3 de noviembre de 2012

Capítulo 2.



La vida es el no saber, lo incierto, lo magnífico, lo que te hace pensar y razonar, lo que te hace amar y odiar, lo que te hace querer a alguien como si no hubiera mañana, lo que te hace querer seguir viviendo para no morir, solo nosotros tenemos el control de nuestra vida porque la vida... es solo nuestra.

--Elizabeth…


Trey. 



Cuando llego finalmente a la tienda, pido una botella de agua y espero impacientemente a que me la entreguen.

Esa chica es fascinante, tiene un cabello lacio como una lija y es de un rojo intenso que estoy seguro que es natural. Además sus ojos son de un color caramelo, y su cuerpo… Nada más que perfecto. Ella tiene curvas en donde Dios quiso que tuviese y sus piernas son largas y moldeadas, aunque no entiendo como pueden ser tan largas cuando ella es tan pequeña. Debe medir mucho menos que yo, pero sigue siendo maravillosa y… Otra vez estoy haciendo lo que no debería hacer.

—Aquí tienes Trey —me dice Berta mientras me entrega la botella de agua. Siempre está igual, una señora canosa, regordeta pero con una sonrisa muy dulce.

—Gracias, Berta —le digo mientras tomo mi bebida y salgó corriendo hacia la cancha otra vez. Mi profesor no me deja salir durante clases, ni aunque sea en descanso, pero esto era una emergencia…. Digamos. En realidad si lo es, Lizzie podría morir si no toma suficiente cantidad de líquido en el ejercicio y me desconcertó que no tuviese una botella, así que no me fastidió dársela en absoluto.

Finalmente llegó a la cancha y suspiro de alivio al ver que mi profesor sigue coqueteando con la otra chica de la cancha. Como es costumbre.

Observo a Lizzie y me entra la curiosidad. ¿Estará en el colegio Rockerfeller? Mañana empiezo las clases, pero me encantaría saber si esta allí, tal vez podría hablarle entre clases, cosas así.

Cuando llego a la banca, ella alza la vista y me sonríe tímidamente. Se ve demasiado cohibida, como si me tuviese miedo. ¿Por qué?

—Llegaste muy rápido —me dice ella mientras toma un sorbo de la botella.

—Te dije que no tardaría ¿No es así? 

—No lo hiciste, dijiste que no me fuera que es diferente —me contestó torpemente, pero según lo que pude ver, se arrepintió de contestarme de esa forma tan inocente. En realidad, es muy inocente. Su propia cara lo decía.

—Cierto, que tonto de mi parte ¿No? —Me senté a su lado en el asiento y ella se volvió para verme a la cara.

—No, eso no era lo que quería decir, me refería a… a… —Solté una pequeña risa.

—Bromeaba, tranquila. ¿No lograste oír mi sarcasmo?

—No creo…

—Jum, deberías aprender a hacerlo, te salvaría de muchas cosas.

— ¿Cómo cuales?

—Como… ¿Saber defenderte? 

— ¿Me estás diciendo que no me sé defender?

—No —contestó lentamente. Mierda se está enojando —Lo que quiero decir, es que aunque a veces es difícil notar el sarcasmo, te ayudaría de mucho ¿No crees?

—Sí, tal vez —contesta dudosamente, y luego para mi sorpresa sonríe, no es una sonrisa muy grande pero sonríe y eso me alegra.

— ¡Chicos, vengan! Hay que terminar ese partido ¡No sean holgazanes! ¡No vinieron a hablar, vinieron a jugar! —nos grita Richard desde la cancha.

Me levanto rápidamente y corro hacia la cancha antes de que me dé un raquetazo por no llegar a tiempo. Instintivamente veo hacia atrás para ver si Lizzie me sigue, pero me llevó una sorpresa al ver que, estaba observando mi trasero. Más bien, estaba analizándolo…. Profundamente. Me quiero reír a carcajadas, pero en cambio quitó la mirada y me dispongo a jugar lo mejor que pueda. Esta chica me va a dar una paliza.

Nos colocamos en posición de juego y empezamos; esta vez saco yo. Le lanzó una bola tan rápida que no creo que haya logrado ver, pero aún así corre en su dirección y trata de devolverla. No puede. Sonrío con satisfacción y veo que se enciende una chispa en sus ojos. Desafío. 

