablando hace unos minutos. Y tú querías conocerlo.

Lo último lo dijo —creo—, con un tono de ironía. Quiero protestar y corregir que nunca dije que deseara conocerlo, pero eso sería realmente descortés, así que me limito a saludarle con la mano. 

—Mucho gusto. 

Él ríe fuertemente, moviendo su cabeza de un lado hacia otro, como si sus ojos no creyeran lo que ve. De pronto, me veo lanzada a dos fuertes y grandes brazos, sin embargo, sé que son diferentes. No los que me reconfortan, sino unos desconocidos, que me estruja sin razón alguna. Doy unas pequeñas palmadas a su hombro, incómoda. ¿Qué se supone que tengo que hacer cuando una persona que medianamente conozco me abraza de un momento a otro?

Supongo que devolvérselo, ¿no? Sería rudo no hacerlo.

Cuando finalmente me suelta, tiene un pequeño brillo en su vista, como si el simple hecho de que yo exista le alegre. Mi pecho se hincha con algo que no conozco, reconocimiento, tal vez. O puede que aceptación. La aceptación que me ha dado es tan repentina, sin juzgar, sin darme segundos vistazos, que en el momento en que me doy cuenta de lo que ha hecho, casi me dan ganas de volver a abrazarlo —cosa que jamás haría por cuenta propia—, porque él no criticó. Lo veo en su mirada. 

Trago fuertemente, debí suponer que sería igual a Trey en eso.

Jason sonríe.

—El placer es todo mío, linda. Trey tenía razón cuando dijo que eras una preciosidad —me guiña un ojo, pícaro. 

Me volteó en mi propio eje para darle un mejor vistazo a Trey. Me da miedo preguntar… Tal vez ni siquiera debería preguntar.

—¿Es verdad eso?

Pero aun así pregunté.

Él hace una mueca, como tratando de ver si lo mejor es decirme o no. Finalmente, termina asintiendo, con una media sonrisa incrustada en sus labios.

—Pero eso es un secreto que nadie más debe saber, Lizzie —dice y casi lo asegura con el último guiño que me regala. 

Entonces el color sí sube por mis mejillas. Quito la mirada rápidamente, observando a la ventana como si la oscuridad que se asoma a través de ella es la cosa más importante del mundo. Genial y yo que pensaba que ya había superado todo esto. ¿Cómo es que no me sonrojé con Jason?

Ahora ambos ríen y yo me estremezco. Su risa es tan… vibrante. 

Y… espera, ¿dije oscuridad?

Oh por todos los… 

—Trey, ¿¡qué hora es!?

Él mira tranquilamente al reloj de la pared. 

—Ah… Las 6:45, ¿por qué?

Una alarma se activa en mí. Papá está sobrio hoy y es cumpleaños de mamá. Compró un queque. Limpió la casa. Hoy… hoy… 

Hoy no puedo faltar.

—Llévame a casa, Trey, por favor. —el pánico se escucha en mi voz. Él lo capta inmediatamente y me jala del brazo suavemente, llevándome consigo.

—Jason, te veo en unos minutos, no hagas nada que yo no haría, ¿bien?

Él nos da una mirada extrañada, pero termina encogiéndose de hombros. Mueve su mano hasta la frente, en una especia de despedida militar y sonríe.

—Después de todo, es tu casa, así que puedo hacer cualquier cosa… —me regala una última penetrante mirada—Hasta luego, linda.

Una sonrisa tímida pasa por mis labios.

—Adiós, ¡fue un gusto!

Cuando pronuncio las últimas palabras, casi que ya estoy montada en el carro. Trey corre hacia el otro lado, haciendo sonar las llaves mientras se mueve. Lo veo venir, tan apresurado, preocupado, que tengo en claro que haría cualquier cosa porque yo esté bien y me siento estúpida por haber pensado que él me haría daño. No lo haría, es algo que ahora veo perfectamente. Algo explota dentro, en el corazón. No sé qué es, como una mezcla extraña entre esas raras mariposas que antes sentí y algo más cálido, mucho más fuerte. Un leve tono rosa se extiende por mis pómulos y trato de apartarlo, pero puedo determinar que no se quitará y es la primera vez que no quiero que se vaya… No quiero que esta sensación tan nueva se quite de mí. 

