“That’s the thing about pain… It demands to be felt.”
--The Fault in our stars, John Green.
Trey.
La noche estaba
llena de estrellas, tantas que cualquiera diría que vivimos en el campo —cosa
que, claro está, no es verdad. Solo si considerarás que los edificios son
árboles súper avanzados que ni un Einstein futuro podría crear… Aunque claro,
Einstein murió y… Ah. No. Mejor cállate mente—, podría atreverme a decir que,
hasta la luna brillaba con más fuerza a través de la ventana del carro, sin
embargo, puede que fuesen las luces.
Mmm… creo que sí lo
son.
La cosa es que se
ve realmente precioso. Tan magnífico que preferiría no llegar a casa, sino
quedarme allí, al volante del carro y conducir hasta los finales de la tierra,
con una noche infinita y un cuerpo que no tuviera que cansarse. Apuesto a que
si se pudiese, sentiría miles de emociones cada vez que admirara las estrellas,
miles de sentimientos mezclados para luego ser expulsados. La nostalgia de mi
familia me atacaría como loco y hay probabilidades de que la tristeza llegue
peor que un mar de lágrimas, solo que… A la vez sabes que sentirías libertad,
algo parecido a volar como un pájaro y sentirte feliz de no tener
preocupaciones o algo de lo que no te dejen hacer. Poder, literalmente, ser
libre.
Sonrío, meneando mi
cabeza. Dios, estoy volviéndome loco. Pero, ¡hey! No soy el único que ha
pensado eso, lo sé perfectamente.
Okay, puede que no.
El punto aquí es
que yo soy la cosa más suertuda del planeta —¿me acabo de decir cosa?—, y ya
llegué a casa. Así que, adiós a la libertad.
Después de todo, ni
la quería tanto. Tengo todo lo que necesito. Excepto chocolate, ¡no hay
chocolate! Y realmente quiero, pero… Me da alergia.
Así que sí, como
dije, mi suerte es interminable.
Suspiro y me bajo
del carro, dando un cuidadoso portazo al salir —realmente nunca sabes cuándo
podría volver a zafarse—, y camino silenciosamente a casa, pensando que podría
asustar a Jason como venganza, sin embargo, dejo la idea inmediatamente cuando
oigo la chillona voz de mi hermana saliendo de la puerta.
¡Puerta! ¡Ni
siquiera he entrado y ya se oye! Increíble.
—¡Es un tonto! ¡No
sabe ni lo que dice, o siquiera sumar dos más dos! Seguro si le preguntas, te
contesta “perro”. Ni es original —escucho un bufido y hasta creo que siento
cómo rueda sus ojos—, ojalá le enseñasen una lección.
Alguien cierra la
tapa de una botella de refresco (¿quién podría ser, sino Jason?), y ríe con una
carcajada limpia. Luego se pone serio.
—Bueno, tú solo me
dices y llego y le doy una buena tunda, que no me cuesta—dice, mientras entro a
la habitación y dejo las llaves en la mesa con un suave tintineo. Lo veo
justamente besando sus bíceps en señal de “soy un machote que patea traseros
como G.I Joe”, ambos sentados en los sillones y Rachel riendo de su estupidez.
Es genial
haciéndola reír.
Alzo una ceja,
divertido, mientras me dejo caer en el sillón al lado de Jason y al frente de
mi parásito favorito.
—Me voy 15 minutos
y tú ya estás dando malos ejemplos a mi hermana pequeña. ¿Qué haremos con él,
eh Rach? —bromeo, y choco mi hombro contra el de él. Se ríe de nuevo y como es
contagioso, yo también lo hago, llenando la casa de puras carcajadas varoniles.
Ella, claro está,
nos mira totalmente extrañada, pero muy sonriente.
Es en estos
momentos, en los que pienso que la libertad se siente así: alegre, sin
preocupaciones, solo riendo de lo buena que puede llegar a ser la vida.
Sintiéndote genial y sabiendo que, tienes un gran futuro por delante —aunque no
sé qué tiene que ver el futuro con lo que pienso.
Mientras me
comienzo a sumir en mis pensamientos, no pierdo la oportunidad de preguntarle a
Rach lo que comencé a cuestionarme desde que entré a la habitación.
—Y, ¿cómo llegaste
aquí? —le digo, realmente curioso. Se supone que mamá debería estar en casa si
ella está aquí, y como no vi o sentí su presencia en ningún momento imagino que
no ha llegado.
Se encoge de
hombros, mirando hacia otro lado. De pronto, parece cohibida.
—Jason me recogió…
—ni siquiera podía verme a los ojos.—, llamé a casa y tú no estabas, mamá se
quedó hasta tarde en el trabajo y como Jase contestó, se ofreció a recogerme.
Cambié mi mirada
fija hasta mi mejor amigo, que a diferencia de mi hermana, estaba totalmente
relajado. Se concentró en un punto neutro en la pared y después, me dedicó una
sonrisa, posando sus ojos azul resplandeciente en mí.
—La casa de su
amiga estaba como a 2 kilometros. En carro, se hace volando y tú duraste más de
lo que yo habría esperado —su sonrisa cambió a una forma típica de
soy-tu-mejor-amigo-y-sé-que-estabas-haciendo-cosas-que-no-quieres-admitir—,
haciendo quién sabe qué, así que fui por ella. ¿Qué querías? ¿Qué la dejara
abandonada? No, no. No sirve. Además, debiste haberla visto, venía hecha una
furia. Hice bien. Agradéceme. Yo comenzaría por un “Jason, oh, hermoso y
adorable Jason, gracias por recoger a mi preciosa hermana y…”
Y cerró su boca
fuertemente, seguido por un chillido de Rachel. La observé, sonrojada hasta la
frente y sus ojos azules abiertos de par en par, con sus rizos rubios
resplandeciendo contra la luz de la lámpara, observando a Jason, quién, por su
parte, tenía la mandíbula tan apretada que podría haberse roto los dientes. Pareciera que dijo algo mal…
Algo que yo no
acabé de entender.
Me siento un poco
rechazado. No sé lo que pasó. Ah… y el ambiente está bastante tenso. Eh. ¿Lo
destenso? ¿O no? ¿O sí? No, mejor sí. Parece lo mejor.
—Así que… —alargué
la e un poco. Por alguna razón, me siento como un chiquito de 5 años,
preguntando alguna cosa de sexo o recibiendo la charla de “la abejita vino y
plantó la semillita”. O cómo se los hayan explicado a otras personas. A mí, me
traumaron las abejas—, ¿Por qué venías hecha una furia, hermana?
No respondió
durante unos segundos, simplemente se quedó allí, viendo al vacío —bueno,
llamemos al vacío Jason—, y lentamente, como no queriendo salir de su trance,
se concentró en mí, pestañando varias veces como para salir de su ensueño.
Luego, analizó mi
pregunta y entonces, su ceño se frunció, sus labios hicieron el peor puchero
imaginable y apretó sus manos en puños. Así, señoras y señores, es como una
mujer, da señales de que explotará.