Es algo a lo que sé que ni ella, ni yo, nos podemos contener.

Media hora después…

¡Maldita sea! ¡Me ha ganado por un punto! Íbamos empatados, un punto más y ganaba y… ¡BAM! Me tira un remate mortal. Eso no es justo. Bueno si lo es, pero no me gusta perder. No creo que a nadie le guste.

Cuando nos paramos en la banca, quiero borrarle esa carita de triunfo que tiene en su rostro, aunque no puedo evitar negar que sigue teniendo esa inocencia… Lo cual odio. Pero me gusta…

A veces puedo ser tan imbécil. 

Le tiendo la mano y se le queda viendo con desconfianza, luego tiende la suya y la muevo alegremente.

—Fue un partido genial —le digo con absoluta sinceridad. De los mejores que he tenido.

—Gra-gracias. Lo mismo di-digo. —y dicho esto quito la mano rápidamente. Me gusta que tartamudee, se ve tierna, como un osito de peluche…

Muy bien… 

Estoy… perdiendo… ¡LA CABEZA!

Antes de que empiece a ser más tonto de lo que ya he sido, me despido de mi profesor y de ella, para dirigirme a mi carro.

Salgo disparado, como si huyera del tenis, pero solo estoy nervioso. Me siento torpe y estúpido —aunque siempre he sido—, y me montó en mi carro sin nada más en lo que decir.

Pongo las marchas y empiezo a conducir hacia mi casa. Me fijo en la hora y veo que son las 5:38. Mi mama debe estar en casa, preparándose para la famosa cena. Ni siquiera sé quien vendrá, tengo un humor pésimo y no entiendo por qué. Normalmente salgo relajado de la Academia, pero hoy me siento torpe. 

Estoy casi seguro de que fui un completo gilipollas con Lizzie. El temor de su mirada me atormenta. Como si tuviera miedo de que le fuese a hacer algo, cuando solo trate de simpatizarle.

¡No entiendo que hice! En serio que no…

Y para peores hay tráfico. ¿Qué mejor que eso?

Veo hacia la ventana y localizó un cabello pelirrojo, incandescente.

Elizabeth va con su traje y raqueta en la calle, caminando. Sola… ¿Es tonta o qué? ¿Acaso no sabe la hora qué es? ¡Podrían violarla o asaltarla! 

No aguanto la tentación y me aparto de la fila de carros, aparcándome en la esquina más cercana a ella.

Cuando me ve, se detiene en seco como si la fuese a lastimar… ¿Tengo cara de matón o algo?

Bajo la ventana del copiloto y me acercó a ella.

— ¡Lizzie! ¿Quieres que te lleve? —le pregunto a través del ruido de los carros.

—No quiero molestar, estoy bien… — me responde tímidamente. Se ve tan vulnerable. 

No aceptaré un no como respuesta.

— ¡Ven, vamos! No molestas en nada

—En serio, no tienes que…

—Vamos, Lizzie. ¿Qué pasa? ¿Crees que te voy a asaltar o algo? —le digo divertido. Menea la cabeza rápidamente, como si la idea fuera absurda.

 — ¿Entonces? Súbete. 

Observo cómo se acerca al coche, toca la manija y vacila, pero al final se introduce en mi carro.

Mejor… Mucho mejor.

Saco el carro de la acera y me dirijo al tráfico de carros, a la vez, miro de reojo a Lizzie. Se le ve incómoda, tensa.

—Dime una cosa, Lizzie. ¿Cómo se te ocurre irte a esta hora, en traje de tenis…En falda, caminando hacia tu casa? —Ella me ve a los ojos y se encoje de hombros.

—No tengo carro, y si me hacen algo, puedo pegarles con mi raqueta ¿Sabes?
Con tan solo imaginármela dando raquetazos a alguien, me pongo a reír.

—No hablas en serio ¿O sí?

—Hablo en serio. Muchas veces he tenido que dar golpes para que no me hicieran nada. —Por fin, veo una gran sonrisa en su rostro. Grande como el sol, se ve muy hermosa, le devuelvo la sonrisa.

—Sería mejor que tomaras taxi, o un bus ¿Sabes? 

—Lo sé. Pero no puedo…

La miro con curiosidad. ¿No puede? ¿Por qué? Decido que no le preguntaré, pues la veo un poco reservada.

—Y dime, ¿A qué colegio vas? 