Parece ser tan perfecta. Algo perfecto, en alguien tan imperfecto como yo… Qué ironía.

—Listo —me dice Trey, mientras se monta al auto y coloca la ignición. Me regala una mirada arrepentida—, perdona ángel, no me di cuenta de la hora. Espero que tu padre no se enfade. 

Trago fuertemente. No, eso es lo peor de todo, hoy no se enojará.

Y prefiero su enojo ante todo.

—Está bien, no es tu culpa… —trato de darle una sonrisa tranquilizadora cuando observo que la casa ya se ve a lo lejos. Suspiro —No pude despedirme del gatito, me hubiera gustado hacerlo. Realmente me agradó. 

Él me sonríe de reojo, conduciendo lo más rápido que puede a estas horas de la noche. Por lo menos mi calle no está muy lejos.

—La próxima vez, tendrás bastante tiempo para hacerlo.

Frunzo mis cejas, confundida. ¿Habrá próxima…?

Oh, la fiesta de Rachel. Me veo mis manos, apenada. No sé ni por qué le dije que sí, lo más probable es que papá esté borracho y yo ni siquiera pueda salir de casa, pero… me invitó. A una reunión familiar y parecía tan equivocado negarme. Tan incorrecto. Preferí ser egoísta y dejarme llevar por el mínimo sueño de que sí podría ir… Pero es que realmente deseo hacerlo. 

Mientras observo cómo las casas pasan a una velocidad impresionante a través de la ventana, coloco mi cabeza en el respaldar del coche. Hoy le dije que sí a Trey más veces de lo que alguna vez le he dicho a alguien esa respuesta. Dios, creo que ni siquiera en un examen lo he puesto tantas veces. Sí a la fiesta, sí a ir a su casa —con un poco de dificultades de por medio—, sí a celebrar mi cumpleaños…

Oh no… Mi cumpleaños. Quiero darme una palmada en el rostro. ¿Si no voy a poder ir a la fiesta de su hermana, cómo rayos iré a mi celebración? ¡Es ilógico! No podré… Yo…

Ah, quiero llorar —no literalmente, claro.

Me volteo disimuladamente en mi asiento, tratando de verlo sin que se dé cuenta. Debería decirle que no ya. Que tengo un compromiso. Que papá no me dejará ir. Que mi tía va a morir ese día —¿es eso posible?—, que no se puede…

Quiero decirle la verdad. 

Pero entonces, al ver su perfil… No puedo. Está entusiasmado, lo sé. Ahora mismo no se le ve, porque está conduciendo como un desaforado a bajas horas de la noche, pero si miras fijamente, te darás cuenta de que en cierta parte está feliz. Relajado, contento.

Y no puedo ser yo la que le quite eso. Todos menos yo.

Él se voltea cuando yo iba apartar la mirada y me encuentro dando un respingo, asustada. La idea no era que me atrapara observándolo…

Sonríe y menea las cejas de arriba hacia abajo con diversión.

—Sé que soy guapísimo, Liz, pero… Contrólate. 

Llevo mis manos a mi boca, aguantando la risa. No puedo controlarlo y rio con ganas. ¿Cuántas veces he reído hoy también? Es igual que con el “sí”, más de las que puedo contar en toda mi vida. Observo con atención a Trey, él tiene algo especial. Algo que nunca nadie había logrado desatar en mí. 

Ups, ahí está esa cosa en el pecho otra vez. 

Lastimosamente —Oh no debería pensar así—, observo cómo ya estamos en la calle en la que usualmente me deja. Los faros que iluminan la noche parpadean con inconstancia, dándonos a saber que las horas de llegar no son de su agrado. 

Trey sale rápidamente del carro, aunque yo iba a abrir sin su ayuda. Me encuentro ante su rostro sonriente y me tiende una mano para ayudarme a bajar. La tomo de forma cohibida y le regalo una pequeña levantadura de labios. 

—Gracias por hoy, Trey. Espero… espero que sigas mejor de la costilla —me sonrojo ante el recuerdo de él sin camisa. Es la primera vez que me alegra que sea de noche.

Me guiña con picardía.

—Lo haré, Lizzie. —se inclina ante mí, casi hasta la altura de mis ojos. Mi rojo aumenta—. Buenas noches, ángel.