O tal vez no, pero
por lo menos así lo demuestra ella.
—¡Ese estúpido de
Flinch Reynolds, por eso! ¡Es un tonto, Trey! ¡Un verdadero tonto! Es más, es
un imbécil machista, que algún día terminará en la Prisión de Azkaban por ser
tan… tan…
—Idiota —terminó
Jason por ella, recuperándose a su vez del suave trance de enojo al que había
llegado hace poco.
Yo fruncí mi ceño.
—Cuida ese
vocabulario, Rach. —Sí, soné cómo un padre, pero es mi trabajo en casa—, y deja
de ver tanto Harry Potter. En todo caso, podría terminar en Alcatraz, que no es
tan genial. Sería mejor castigo.
Sonrío, pensando
igual que yo. Después volvió al ataque.
—¿¡Sabes lo que
dijo de las mujeres!? ¿¡Lo sabes!? ¿¡Lo sabes!?
Le sonreí
dulcemente.
—Bueno, linda,
obviamente no. No me lo has dicho aún.
Jason rió y ella
rodó sus ojos.
—¡Dijo que solo
servíamos para ser amas de casa! —comenzó a imitar su voz, medio aguda-grave—
Las mujeres deben estar en la cocina, solo para eso sirven. Eso y para darnos
hijos. Y claro, limpiar la casa. Para nada más. ¡Menudo cabeza de chorlito!
¡Jamás irá a la universidad por el rango tan bajo de IQ que posee! ¡Me apiado
de sus padres! ¡De su futura esposa! ¡Me apiado de sus hijas, por todos los Bob
esponjas existentes!
Alcé una ceja con
curiosidad.
—¿Bob esponja?
Tenía su boca
abierta para seguir hablando, sin embargo, la cerró para entender lo que le
pregunté. Luego, entendió.
—Ah, sí. ¿Recuerdas
cómo mamá dice que no debemos decir el nombre de Dios en vano? Ahora digo Bob
esponja. No hay excusa, además de que esa esponja es famosísima. Los dejo
usarla, si quieren —se encogió de hombros, mientras se oía una diminuta sonrisa
de mi mejor amigo—. ¡Deberías ver cómo trata a su novia, Trey! Le dice “ven
aquí, recoge esto”, o sino “¿preparaste mi almuerzo, mujer?” ¡Mujer! ¡Machista!
Ese…
—¿Tiene novia?
—interrumpí, colocando mis codos sobre mis muslos. Esto no me estaba gustando.
—Ajá… —respondió
vagamente.
Fruncí el ceño, de
pronto malhumorado.
—¿A esa edad? —ella
volteó sus ojos hacia otro lado. Apreté mi mandíbula—, ¿Tú tienes novio?
—¡Trey! —dio un
grito indignado—. ¡No es eso de lo que estamos hablando!
—Responde.
Iba a protestar, lo
sé, solo que luego le dio una mirada a Jason y no sé qué rayos habrá hecho él
para que se calmara, pero lo hizo. Me miró fijamente.
—No, no tengo.
Mis hombros cayeron
y sonreí. Bien. No quiero que mi hermana ande con un cualquiera. Si tuviese que
salir con alguien a esta edad, preferiría que fuese un chico que conozca de
hace mucho tiempo, que a uno de esos tontos de sus compañeros…
—Cómo iba diciendo…
—replicó, aun molesta—, no solo es machista, ¡sino que también maltrata a las
chicas! ¡Le ha pegado a una, Trey, yo le he visto! Y varias compañeras lo hacen
también. Es injusto. Le hacen daño, ¡y solo porque dicen que es fea! El otro
día le llenaron el pupitre de papeles que decían cosas… horrendas y yo… yo… No
pude hacer nada. Me sentí tan impotente.
Conozco a mi
hermana desde que salió del vientre de mi madre. La he visto dar sus primeros
pasos, pronunciar su primera palabra, dar su primer rabieta y enojarse de las
formas más fastidiadas que he visto, pero en todos mis años de conocerla, de
quererla, de tenerla como hermana menor, nunca —y podría jurar esto—, vi tanto
dolor en sus ojos. Cuando digo nunca, lo digo en serio. Jamás la había visto
así. Y me aterroriza pensar en lo que le han hecho a esta chica, porque Rach es
fuerte y cuando le afecta algo, no es nada.
¿Saben qué es lo
malo de tener hermanos? Que, en la mayoría de las ocasiones, te haces tan
apegados a ellos que su sufrimiento, puede acabar siendo el tuyo propio. Algo
así como cuando estás enamorado, pero con familiares.
Con un nudo en mi
garganta, fui hasta su sillón individual lentamente y me arrodillé en frente de
ella, viéndola directamente y concentrándome en reconfortarla.
—Rach, dime… ¿Te
parece fea? ¿La chica de la que nos hablas?
Ella negó
rápidamente.
—Emily es muy
linda. Me refiero a que, tiene brackets y usa anteojos, pero si la miras bien
tiene una mirada preciosa y un rostro muy dulce.
Sonreí de forma
minuciosa.
—Y, ¿alguien más
piensa igual que tú?
Asintió.
—Todas mis amigas y
Jason también lo piensa.
—Es verdad…
—intervino desde el otro lado de la habitación. Luego le preguntaré cómo la
conoció.
Volví a centrarme
en Rachel, cogiendo sus manos suavemente para que me prestara atención.
—Muchas veces,
Rach, desgraciadamente, la sociedad nos implica cosas que no deberían ser
enseñadas, pero que sin embargo lo son. Nos dicen y nos hacen creer que la
belleza de una mujer es que sean: flacas como un palo, maquilladas hasta no
poder más y tan altas, que ni el tío Tony podría alcanzarlas —ella rió
suavemente—, nos dan estos conceptos tan premeditados y concretos que, la
población comienza a creer en que es verdad. Las mujeres se acomplejan y hacen
caso a lo que otros dicen y los hombres aceptan lo que les proponen y se dicen
que la hermosura de una muchacha es esa: ser flacas, altas y maquilladas. Casi
gritando, que no importa los que no piensan así, los que no lo creen como ellos
desean.
Bufó, enfadada. Sé
que le parece absurdo. Después de todo, es una Petryfork, y los Petryfork vamos
contra las reglas de lo común.
—Si miras bien, es
tanto lo que han impuesto que hasta los niños o pubertos de ahora lo creen así
y, al ver a una chica que no sigue las reglas, que no es flaca o que no está
maquillada o que no es alta, la ponen un lado y le hacen creer que hay algo mal
en ella. —mi enojo empezó a crecer tanto como el de mi hermana—. La cosa es que
no hay nada erróneo en esas personas y muchas veces, los que tratan así a esta
gente sienten envidia de ellos, porque a lo mejor son bonitos por naturaleza o
porque no siguen lo que la sociedad manda. Ahora, ¿crees que las palabras sean
suficientes para intimidar a alguien? ¿Para hacerle ver que está mal?