—Rockerfeller, mañana comienzan las clases ¿Y tú?

—Mañana empezare a ir allí.

Elizabeth me miró con sorpresa, y luego vi como su cara se tornaba a un color verde.

— ¿Estás bien, Lizzie?

—S-sí… —ahora está pálida. Okay, no está bien.

—¿Segura? No lo pareces…

Me ve con cierta seguridad. 

—Lo estaré en unos segundos…

La miro unos cuántos segundos más, analizándola de a pocos, pero lo dejo ir. 

—Bueno. Oye ¿A dónde vives?

—Um… —vaciló antes de decirme—Yo te digo por donde ir… Es por aquí cerca. 

—Perfecto… —Pasan unos segundos en silencio y no lo soporto, sigo hablando—Por cierto ¿Qué edad tienes?

—17, cumpliré 18 el próximo mes

— ¿Ah sí? ¿Qué día? —Suspiró antes de contestarme.

—14 de febrero

— ¿San Valentín? —Asintió con la cabeza— Me imagino que te encanta ¿No?

Ella me hace una mueca. 

—¿Encantarme? 

—Sí.

— ¿Por qué? —Me miró desconcertada.

—Pues ya sabes, aparte de recibir regalos, los chicos que babean por ti te dan chocolates y rosas ¿Qué mejor que eso?

—No tengo “chicos que babeen por mí” —me respondió, extrañada. Su cara me decía que era verdad, aunque me costaba creerle, digo… ¿Pero cómo no?

—Me tienes que estar jodiendo.

—Es la verdad, nadie babea por mí. Tenlo por seguro.

—Pero eso es un poco imposible ¿no? 

—Claro que es posible ¿Por qué no lo sería?

Amm… ¡Hola, chica linda sentada a mi lado, en mi carro! ¿Eso no te da ninguna señal? 

—Porque eres hermosa —solté antes de pensármelo dos veces. Por esto mismo. ¡Por esto es que las chicas salen espantadas! 

Lizzie me dirigió una mirada incrédula, sorprendida. Luego pasó de eso a una sonrisa deslumbrante, iluminaba casi toda la carretera.

— ¡Gracias, es lo más lindo que me han dicho en toda la vida! —respondió. Estoy casi seguro de que estaba al borde de las lágrimas.

¿En toda la vida? ¿Pero que put…?

— ¡Detente aquí! —me gritó de un pronto a otro.

— ¿Qué pasa? 

—Mi casa es en este lugar, bueno por este lugar.

— ¿No quieres que te deje directo en tu hogar?

—No, no gracias. Quiero caminar, no es mucho… Créeme. 

La miré con desconfianza, pero asentí con la cabeza. Cogió su raqueta y se despidió torpemente con la mano.

Encendí de nuevo el coche y me dirigí a mi casa con un solo pensamiento…

Que chica más fascinante… Extraña, pero fascinante.


Elizabeth.



Estoy subiendo la colina que lleva rumbo a mi casa, más feliz que nunca.

Un chico me ha dicho hermosa… Un chico de verdad.

Y es sexy.

Y ni siquiera lo conozco…

Y va a ir a mi colegio y se va a dar cuenta de que soy pobre…

¡Oh Dios! ¡Nada podría ser peor!

Oh espera… claro que podría ser peor. El carro de mi padre está allí. Aparcado, eso significa: paliza segura.

No quiero ir… No quiero entrar, pero debo hacerlo.

Antes de ir a la puerta, contemplo mi casa. A leguas se puede notar que algo anda mal allí.

Todo en ella está deteriorado, la pintura está prácticamente negra, y se ve totalmente magullada, además de que una ventana está un poco rota y el césped se encuentra marrón y reseco. Es pequeña, de dos pisos y con suerte tenemos luz y agua. Yo pago las cuentas con mis ahorros. Pero me estoy quedando sin dinero.

Y por último, el carro de mi padre está hecho mierda, junto con la puerta de mármol.

Todo en esa casa está mal. Absolutamente todo.

Tal vez si entro sigilosamente, mi padre no se entere de que llegue, y si subo rápido las escaleras, no sabrá que estoy aquí…

Abro la puerta, que como siempre está abierta y entro. A la izquierda está la sala y para mi desgracia mi padre está sentado en el sillón. Con una botella de cerveza en la mano.