Y entonces, me da un beso en la mejilla, su típica despedida. 

—Adiós… —susurro, dándole una última mirada. Analizo sus ojos antes de irme, como si los quisiera memorizar la pintarlos ante un lienzo y luego hago algo inapropiado de mí. Salgo corriendo en dirección a casa. 

Cuando estoy casi llegando, escucho el pitido de un carro y sé que es el de él, pero no me devuelvo a verlo. Por hoy, no lo haré. 

Finalmente, llego al porche de la casa y saco las llaves, entrando para resguardarme del frío que no me había dado cuenta que estaba haciendo. Me froto los brazos para calentarme un poco y me apoyo contra la puerta, dándole la bienvenida al calor de mí ya usual casa. Dejo todo en la mesa de al lado y tomo aire, porque la casa está oscura y sé la razón de ello.

Papá está en casa, de noche, con un queque lleno de velas encendidas y espera por una sola cosa o por una sola persona. Una persona por la cual nunca aguarda. Que solo espera, en esta fecha…

Yo.


 
PD: Dios, lo prometido es deuda, chicas♥ Perdonen la tardanza, el cole me mata u.u Pero aquí está ;3 Espero les guste ^^  

PD2: La imagen habla por sí sola xD

PD3: ¡EN 10 PÁGINAS TENDRÉ 200 PÁGINAS DE ESTE LIBRO! Bob esponja, qué orgullosa estoy♥

10 comentarios :

  1. ¿Enserio? ¿Nos dejas así sin más?¿Sin beso ni na' de na'? Solo me queda algo que decir: otro, otro, otro (8) Y, y, y... ¡oh dios mio, no se que decir! Es que Trey.. Trey.. ¿dónde hay un Trey cuando se le necesita? jajaja
    Ya espero impaciente al siguiente :)
    Besoos^^

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    1. JAJAJAJA! Me mataste de la risa con lo de "sin beso ni na' de na'"? JAJAJAJA! xD Sí, las dejo así ;3 Perdona, tendrán que sufrir un poco más conmigo, no vaya a ser que me dejen de leer cuando obtengan el beso D: xD
      Jajajaja, hay un Trey.. um... en mi mente(?) xD
      Mil gracias, Lidia ;3
      Teeeeeeee mando besos y apapachos GIGANTES♥
      Mel(:

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  2. Preciosa!!!
    que ya hacias falta!!!
    Lidia ya lo dijo Todo.... asi que... esperamos el proximo, linda!!
    besotes y apapachotes!!!

    PD: A las chicas del foro les encantaria leerte!!!

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    1. Liiinda! ESTOY VIVA! JAJAJA xD
      Aalsdjlaskjdslkdjf, me alegra que te gustara ^^!!
      Teeeeeee mando besos y apapachos♥
      Mel(:

      PD: En el foro ya está subido ;3

      Eliminar
  3. Meeeeeeeeel shit, este capitulo fue como una montaña rusa fue tan tan akdfhadkjfhadkjhafkjhdfkjhdaff osea, entendes? xd Amo como piensa Trey*-* Vive en su mundo... Liz... pobre D: sufrio tantooo >.< ... Rocky♥ Gatito lindo, es bastante vivo(? Jason... jason jason jason -.-" Dioooos faflkjdhadkfaklfjadkfjkadfjkj Estab re metida, esperando el beso y aparece JASON afkhdfkjhadkfjhadkfhadf todo bien, pero lo odie<.< hace eso devuelta y... me meto a tu novela y me lo llevo a rastras de ahi u.u
    Soooon taaaaaaaaaan lindos Trey y Liz♥ Espero el capitulo 13 *O*
    Pd: te me hiciste rogar mujer-.-
    Pd2: Mañana empiezo el colego D: pto colegio que interfiere en nuestras vidas(?
    Pd3: tengo hambre T.T
    Besos, y saludos para Trey, que todaba no lo agrege, perdon xd
    Cami :3