Meneó su cabeza
rizada.
—Exacto, no. Y
entonces, van a los golpes, al maltrato, a lo doloroso, sumando las palabras,
lo que lo hace mucho peor. Esto crea un acomplejo tan fuerte en la persona, que
termina creyendo todo, todo en lo que no creía antes. La sociedad impone y los
demás caen ante ella. Esto es lo que le pasa a tu compañera. Usa anteojos, tiene
brackets y apuesto a que no se viste muy a la moda, y eso los enfada y los
lleva a hacerle maldades. ¿Sabes qué creo? Que la ven linda, tan linda como tú
la ves y al darse cuenta de eso, no les gusta y le hacen creer que es todo lo
contrario a lo que realmente es y la aíslan. Y, ¿qué es lo peor de todo?
Tragó duro.
—¿Qué?
Suspiré, molesto.
—Que a veces es
tanto, que se llega al suicido. Los niños, los propios “amigos”, crean y
conllevan a algo tan fuerte en jóvenes que podrían tener un gran futuro y eso
es horrible, pero sucede. Sin embargo, todo tiene solución… Y en este caso, tú
lo eres.
Me regaló una
mirada tan confundida que podría haber reído. Le sonreí.
—Imagino que Emily
no tiene amigas, ¿o sí?
—No… —replicó,
tratando de seguirme
—Bien. Quiero que
mañana vayas y hables con tus amigas y la invites a comer con ustedes. Podrá no
hablar, podrá estar extrañadísima, pero estará ahí, contigo y serán las
encargadas de mostrarle lo hermosa que es y lo poco que importa lo que los
demás piensen. Házselo ver, dale amigas, dale confianza, porque eso es lo que
no se tiene cuando personas sufren su situación. Puedes salvarla de una
depresión futura muy fuerte o tal vez en una de la que ya se encuentra.
Simplemente… acéptala y hazla ver que cada uno es raro en su interior y que
ella no es tan diferente de los otros como piensa. Hazlo, Rach, estarás
orgullosa algún día. —Jason, quién había estado callado desde hace mucho, hizo
un sonido como de lloriqueo y rodé mis ojos—. ¡Ah y con lo del machismo! No le
hagas caso, linda, lo más probable es que no tenga cerebro o que sus padres no
lo tengan, porque ellos son los que le enseñan sobre eso. Algún día llegará una
chica que lo pondrá pies arriba y tendrá que aprender a comportarse. Tú
tranquila. Las mujeres nos controlan, no seríamos nada sin ustedes.
Me sonrío
temblorosamente y saltó del sillón, dándome un gran abrazo. Reí y la abracé de
vuelta.
—Gracias, Trey. Te
quiero. Serás un gran padre algún día.
—Un padre genial y
todo gracias a su fantástica madre, ¿no es así, cielo? —dijo mamá, apareciendo
en escena. Tenía los ojos llorosos y estaba un poco desarreglada; no la podía
culpar, acababa de salir del trabajo y era bastante cansado. Colocó una mano en
su boca, tratando de no llorar.
Oh vamos, lo único
que dije fue la verdad. Tampoco fue para tanto.
Todos le sonreímos.
—Bueno, mamá, no
quisiera aumentar tu ego, pero… —dejé la frase sin terminar, bromeando un poco.
Ella se rió, rodando sus ojos a mí y yo me levanté a abrazarla.
¿Qué puedo decir?
Soy un chico de mamá.
—Supongo que no
puedo llevarme todo el crédito…—replicó, haciendo una mueca.
Rodé mis ojos.
—Bueno, la
psicóloga ayudó un poco con toda esa charla que acabo de dar…
Asintió,
melancólica. Sé que odia recordar esos tiempos, en los que Rachel era demasiado
pequeña para entender lo que sucedía y yo era exageradamente débil para
defenderme, sin embargo, son cosas a las que debes sacarle provecho. Como
ahora.
Mamá sonrío.
—Mejor que le hayas
dado tú esa charla motivadora, es mucho más creíble cuando viene de un hombre.
Mi querida hermana
saltó del sillón, moviendo su cabeza en un “sí” con convección. Hasta Jason se
encogió de hombros, casi informándome que era cierto.
—Bueno, me alegra
haber sido de ayuda, enana —le dije, despeinándole el cabello.
Ella frunció el
ceño.
—¡No me digas
enana! Suena feo.
Le hice una mueca y
luego reí.
—¿Feo? Es con
cariño.
Colocó sus manos en
sus caderas, viéndome directamente a los ojos, desafiándome.
—¿Enana? ¿En serio?
Me recuerda a los 7 enanos de blanca nieves y me imagino con barba y sombrero.
No me gusta, prefiero parásito a eso.
Miré a mamá,
tratando de compartir una mirada secreta con ella, esperando que entendiera. Sí
lo hizo, porque trató de esconder una carcajada.
—Mamá y yo pensamos
que serías Tontín.
Sus ojos se
llenaron de pura indignación, para luego pegarme suavemente en el brazo.
—¡No soy Tontín!
¡No soy un enano! ¡Ni siquiera estoy vieja! —sacó su labio inferior en una
queja, casi puchero, pero realmente no lo era—. Ustedes son totalmente
insoportables. Siempre me hacen esto.
Ahora todos reímos,
Jason incluido —okay, Rach no rió—, sin embargo, —y a cómo era lo más
probable—, mi mejor amigo salió a su rescate, colocando una mano en su cabeza y
acercándola a él.
Nos miró seriamente
a ambos.
—Si no quiere que
le digan enana, no se lo digan. Menos un chiquito viejito barbudo… —arrugó su
nariz con una sonrisa, cambiando la posición de sus ojos para verla—, suena
mejor pequeña, ¿acaso no te gusta?
Los ojos de mi
hermana menor se iluminaron como dos velas de cumpleaños a punto de ser
sopladas. Mi madre me dio un codazo y aunque la volví a ver y sé que quiso
darme una de nuestras super-miradas-secretas, no le entendí del todo. Susurré
un “¿Qué?”, lo más bajo que pude y prácticamente me regaló algo como…
Estúpido-hombre-despistado.
Créanme, me ha
dicho así.
—Sí, suena mucho
mejor —dijo, casi saltando.
Él asintió
rápidamente.
—Entonces, te diré
así.
¿Recuerdan el otro
día? ¿Cuándo dije que Rachel le había dado a Liz la sonrisa más grande de su
vida? ¿Todavía más grande que cuando mi abuela le trae dulces? ¿Sí? Bueno, me
equivoqué. Creo que acaba de dar la definitiva. La más gigante de la historia;
sin jugar y además…
Esperen. ¿Acaba de
darle un apodo? ¿Cariñoso? ¿¡Apodo cariñoso!? Pero… un hombre solo hace eso
cuando…
—¡Yo me voy a leer!