Siempre he odiado esa sala. El sillón individual está vuelto hacia el marco de la puerta, para poder ver quien entra. Hay un sillón para dos personas y una televisión de mala calidad, que solo sirve para calmar a mi padre. A lo lejos, a la derecha, está la cocina donde si no mal recuerdo, había dejado todo acomodado, pero ahora que llegó mi padre, todo está igual como antes. Hecho un desastre.

Registro la sala y veo 6 botellas tiradas en el suelo. Genial, tendré que limpiar su desastre cuando todo estaba limpio en la mañana.

—Eliiiishabethhh  ¿Dónde putaaas crees que estabas, malditaa? —Mi padre me señala con su cerveza y siento un atisbo de miedo.

—Papá ya te había dicho que hoy eran mis clases de tenis y… —Antes de que pudiese terminar, él tira la botella en dirección a mi brazo. El vidrio entrechoco contra mí y todo mi ser se derrumbó. Vidrios se clavaron en este y sangre corroyó por mi cuerpo, algunos de estos cayeron en el piso, pero la mayoría se clavaron en mi brazo y pierna. El dolor es insoportable, y las lágrimas asoman por mis ojos, amenazando con salir bruscamente de su cautiverio. Mi padre odia que llore… ¡Por favor, que no salgan, te lo pido Dios! ¡No me dejes llorar!

—¿Vas a llorar, zorra? ¿Dooonde crees que estabas-h? ¿Andas vendiéndote por allí no? Iguuual que mi madre. Tooda una proostituta. Mírate la ropa, minifalda enseñando todo. ¡Desgraciada! ¡Eres una deshonra! —Y sin  previo aviso se abalanzó sobre mí. Jala de mi cabello y choca mi cuerpo contra el piso. Mi espalda siente la fría cerámica, golpeándome violentamente y mi cabeza se menea como si fuese un pequeño muñeco cabezón. Esto dejaría marca, sin duda. Me siento débil, demasiado para defenderme. Me da un puñetazo en la cara, pero no puedo hacer nada.

— ¡Eso es para que dejes de llorar, puta! ¡Eres una llorona! ¡Mírate, toda sucia y sudorosa! ¿Dónde estabas? ¡Responde! —Me dio una cachetada.

— ¡Papá, ya te dije donde estaba! ¡Déjame! —Hago mi mejor esfuerzo para zafarme, sin embargo, no me deja.

—¡Me tienes cansado! Ojala no existieras —dice estás palabras firmemente y me convenzo de que esta borracho, y no lo quiso hacer. Logrando salir de sus brazos, corro hacia mi habitación y me encierro en ella. 

No es la gran cosa, una cama grande pero vieja, aunque muy ordenada se encuentra en el centro de ella. Una pequeña lámpara encima de una mesa de noche están a su lado, escritorio y mi bulto con cuadernos que me dono la escuela. Sí, los libros y demás me los da la escuela porque mis ahorros jamás alcanzarían para algo tan caro. Lo único que me gusta de mi habitación es que tiene un balcón, está a la derecha de mi cama por lo que, si me levantó puedo ver el atardecer y el amanecer.

Pero hoy no me siento con ganas de eso.

Hoy me siento devastada, y por eso rompo a llorar. Cuando me acuesto boca abajo, sé que fue mala idea. Los vidrios se clavaron más en mí, haciendo que la sangre corriera libre de mi cuerpo.

Necesito algo que paré la hemorragia, algo que me sane. Voy a mi pequeño closet y tomó lo primero que veo. Un pequeño pañuelo servirá para quitarme estos demonios.

Uno por uno, me los voy quitando. Puedo decir, que me estoy acostumbrando a este dolor, pero siempre me mortifica igual. ¿Qué diré mañana con estas marcas? Tendré que usar una blusa de manga larga, y ponerme algo en el rostro, pues la cachetada de mi padre duele hasta lo más hondo.

Pero lo que más dañado está es mi autoestima. Me ha llamado puta desde que tengo 15 años y siempre trata de insultarme cuando no está sobrio y, cuando me dice así, logra hacerme sentir como si lo fuera.

Ahora, ese cumplido de Trey se me hace muy lejano. No puede ser verdad lo que dijo cuando mi propio padre me ve como una zorra.