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    1. JAJAJAJA xD Curiosamente, SIEMPRE te entiendo, mujerr♥
      Aaalksjdlkjdf, me alegra mucho que ames cómo piensa Trey x33!! Y sí, vive en su mundo e.e Lizz... lalala... Lizzie... e.e Jajajaja el gatito es un pervertido ;3 Y Jasooooon... MUAJAJAJAJAJAJA! Odiálo, después lo amarán JA! xD
      O.o Creo que sí lo harías, lo sé... JAJAJA
      Aalsjdlaskjd, mil gracias Cami, vos levantas mi ego de una manera increíble♥
      Teeeeeeeeeeeee mando besos y apapachos ;3
      Mel(:

      PD: Jajajaja, puuucha, el cole me hace ser rogada(?)
      PD2: D: SOBREVIVE, CAMI, NO MUERAS! ._. Yo estoy aquí para apoyarte(?)
      PD3: Yo no, ya comí ;3
      PD4: Amo tus posdatas, shite xD

      Jajajaja, él te esperará ;3

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  4. Increible, simplemente perfecto, valio la pena esperar tanto este capitulo quedo sensacional, precioso, encantador, wao podría definirlo de mil maneras, enserio tu escribes muy bien.
    Awwwwwww Trey el es tan como decirlo, ¡tan perfecto! el chico que toda chica quiere y quien es la afortunada de tenerlo Lizzie, ella tambien es tan adorable, tiene una forma de ser increible, parece una chiquilla, inspira tanta ternura Trey Y Lizzie Los Adoro y Jason ese chico me cae bien es algo inusual pero se ve que es un buen amigo. Bueno esperare muy ansiosa el proximo capitulo lo dejaste en una parte muy intrigante, ¿que ira a pasar', ¿cual sera la reaccion de su padre?, no seas mala sube pronto ese capitulo

    Bay cuidate mucho :DDD

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    1. Aalsdjlaksjdfsldkfj, ohporBob, qué comentario más hermoso *-* Si llorase muy a menudo, habría llorado de la felicidad TT^TT!!!
      Aiiiiiins, gracias Anny :$! Me subes el ego de una manera que buenoo... ni te imaginas! JAJA :3
      OhBob, me alegra mucho que Trey te parezca así♥ Cuesta crear un chico en una historia y decir ¿sonará como un chico o como una mujer o un chico afeminado xD? En serio, suele pasar ._. Cuando ustedes dicen este tipo de cosas es tan... uf *-*
      JAJAJA Lizzie, esa chica es mi orgullo ;3 Nunca pensé que lograría escribir a alguien... tan... como ella e.e Yo soy su contrario, así que cuesta xD Jaaasoon... algún día lo amarás ;3
      ¿QUÉ PASARÁ O.O!? CHAN CHAN CHAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAN >-<! Jajaja ^^
      Bueno, cuando salga de exámenes, escribiré como loca y en Semana Santa... ¡JA! Ahí escribiré como 3 capítulos xD Así que, ahí vamos (?) ;3

      Miiiil gracias por tu comentario, Anny♥ En serio que me alegran mucho, me inspiran a seguir escribiendo :3

      Teeeeeeeeeee mando besos y apapachos GIGANTES♥
      Mel(:

      Eliminar
  5. Hola Mel: Se te extraña!!! Al menos yo >_<
    Paso rapidito para decirte que tienes un premio en mi blog http://freshwoman-bi.blogspot.com.ar/
    Espero te guste y lo traigas para aquí...
    Besitos =)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aakshdskjhdm SILVYA! También te extraño un montón u.u
      Aiiins ya me paso a comentarte ;3
      Teeeeeee mando besos y apapachos♥
      Mel(:

      Eliminar

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Soy una chica que escribe de amor, pero nunca se ha enamorado. Esa chica que relatará sobre el dolor y tal vez no ha llegado ni a conocerlo realmente. Soy la joven que seguramente te dirá todo sobre cómo tener buena autoestima, pero le cuesta aplicarlo a sí misma. Una muchacha que contará historias que ni en su vida le han sucedido, pero, ¿sabes qué? Eso está bien, porque soy una chica que escribe y que si sabe describir todas esas cosas sin haberlas experimentado, cuando lo haga, será algo que simplemente te dejará espantado. Soy la chica de 16 años que puede ser tu vecina. Soy esa que lee y escucha música en una cafetería. Soy la chica que seguramente lees, pero nunca escuchas. Tu compañera de clase que escribe cuando puede y la única que te observa por pura curiosidad, no por criticar. Sí, soy la chica. Esa chica.

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