—gritó Rachel, sacándome de mis pensamientos. Cuando me di cuenta, ya estaba a
la mitad de las escaleras, corriendo como si el demonio la persiguiera. Escuché
el portazo de su habitación y me encogí —y estoy seguro de que ella también—,
porque sabía lo que venía…
—¡Rachel Melissa
Petryfork! ¡Vuelve a tirar esa puerta así y verás cómo amaneces sin pelo!
—gritó mamá, enfadada, mientras caminaba hacia el piso de arriba. Oh vaya, esa
amenaza nos la ha hecho a todos en esa habitación.
Sí, Jason incluido.
Dice que es el tercer hijo que siempre quiso, pero que nunca pudo tener.
Lo sé, no parece
que esa señora regañona y mandona sea la misma que dice cosas tan dulces y
adorables, sin embargo, lo es. Créanme o no.
Mejor créanme.
Jason y yo nos
miramos el uno al otro y nos encogimos de hombros. Si todos se iban para
arriba, nosotros también. Además, no he visto a Rocky, ni por dónde se metió,
así que supongo que está —y espero que así sea—, en mi cuarto, por lo que
echarle una ojeada no estaría mal.
—Así que… —él subió
las escaleras lentamente, nunca mirándome. Observé que tenía los hombros
tensos—, en el camino Rach me venía hablando de este chico…
Alcé mis cejas,
extrañado.
—¿El machista
idiota?
Meneó su cabeza
rápidamente, negándolo.
—No, otro… Un tal
“Scott”. —casi escupió su nombre. Jum—. ¿Te ha hablado de él?
Abrí la puerta de
la habitación, oyendo el maullar quejumbroso de Rocky cuando entramos. Lo alcé
en mis brazos, acariciándolo antes de contestar.
—Creo. Mencionó
algo sobre que era muy agradable —me senté en la cama, colocando mis ojos sobre
él de una manera que decía a-dónde-quieres-llegar—, ¿por qué?
Se sentó lentamente
en el suelo, pareciendo pensativo.
—Nada, solo que me
dijo algo parecido. —acarició a mi gato, quién maulló al sentirse querido. No
me veía a los ojos—. Crees… ¿tú crees que le guste o algo así?
Fruncí mi ceño, de
pronto demasiado al tanto de las cosas.
—Bueno, más vale
que no sea así.
Rodó sus ojos.
—En serio, Trey.
Suspiré, dejándome
caer de espaldas en el colchón. Se oyó un “puff”, cuando lo hice, pero me
divirtió. Me gusta cuando saca un poco de aire. Y claro, mi espalda se siente
mucho mejor con un descanso.
Me encogí de
hombros a cómo pude.
—Realmente no lo
sé, hombre. No creo que le guste demasiado, porque no es como que le haya
hablado a mamá de él o mencione cada segundo sus cualidades o eso. Dudo que le
guste… —pude ver cómo sus hombros se relajaron—, pero si fuese así, nadie la
puede detener.
Y ahora se
volvieron a poner duros, hasta se puso más recto.
—Pero, ¿cómo rayos
le va a gustar alguien con nombre de perro?
Cerré mis ojos
contra la luz y después reí. Es verdad, Scott sonaba a perro o marca de comida
para uno de ellos.
—Jase, hay chicas
que salen con muchachos que se pueden llamar Tomate y los aman. ¿Realmente
crees que el nombre interfiera en el amor?
Hubo un pequeño silencio en la habitación e
inmediatamente supe que algo iba mal. No mal de
vamos-a-morir-porque-hoy-es-el-fin-del-mundo-y-claramente-no-lo-sabíamos, sino
mal de que algo me va a pasar.
Unos segundos más
tarde, sentí el puñetazo de Jason en mi brazo. Si dijese que dolió, sería una
mentira. Diría que, podría haberme QUEBRADO el maldito brazo. Sin jugar. ¿Acaso
se le olvidaba que hacía un día me habían golpeado como un saco de box?
—¡Hey! ¿¡Y eso por
qué rayos fue!? —grité, enfadado. Su mandíbula estaba totalmente apretada.
Él bufó.
—Por ser un maldito
romántico.
Me enderecé en mi
lugar, fulminándole con la mirada mientras sobaba mi brazo contra el dolor.
—Vamos, Jason, si
Rachel tuviese novio, primero: debería pasar por mi cuestionario del FBI, que
probablemente termine por ahuyentarlo. Segundo: pasar por el de mamá, que es
todavía peor. Si resiste, debe aguantarnos a toda la familia por el tiempo que
duren y no es como si se fuesen a casar cuando tienen esa edad. Así que
realmente, no le veo nada de qué preocuparse.—le regalé una mirada curiosa—. Es
más, veo raro que justamente TÚ te alteres.
Sus ojos se
abrieron con sorpresa, apartándose rápidamente.
—Yo… —okay, creo
que literalmente se coloró. Rojo. Está rojo. ¿¡Es en serio!? ¿¡Mi mejor amigo!?
¿¡Rojo!? Esto no está bien.
Lo dejé pensar unos
segundos, esperando por una respuesta razonable. El silencio nos invadió. La
habitación quedó en una paz absoluta, llenada solo por la tensión que emanaba
de Jason. Hasta Rocky supo que debía callarse, quedándose en mis regazos y
acurrucándose con pereza.
Decido romperlo.
—¿Hay algo que
quieras decirme, Jase?
Lo vi tragar
duramente. Colocó un codo encima de su rodilla, dándose una pose relajada, la
cual yo sabía, era más falsa que la nariz de mi prima Mildred.
—Trey… yo…
—cruzamos miradas e hizo una mueca—, sé que soy tu mejor amigo y que Ra…
—Chicos, ¡me voy a
dormir antes! —interrumpió mamá, abriendo la puerta de par en par. Su sonrisa
era gigantesca y un tanto somnolienta y aunque la adoro con todo mi corazón,
quise sacarla del cuarto en ese mismo instante, porque sabía que Jason no
volvería a hablarme del tema hasta mucho tiempo después.
Ambos suspiramos al
mismo tiempo, yo de frustración, él… Creo que alivio.
—Buenas noches —le
dijo, acercándose para darle un beso en la mejilla. Ella le abrazó con euforia.
—Imagino que te
quedarás a dormir.
Él sonrío.
—Es lo más
probable, señora.
Mi madre le guiñó
un ojo, despeinándole como a un niño pequeño.
—Duerme bien,
cariño.
Segundos después,
era yo el que estaba despidiéndome y dándole un gran abrazo de “ir a dormir”…
Solo que después
levantó mi camisa y comenzó a tocar mis costillas.
—¡Mamá! —le
reproché, enfadado.
Me silenció con la
mirada. Comenzó a tocar mi pecho de arriba hacia abajo, presionando fuertemente
y haciéndome jadear del dolor. Debía confesar que ya no era tan punzante, pero
aun así molestaba.
Frunció su ceño
fuertemente y alzó sus ojos hacia mí.
—¿Quién te vendó?