Además ¿Cómo voy a ser hermosa? Tengo marcas por todo mi cuerpo, más de las que puedo contar y mi cabello es de un rojo insoportable, mi nariz es respingona y mi sonrisa es horrible, estoy segura. Por eso no la uso nunca.  Ese chico tan solo necesita anteojos, eso es todo.

Dejo vagar mis pensamientos en el tenis, la forma en que descargo todo allí es maravilloso. No muchos tienen el privilegio de vivirlo y yo por suerte, soy una de ellas.

Cuando sacó el último cristal, me siento aliviada. La sangre se ha detenido, pero las marcas siguen ahí. 

Me voy al espejo y veo mi rostro. Mi mejilla está más roja que una cereza y tengo unas ojeras horribles. Me dirijo a mi cama y ni siquiera me quitó el uniforme.

Estoy exhausta. Solo quiero dormir.

Me quiero olvidar de todo. 

Quisiera no tener un padre borracho.

Quisiera que mi madre no se hubiera muerto.

Quisiera creer que soy preciosa. 

Prácticamente quisiera tener otra vida… Y no ésta.

Me encuentro en un prado verde, hermosas flores brotan de este y todo a mí alrededor es maravilloso. A lo lejos localizo un precioso cabello, rubio, sedoso y sé que es el de mi madre. Corro en su dirección y me echó a llorar en sus brazos. Ella me abraza y me da un gran beso en la coronilla de mi cabeza.

—Eli, te amo. ¿Lo sabes no? Nunca lo olvides, mi bebe.  Te amo —Sus palabras solo hacen que llore más.

—Mamá, ¿Por qué me dejaste? ¿Por qué? 

—No quise, amor. Solo llego mi hora y listo. Pero vendrán tiempos mejores, te lo aseguro —Me dijo, segura de sí misma, como siempre, pero no estoy del todo convencida. 

—Debo irme amor…

—¡No mamá! Te lo pido 

Antes de que pudiera seguir, mi madre desapareció, dejándome sola en el fascinante  prado, que ahora se tornaba oscuro y horrible. Es un sueño y yo solo quiero despertar…

Despierta Elizabeth… Hazlo ya…

Despierta…

Despierta…

Me levantó bruscamente de la cama y miró hacia mí alrededor. Fijo mi mirada en el balcón y veo que el Sol ya salió, por su intensidad, deben ser como las 5:00 de la mañana. Tiempo perfecto para llegar a mi colegio a tiempo y limpiar mi hogar.

 Como no poseo de un reloj, siempre me guio por la variación del Sol o del clima.  He aprendido hacerlo desde pequeña. 

Me quito las cobijas de encima pero siento un puntazo en mi brazo derecho, y entonces recuerdo lo que hizo mi padre. Instintivamente me llevó una mano al rostro y rezó porque no esté marcada.

Camino perezosamente hacia mi ropa, cojo una blusa de manga larga rosada, para tapar mis rasguños y golpes, y unos vaqueros desgastados y magullados. Solo un par de los que tengo… cojo mis converse negras, donadas por la amable vecina y salgó de mi habitación.

Cruzo el estrecho pasillo, fijándome en que mi padre no esté cerca y voy hacia el baño.

Ya dentro, dejo salir la respiración contenida. Me quitó el uniforme y lo coloco en el lavabo para lavarlo cuando salga, y meto mi cuerpo en la ducha. Le doy vuelta a las perillas y por fin sale el agua. Fría, pero sale. Cojo un poco de shampoo y me lo pasó por el cabello, además de enjabonarme con un poco de jabón y me doy un recordatorio a mí misma.

Comprar más jabón y shampoo.

Cuando salgo, me visto ahí mismo y me veo al espejo. La misma Elizabeth de siempre, apagada, amargada y fea. Nada más que decir sobre mí misma.

Bajo las escaleras y veo el desastre que dejó mi padre, muchísimas botellas de cerveza y suciedad por donde quiera que voltees a ver. Es horrible, pero de nuevo, es a lo que me enfrento todos los días…

Recojo las botellas, limpio los restos de anoche y barro toda la casa, con la esperanza de que cuando vuelva todo este igual.

Después de lo que calculo como una hora, la casa estaba más que limpia, mi ropa estaba lavada y la de papá también, cogí el cereal —que era lo único que me pareció estar en buen estado— y me fui a lavarme los dientes.

En eso me acorde de algo…

Trey.

Hoy estará en el colegio y me verá.

Pobre y sucia… ¡Rayos!

Cuando termino de lavarme los dientes me veo al espejo y trato de hacer lo mejor que puedo. Dejo mi cabello suelto y tomó un poco de mi *splash barato, echándome más de lo normal, pero ¿Qué pasa si me ignora? ¿Qué pasa si le dicen de mí y no se me acerca?

Me resigno, ya sé lo que pasara. Derek y sus estúpidos amigos le dirán que se aleje de mí porque soy la “pobretona” del colegio y Trey, por temer a su reputación hará lo que le digan, no harán falta pruebas más que verme para llegar a la conclusión de que efectivamente, soy pobre.

Salgó del baño y le echo una ojeada a mi padre. 

Está dormido en su gran cama, desordenada y asquerosa a la que nunca me he atrevido a ordenar. No después de la última vez, que cuando se dio cuenta, la desacomodo de nuevo y me pego una patada para que lo dejara en paz.

Quitando ese recuerdo de mi padre, me dirijo hacia la puerta principal, no sin antes agarrar mi mochila para irme caminando al colegio.

Normalmente duro media hora llegando, por lo que tengo el tiempo suficiente para pensar y aclarar mi mente.

¡Ah! Y para atormentarme con lo que pasara este día en el colegio.

Quien sabe… Tal vez hoy, Rachel decida humillarme públicamente como todos los días. O Clare quiera restregarme en la cara su nueva ropa cara…

Todo es posible en estos días.

¡Oh cierto! Explicaré:

Rachel es la típica chica popular que está con el típico chico popular. Ya saben, todo como siempre. Lo típico en la historia. Y Clare es una chica que intenta ser popular con su costosa ropa, pero nunca lo logra… Así que, estas dos muchachas hacen mi vida imposible.

Punto y final.

Veo las hermosas casas, con pulcros jardines y ventanales preciosos. Todo en ellas es perfecto, y mi casa a comparación, es horrible.

Como todo lo que hay en mi vida… 

Soy una pesimista, lo sé, pero no lo puedo evitar. La vida me ha jugado tantas bromas, que me cansé de ser su payaso.

Después de media hora llego a mi instituto. Es un edificio ancho y de dos pisos, bastante grande y tiene ventanas en todo lado. Contiene un gran jardín en la parte delantera y trasera y siempre mantiene esa buena pinta de algo acogedor. A veces no parece que sea pública.

Con cierta tristeza veo como los alumnos de grados menores, y mis compañeros saludan a sus amigos, cotorreando de sus vacaciones y de cómo Paris Hilton tiene un nuevo peinado que está a la moda.

Pero yo no tengo el privilegio de esa dicha.

Finalmente, llegó a las grandes puertas del colegio y me dirijo hacia la recepción.

Los pasillos están llenos de casilleros y cuando entras eso es todo lo que ves. Casilleros. Pero si sigues recto y doblas a la izquierda, podrás encontrar la recepción donde se encuentra la secretaria de la directora y su gran escritorio, con una pequeña laptop y grandes cantidades de papeleo. En otra puerta se encuentra la enfermería que es deprimente y unas sillas para esperar, ya sea un castigo o que te curen algún hueso roto.

Este año, la secretaría es una señora nueva. Cada cierta cantidad de tiempo la directora varía sus ayudantes para darle cierto toque de originalidad. 

Esta vez, la señora es un tanto… Pintoresca. Tiene un gran moño destartalado, además de llevar unos tremendos aretes del tamaño de mi brazo y tener una pequeña verruga en la mejilla derecha. Está mascando chicle con la boca abierta, lo que me asquea, mas sigo como si nada.

—Buenas… Podría darme mi horario —le pido a Masca Chicle.

— ¿En qué año estas, cariño? —me pregunta con voz chillona.

—Último año… Mi nombre es Elizabeth Sproud 

Rebusca entre papeles y más papeles hasta que parece encontrar lo que quería. Me entrega el pequeño pedazo y me sonríe de forma perezosa.

—Gracias…

Y antes de siquiera dirigirle una mirada, me voy. Veo mi horario; tengo matemáticas en la mañana. Perfecto, no se me dan nada mal. Observo el número de casillero y me voy hacia él, tratando de pasar desapercibida de las miradas acusadoras que siempre me persiguen.