Ah…
¿Era una pregunta capciosa?
—Seguramente fue su
nueva novia. —intervino Jason con tono burlón. Iba a matarlo más tarde.
Ella alzó su ceja
con curiosidad.
—Así que, ¿fue
ella?
Me pasé la mano por
la nuca, viendo hacia otro lado.
—Um, sí. Enloqueció
cuando vio que estaba un poco golpeado.
—¡Un poco! —mi
mejor amigo se rió como loco, histéricamente—. Amigo, tienes tantos colores en
tu piel, que parece que te estás pudriendo.
—Cállate, Jason.
—¿Se dio cuenta de
que no negó que fuese su novia? —meneó sus cejas con diversión y picardía. Si
mamá no estuviera aquí… —A mí me huele a enamoramiento.
Apreté la
mandíbula, bajando mi camisa rápidamente y dándole un último beso en la
mejilla. Hizo un pequeño ademán para irse, aunque la detuve con mi suspiro.
—No es mi novia.
Sonrío de forma
conocedora.
—Es curioso como
niegas eso, pero no lo otro —dijo finalmente, cerrando la puerta tras de sí. Un
inmundo silencio llenó mi habitación —de nuevo—, y observé unos segundos a
Jason, viéndolo sonreír como un felino para luego tirarme a la cama y casi
caerle encima a Rocky, quién se me había escapado de las manos.
El gato chilló y él
rió.
—Estás jodido, en
serio.
Murmuré algo
inentendible, ya que mi boca estaba siendo tapada por el enredón de la cama.
Después lo pateé ciegamente, tratando de ver dónde podría darle.
Soy tan suertudo,
que le di en la espinilla y él aulló.
—Supongo que esa es
tu venganza…
Rodé mis ojos,
aunque sé que no pudo verlo. Lentamente me volteé de espalda, recostándome
sobre mis brazos para no sentir tanto dolor. Finalmente, sonreí.
—Bueno, mi venganza
sería seguir hablando del tema del que me comentabas antes de ser
interrumpidos.
Jason gimió,
tomando a mi gato en sus regazos. Supe en ese instante que no hablaría más del
tema y yo me quedaría sin saber a medias. Realmente, no me importó, porque…
esta es la cosa de los mejores amigos. Muchas veces, tratan de ocultarte algo;
no a propósito, sino como, algo que se niegan a sí mismos y no pueden
aceptarlo, hasta que presiones demasiado. Hay momentos en los que tú te enteras
antes que él mismo, por lo que te toca decirle. En este caso, no es así. Es al
revés. Jason acepta lo que le pasa, sin embargo yo no entiendo nada, aunque
tenga la noción de que hay algo sucediendo. Como no me quiere decir, no
presiono, porque…
Este es el problema
estas amistades: el otro siempre sabrá que en algún momento, te contarán todo.
Desde cómo empezó, hasta cuándo terminó —si es que es así—, y tú terminarás
triunfante por tres cosas:
La primera: lo
conoces demasiado bien.
Segundo: al final,
esas cosas hacen que te tengan confianza.
Y tercero: ellos no
lo resisten. Tienen que contártelo.
Y es por eso, que
dejo que Jason sea un idiota, casi tan preguntón como un agente del FBI, que no
para de molestarme con la chica que me gusta y ante todo eso, lo deje que se
quede a dormir en casa, porque es mi mejor amigo.
Elizabeth.
—Hay exactamente 38
velas encendidas frente a mí—digo, con un nudo en la garganta. Nuestros rostros
son iluminados solamente por el calor de unas simples candelas, con la penumbra
como única acompañante—. 38, el número de años que mamá habría cumplido si hoy
estuviera viva. Si le restas trece años, tendría 25. A los 25, murió en un
accidente de carro. El día 23 de enero, es su cumpleaños. El 14 de febrero,
nací yo. Nos dejó, el 30 de mayo. Si nos ponemos a analizar todo lo sucedido, mamá
tenía sus números de la suerte y desdicha muy juntos: todos entre el 10 y el 30.
En ellos, me incluía yo. Sinceramente, ya no estoy muy segura de a qué grupo
pertenecía en su vida, si a su felicidad o a su tragedia.
Papá asiente hacía
mí y se levanta de su silla, dándome espacio para que yo me siente ahora. Le
toca hablar a él, por lo que se coloca frente al pastel y cierra sus ojos con
dolor.
—Hay exactamente 38
velas encendidas frente a mí —dice, cerrando sus manos en puños, como si decir
las palabras fuera la cosa más horrible del mundo entero—. 38, el número de
años que Jocelyn habría cumplido si hoy estuviera viva. Si le restas trece
años, tendría 25. A los 25, murió en un accidente de carro. El día 23 de enero,
es su cumpleaños. El 17 de junio, nací yo. La conocí un martes lluvioso, en una
semana de diciembre, entre el 11 y el 15. Nos casamos el 20 de mayo, 10 días
antes de su cumpleaños. Si nos ponemos a analizar todo lo sucedido, Jocelyn
tenía sus números de la suerte y desdicha muy juntos: todos entre el 10 y el 30.
En ellos, me incluía yo. Sinceramente, yo estoy seguro de que pertenecía a su
felicidad y no a su tragedia.
Asentí con mi
cabeza, casi sin convicción. Odio esta tradición tanto cómo alguien podría
detestar morir quemado. Estando en esta habitación, justamente en la sala, no
lo hacía mejor y mucho menos recitando esas palabras, sabiendo que cada año
tenemos que hacerlo una y otra vez, aumentando 12 meses, como si el simple
hecho de decir esto la fuera a revivir de entre la tierra en la que ahora se
encuentra.
Papá había creado
toda esta situación hacía ya 10 años, cuando yo tenía 8. Fue en una noche fría,
nublada, cuando aún él no tomaba tanto y estaba consciente de lo que sucedía a
su alrededor. Sobrio, como todos los 23 desde aquel día y yo, estaba sentada en
su regazo, llorando por el recuerdo de su imagen, la cual se estaba haciendo
cada vez más borrosa en mi mente. Le había confesado que temía perder la noción
de cómo era.
Se había reído,
creo. Me respondió con algo parecido a que eso era imposible, porque era una de
esas cosas hermosas que ves una vez y ya no la puedes olvidar. Algo como la luna,
que aunque desapareciera, tú no podrías dejar de pensar en sus cambiantes
formas y color. Yo pensé que era totalmente cierto —sigo haciéndolo—, y nos
quedamos unos segundos en silencio, oyendo cómo la lluvia comenzaba a caer.
Rompí todo cuando
le pregunté cuántos años llevaba mamá muerta y que qué día la había conocido.
Comenzamos a decir números, fechas, todo lo relacionado con ella y llegamos a
la conclusión de sus desdichas y felicidades. Después, dije que no estaba
segura en qué grupo encajaba yo y él dijo que estaba seguro de que el suyo era
la felicidad. No me dijo que yo jamás sería parte de sus tragedias. Nunca me
contradijo.