Llego y pongo todo lo de mi mochila allí, metiendo a esta misma también y tomando solo lo necesario para mi clase. 

Oigo pasos cerca y una puerta abriéndose. Supongo que debe ser mi nuevo compañero de casillero.

Cierro la puerta cautelosamente para ver quién puede ser.

En cuanto veo esos hermosos ojos verdes sé quien está allí. ¡Maldita sea!

Solo podía ser una persona…

Trey.

6 comentarios :

  1. *.* Trey será su compañero de casillero! Hacen muy bonita pareja^^ Y con lo... no sé como llamarlo, para mí Trey es demasiado buenecito para mi gusto xD Con como es (creo que así mejor) seguro que le ayudará mucho a Eli cuando se entere de su situación! Pero me da una pena Eli u.u En fin ya me he puesto al día :3 y seguiré la historia^^

    Besosos de osos!

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    Respuestas
    1. Muajajajaja, ¿muy bueno? xD! Ya verás lo que hace después ;)!
      Pues sí, esa es la idea, que él sea bueno para ella :3 Que dicha que te hayas puesto al día :D! Me alegra que te gustara, maitia ^^
      ¡Te mando besos y apapachos!
      Mel(:

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  2. Hola, Mel.

    Blogger no me había avisado de que ya habías publicado de nuevo ¬¬
    Bueno, lo cierto es que no sé que decirte. Hago constancia de que voy leyéndote.

    Ha estado entretenido, ha sido un poco de transición con respecto al anterior. Y como bien dice Nely, Trey es un buenazo, ya te dije que me agradaba ^^

    Por otro lado, la parte de Eli ha sido, ¿cómo decirlo? No dura en sí, pero parece que ya lo tiene muy asimilado y da penilla, si con eso le contamos que en el instituto no le va demasiado bien con esa gentuza pues es compresible que se comporte y piense de esa manera.

    Creo que puedo ver un poco por donde va todo, seguro que cogerá más confianza con Trey, aunque ya no sé como se desarrollará el resto y lo que sucederá.

    Bueno, eso es todo. Saludos.

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    1. Darrrrrrrrrkyyy :3!! Puf, blogger no me quiere ¬¬ Es eso ._.

      Me alegra muuucho que te agrade Trey :3 La cosa es esa, que él AGRADE x3!

      Pues sí, Lizzie está muy acostumbrada, mira que son ya muchos años de estar en lo mismo u.u Y sus compañeros no ayudan mucho (claro está)

      Lalalala ahí veremossss.... :3 Esperaré a que les guste conforme avance ;)

      ¡Te mando besos y apapachos! Muchas gracias por leerlo :3
      Mel(:

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  3. Aiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiishhhh, ¡definitivamente quiero a un Trey en mi vida! ¿Mel, puedo encargar a un Trey para toda mi vida? jajajajaja (ya estoy empezando a divagar, ya...) ¡Como puedes ser tan mala y dejarme en ascuas con ese final! Quiero saber que pasa.... aiiishhh... jajajajajajaja

    En serio, la historia me está fascinando. Los malos tratos los describes con mucho realismo, de verdad. Y uff... la verdad es que estos temas me tocan la fibra de "la mala leche" si tuviera a algún conocido en una situación similar... ¡dios que si lo ayudaba! Enfin...

    ¡Te seguiré leyendo!

    Un besazo, de tu otraaa mitaaaaad :DDDDD

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  4. MUEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO,OG,TREY HAZME UN HIJO e.e
    Besitos de miel^^
    Alicia

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Soy una chica que escribe de amor, pero nunca se ha enamorado. Esa chica que relatará sobre el dolor y tal vez no ha llegado ni a conocerlo realmente. Soy la joven que seguramente te dirá todo sobre cómo tener buena autoestima, pero le cuesta aplicarlo a sí misma. Una muchacha que contará historias que ni en su vida le han sucedido, pero, ¿sabes qué? Eso está bien, porque soy una chica que escribe y que si sabe describir todas esas cosas sin haberlas experimentado, cuando lo haga, será algo que simplemente te dejará espantado. Soy la chica de 16 años que puede ser tu vecina. Soy esa que lee y escucha música en una cafetería. Soy la chica que seguramente lees, pero nunca escuchas. Tu compañera de clase que escribe cuando puede y la única que te observa por pura curiosidad, no por criticar. Sí, soy la chica. Esa chica.

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