Y así, se hizo
tradición. El otro año, me esperaba de nuevo, sentado en ese sillón. Y el
siguiente también… Y el siguiente. Y así sucesivamente. No me desagradaba al
principio, de hecho, me gustaba saber que mi padre estaría un día normal y
sobrio conmigo y se preocuparía en hablar como una persona civilizada, sin
embargo, todo cambió cuando yo tenía 15 años.
Papá ya tomaba
mucho para ese entonces —casi igual a cómo está ahora—, y perdía la conciencia
constantemente. Yo seguía preocupándome, cuidándole y limpiando la casa, como
ya se había hecho costumbre. Mamá seguía en nuestros recuerdos, pero un poco
más alejada que antes y podría decirse que, a pesar de los golpes que recibía
semanalmente, todo estaba controladamente bien.
Hasta ese día.
No sé si alguien
alguna vez habrá sabido que una persona que toma demasiado, al dejar de hacerlo,
puede ponerse realmente ansioso. No probar el alcohol en 24 horas es una tortura
total, tanto que no pueden mantenerse queditos. Están más sensibles, más
estresados, más paranoicos. Muchos sabrían eso por lógica, ¡hasta lo
adivinarían fácilmente! Sin embargo…
Yo no lo sabía.
Si no mal recuerdo,
esa tarde había sido castigada en el colegio por haber “copiado” en un examen.
La verdad es que ni siquiera fui yo la que lo hizo, más bien fue al contrario:
me copiaron a mí. Supongo que la idiotez que cometí fue que cuando vi lo que
hacía mi compañero, me fijé en su prueba para ver si tenía las mismas respuestas
que yo había puesto y así fue. La cosa aquí, es que mi profesora me vio y pensó
que yo lo había hecho y es más claro que el agua que él no se negó. Al final,
la copiona era yo.
Me quejé y dije que
me habían plagiado a mí, sin embargo, solo hice todo peor. La señorita Hallowit
dijo que era una cobarde por no aceptar mis “fechorías” y ni quería mencionar
que culpara al chico de al lado, así que fue doble sentención.
¿Lo peor de todo?
El chico era Derek.
He aquí mi
problema: como fue él quien me copió y yo traté de defenderme, todo me trajo
consecuencias. Claramente no iba a dejar pasar que YO traté de acusarlo y mucho
menos que no quisiera dejarle mis respuestas, por lo que más tarde, tuve varios…
castigos más.
En fin, mi punto es
el siguiente: como era doble detención, era más tiempo el que perdía y llegaba
mucho más tarde a casa. No pensé que fuese a afectar en nada, ya que después de
todo, mi padre estaría sobrio y entendería que por alguna razón me había
retrasado y lo más posible es que esperara pacientemente por mí. Sí, era lo más
posible.
Y aun así, me
equivoqué.
Cuando finalmente
me dejaron ir, salí corriendo a casa; tropecé, caí, me levanté, seguí y llegué.
Abrí la puerta tal cual chica apresurada y con una sonrisa, entré a la sala,
esperando verlo allí, esperando por mí.
No fue así. Lo que
me encontré fue algo totalmente diferente.
Papá estaba
caminando de un lado a otro, sus ojos inyectados en sangre; se había preocupado
tanto por mí, que tomó para olvidar. Cuando me vio, me tiró al piso y exigió
respuestas. ¿Dónde estuviste? ¿Con quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? Fue todo muy rápido.
En cuanto menos lo supe, estaba siendo arrastrada a mi cuarto, literalmente
jalada del pelo. Me gritaba en el oído, me decía que temía haberme perdido. Que
no lo volviese a asustar así. Que me castigaría de una peor forma si volvía a
pasar.
Cuando llegamos a mi
cuarto, me tiró a la cama y me golpeó en una pierna, creo. Sé que el morete
duró semanas. Me hizo prometerle que no volvería a llegar tarde nunca más o si
no, me tendría que atener a las consecuencias.
Hoy, llegué 1
minuto antes. Estaba casi preparado para volverse loco, hasta que oyó la puerta
abrirse. Es por eso que me puse paranoica con Trey y la hora; esa es la razón
por la cual atrasarme no era una opción viable.
Porque no quiero
saber cuáles son las conclusiones que me esperan de ello. Y aun así, odio este
día, por el simple hecho de que no sé lo que hará exactamente. Cuando está
borracho sé que grita, pega, duerme o cae inconsciente, sin embargo, cuando
está sobrio, puede hacer cualquier cosa.
¿Saben qué es lo
más destructivo que podría pasarme? Que me pegue cuando no ha tomado ni un
sorbo de nada. Y, ¿por qué? Porque si lo hiciera, significaría que su
borrachera no es la excusa por su comportamiento, sino que simplemente se ha
convertido en un hombre que le pega a su propia hija por rencor al pasado y
dolor por lo sucedido.
Me estremezco de
tan solo pensar en ello, si quiera tratando de imaginarme lo feo que se
sentiría en mi interior. No tanto por lo físico, sino por lo dañado que llegaría
a estar mi corazón.
—Pertenezco a su
felicidad —concluye papá, para antes de soplar las velas. Tengo que levantarme
y decir lo que pienso para lograr apagarlas.
Suspiro. Detesto
esto.
—No sé a qué
pertenezco —susurro, espirando el aire de mis pulmones para dejar ir el fuego
de las pequeñas y alargadas candelas, que ya comenzaban a derretirse. Las
observo con nostalgia y tristeza a la vez, mientras siento a mi padre sentarse
en su sillón predilecto. Me quedo unos segundos en silencio, hasta que
finalmente me vuelvo hacia él, quien me ve con ojos melancólicos.
—¿Cómo es que estás
tan seguro de que fuiste parte de sus alegrías y no de sus desdichas?
—pregunto, casi inaudiblemente. De un pronto a otro, me siento exhausta y caigo
al suelo, sentándome en una posición de indio. Dejo que mis manos vayan hasta
mi frente, sosteniéndome.
Siento su mirada
sobre mí.
—Simplemente lo sé.
Nos amábamos demasiado.
Levanto rápidamente
mis ojos para verlo fijamente. Mi mandíbula se aprieta suavemente.
—¿Y cómo es que yo
no sé si soy parte de su felicidad? ¿Acaso no me amaba lo suficiente como para
que yo lo sepa?
Me mira unos
segundos, pensando en qué decir. Después se desvía y se concentra en la pared,
oyendo el reloj hacer “tic tac, tic tac”.
—No es que no te
amara lo suficiente. Tal vez… puede que… si tú no… —da un sonido frustrado,
pasando una mano por su cabello—, nada, Eli. Nada.
Observo el pastel
unos segundos, un pastel que no comerá y que seguramente terminará siendo mi
desayuno el día en que muera de hambre, un poco ya pasado de fecha. Finalmente,
me obligo a prestarle toda mi atención y entrecierro mis ojos, preparándome
para las palabras que seguramente recibiré.
—¿Qué? ¿Si yo no
qué?
Aprieta su
mandíbula obstinadamente, analizándome de forma cautelosa. Algo se mueve en su
labio inferior. Se está enojando.
—Puede que si no
hubieras insistido tanto aquel día en ese picnic, ella estuviera viva… O si nos
hubiésemos protegido… Tú… Jocelyn. No lo sé —termina, sin poder verme.
¿Recuerdan esas sensaciones
que sentí con Trey? ¿Esa electricidad cálida y fuerte que llenó mi corazón con
cosas lindas que nunca antes había sentido? ¿Las mariposas que invadieron mi estómago?
Creo que las voy a
vomitar.
Mis ojos instantáneamente
se llenan de lágrimas, se me nubla la vista, los brazos no me responden. Un
nudo se forma en mi garganta, tan grande, tan gigantesco, que juro nunca
haberlo sentido antes. Mis labios tiemblan y mis manos… Dios, mis manos se
cierran y se abren como si el simple hecho de estar respirando no fuera
suficiente y ocupara salir de allí. Quiero llorar. Quiero gritar. Quiero irme
de ahí.
Y sin embargo, me
quedo y contengo todo, simplemente para darle una oportunidad.
—¿Bebiste hoy?
Sus ojos parecen
querer salir de sus órbitas ante mis palabras.
—¡Sabes que no bebo
en el cumpleaños de tu madre!
Sorbo por la nariz,
negándome a llorar aun. Elevo mi cabeza un poco más, tratando de mantener mi
orgullo, de parecer valiente, cuando por dentro muero del miedo; temo tanto
física como psicológicamente y a pesar de todo, sigo aquí, queriendo saber
todo.
—Entonces, tú… me
culpas.
Se levanta
rápidamente de su sitio y me encojo un poco, casi imperceptiblemente. Camina de
un lado a otro, haciendo sus manos puños.
—No te culpo, tan
solo… Pienso que si las cosas hubiesen sido diferentes, podría seguir aquí.
Conmigo.
Una risa cínica se
arrastra por mi garganta, pasándole al nudo que está alojado allí. Dejo caer el
cabello en mi rostro, llevando mis manos hasta mi cuello, tratando de calmarme.
—Pero no con nosotros. —finalizo, diciendo las
palabras que él no se atrevió a decir. Se detuvo en ese instante y aun cuando me
miró fijamente, el dolor que vi en sus ojos se superaba con otra cosa más
punzante: la sinceridad.
Verán, se supone
que los padres normales harían cualquier cosa por ti. Saldrían adelante por la
simpleza de tu existencia y porque “eres su vida”. El “pero” que tiene esta
teoría en mi caso, es que yo no soy la vida de papá. Su vida, era mamá…
Y yo, desgraciada e
inocentemente, le quité lo más importante que alguna vez tuvo y tendrá. Por
eso, se estancó y es por eso que no avanzó y nos sacó del hueco en el que nos
encontramos. Y aunque no lo culpo por ello —porque sé que es duro—, creo que hubo
algo egoísta en sus acciones. En no pensar en mí, cuando yo me dedico a él. Y
en estar tan seguro de que el único que sufre es él, cuando yo he vivido casi
lo mismo.
Eso, saber todo lo
que yo sé y por último enterarme de que él sí me culpa, te destroza. Tanto
fuera como por dentro. La aflicción que me invade es indescriptible. Algo así
como ser picada por una víbora en el pecho e ir sintiendo poco a poco cómo el
veneno te llena poco a poco. Gota por gota. Centímetro a centímetro. Cada
arteria llenándose de algo horroroso que no podría ni deseárselo a mi peor
enemigo. Un sentimiento que sé que nunca, jamás podré olvidar, pero que sin
embargo, quiero dejar en el pasado.
—Elizabeth, no es
algo por lo que debas preocuparte. Yo no sé ya lo que digo o pienso o…
Me levanto a cómo
puedo —porque no siento mis piernas—, y lo veo fijamente, enderezándome o
tratando de hacerlo. Espero que vea mis ojos, quiero que lo haga y que pueda
observar cómo estoy conteniendo las lágrimas y lo mucho que deseo…
Que deseo…
Algo que una hija,
no debería desear.
—No digas más, por
favor. —le digo, mientras me dirijo hacia arriba—Voy a dormir. Buenas noches.
Escucho sus pasos
detrás de mí, tratando de alcanzarme. Subo más rápido.
—Eli, yo…
—¡Buenas noches!
—grito, corriendo por el pasillo del segundo piso. Cierro la puerta de mi
habitación con agilidad y me apoyo contra la puerta, respirando profundamente.
El olor a madera inunda mi nariz y me deslizo lentamente contra el frío
material, cayendo en el suelo. Mientras tanto, una lágrima se resbala en mi
mejilla, saliendo libre de su cautiverio. Luego otra le sigue y otra… Y otra.
Cuando me doy
cuenta, el nudo en la garganta tan gigantesco que tenía incrustado se ha
liberado y todo comienza a salir. Los sollozos son tan altos, tan horrendos,
tan brutales, que sé que debo irme, que no puedo mantenerme en ese pequeño
espacio de cuarto donde sé que me escuchará llorar por toda la noche.
Rápidamente, corro
hacia mi cama y tomo la sábana y una almohada y voy hasta el balcón, que da
directamente al jardín. Aunque es alto, sé que no es una caída peligrosa porque
ya lo he hecho, y tiro todo antes de tirarme yo. Caigo grácilmente en el zacate
y acomodo rápidamente mi cobija en el suelo, desparramándome en ella al
instante.
Espero unos
segundos, dejando que los grillos vuelvan a cantar para llenar a mis oídos de
sus hermosos cantos. Los árboles hacen su acompañamiento, rozándose unos a
otros. Las hojas bailan. Las estrellas brillan. La luna me observa…
Mis lágrimas caen
libremente y ahora sí, lloro con fiereza. Gota por gota se deslizan, bailan en
mis cachetes y terminan en mi mandíbula. Pareciera que ellas se divierten,
mientras que yo sufro internamente. Grito contra la almohada, le golpeo con
fuerza. Me revuelco en mi cama improvisada y dejo que unos pedazos de zacate se
mezclen en mi cabello y finalmente me vuelvo y observo el cielo negro con
puntos blancos fijamente.
—¿¡Por qué!?
—grito, casi sin ver por el montón de lamentos que salen de mi mirada— ¿Por qué
te fuiste? ¿¡Por qué nos dejaste así!? Con tanta duda… Con tanto… sufrimiento.
Un sollozo parecido
a un gemido sale de mi garganta.
—Ayúdame, mamá.
¡Ayúdame! Envía algo… algo que haga… que haga… —sorbo por la nariz, tratando de
decir lo que me he planteado desde hace días. No estaba muy segura de si sería
verdad, pero lo que mi cuerpo siente me afirma mis temores. Sé que es así.
—Manda algo que me haga recuperar la esperanza, porque de una vez por todas la
he perdido.
Tomo mi cabello con
mis manos, sintiéndome a desfallecer. Solo quiero gritar.
—¿¡Escuchas papá!?
¿¡Lo escuchas!? ¡Lo has logrado! Finalmente has logrado que pierda mi esperanza
en un futuro. En la justicia… En la verdad. —realmente agradezco que no
tengamos vecinos—. Has logrado que pierda mi esperanza en general. Ya no quiero
más. No más.
Mi garganta llega a
secarse, así que decido callarme, a lo mejor esperando una respuesta divina que
sé que no obtendré. Dejo que mis manos vaguen por el césped, haciendo que me
calme poco a poco y me dedico a observar el cielo nocturno, pensando en lo
hermosas que pueden verse las estrellas.
Desearía ser como
una, estar en el cielo. Ser libre. Sin preocupaciones, sin nada con qué
aparentar o aguantar. Quisiera poder conducir y escapar. Irme hasta los fines
de la tierra, con una noche infinita y un cuerpo que no tuviera que sentirse
cansado. Apuesto a que si pudiese, sentiría miles de emociones mezcladas para
luego ser expulsadas. Sin embargo, sé que no extrañaría a mi padre, y que la
única tristeza que tendría sería la del recuerdo de mi madre, que atacaría peor
que un mar de lágrimas. A la vez, sé que me sentiría libre, como un pájaro que
vuela y se siente feliz de poder viajar en el aire a cómo desee. Poder, final y
literalmente, ser libre.
De un pronto a otro
quisiera reír, no por lo que siento, sino porque es una tontería lo que acabo
de pensar. ¿Cómo si quiera podría ser libre, si todo lo que me atormenta está
al lado de la esquina? Es imposible. Es una tontería.
Sin embargo, que
sea una tontería, no la hace menos deseable. Menos anhelante.
Mis ojos persisten
en seguir viendo al cielo, a las estrellas, a la luna y mi cuerpo, quiere
seguir sintiendo el suave viento que nos acaricia como una cálida madre. Se
escuchan pequeños susurros de la noche, de las hojas al rozarse y el hermoso crujir
del zacate cuando me muevo. Sin querer, no puedo aguantar más y me voy
durmiendo poco a poco, aun con lágrimas frescas en mis mejillas y los sonidos
nocturnos invadiendo mis oídos. Puedo decir que en mejores circunstancias,
habría sonreído por la hermosura de todo, pero en este momento, jamás podría
formar una simple curvatura.
Siento los brazos
de Morfeo al arroparme, me va llenando una oscuridad magnífica, que sé que me
hará olvidar por unas cuantas horas lo sucedido; todo se está desvaneciendo y
finalmente, voy cayendo dormida, lenta y dulcemente, viendo como última cosa,
el cielo y escuchando el susurro de los árboles.
Te
quiero, Elizabeth, te quiero.
Extrañamente —y sin
saber si fue producto del cansancio y el dolor—, eso fue lo último que escuché,
antes de caer profundamente dormida.
kjhrarakththlahgawhrjg oh meeeeel, locaaa, akjdfhdfhj cuanto extrañaba a estos dos ♥ y jason akjfhadjkfh alguien va a tener que dar muchas explicaciones aca e.e akjhdakjhf Casii me haces llorar D: bah, no llore porque tengo gente y llorar de la nada... pensarian que soy mas loca de lo normal u.u Cada vez me cae peor el padre de lyz T.T
ResponderEliminarPd: Quiero el cap 14 ya(?) okno
Pd2: Tengo sueño u.u
Pd3: Vivan los chicles kajdhjafh
Pd4: Y que viva el amor(? akjfhkfh
Besos, cami :3
Aslkjfsldkjflskdjf, Camiiiiiiiiiiiiii♥ Me alegra que sigas amándolos x3 Y bueno, Jason tiene que responder varias preguntas O.O Jummm... *nos rascamos nuestras barbas imaginarias* xD O.O Ah, pero no lloraste ;) O sea, no estuvo tan mal(?) xD Ah, yo ya llegué a odiarlo cuando se suponía que lo iba a querer -.-
EliminarEeeeeeeeeen fin.
Teeeeeeeeee mando besos y apapachos GIGANTES♥
Mel(:
PD: Tendrás que esperar(?) Ok sí ._.
PD2: Yo no O.O JA!
PD3: Los chicles son lasjdlaskjd *-*
PD4: ¡Y QUE VIVAN LOS GATOS!♥
Ooooooh! Capiiiiiiiii!! Bieeen! A mi que Jason está enamorado de la hermana de Trey... espero equivocarme pero he tenido esa impresión.
ResponderEliminarY el padre de Liz... bueno sin comentario... ¿culparla a ella? De eso no hay a nadie a quien culpar... solo pasa y ya esta...
Espero el siguiente cap!
Besoos!!^^
Jajajaja, ¿por qué esperas equivocarte ;)? ¿No te gusta la pareja?
EliminarAasjflaskjdf, yo doy permiso para que lo insulten, que en este cap me quedó bien hdm (traducción: hijo de su madre xD)
¡Me alegra que te haya gustado, Lidia :3! Mil gracias por comentar siempre*-*
Teeeeeeeee mando besos y apapachos GIGANTES♥
Mel(:
Me Encanto ESpere tanto Por Un Capitulo Tuyo y Creeme Quede Satisfechaaa Simplmente Escribes Excelente Y estos personajes cada vezme mee gustaaaan mas, y Jaason Que tierno esta celoso de ese taal scoot, enserio me enencanta eesta novlaa espero ansiosa el proximo capitulo.
ResponderEliminarBessos Nennaa :D
Aashkjashdkas, joope perdona, que las hice esperar bastante u.u
EliminarMe alegra mucho que te haya gustado Y MUCHO MÁS QUE QUEDARÁS SATISFECHA♥ Y me halaga tu comentario (la mayoría de tus comentarios lo hacen x3), realmente me siento feliz de que te guste mi forma de escribir :$ Y Jason... ¡CHAN CHAN CHAAAAN! Jajajaja ^^!!! Se queda en puntitos suspensivos e.e
Trataré de traerlo pronto ^^
Teeeeeeee mando besos y apapachos♥
Mel(:
Bueno, hacía bastante que no me pasaba por aquí, pero ya me he puesto al día,y cielo, espero que publiques pronto porque de verdad, estoy enganchada!
ResponderEliminarRespecto a la novela, me encanta cómo los capítulos son independientes pero a la vez dejas una intriga que yo creo que voy a soñar con Trey y Elizabeth todas las noches hasta que publiques...jaja.
En fin Mel, espero que publiques pronto, un besito enorme<3
Nueva lectora por aquí!! :D
ResponderEliminarMe he leído todos los capis de un tirón y me han ENCANTADO!
Adoro la dulzura con la que Trey trata a Liz y lo rápido que ella se sonroja.
Solo pensar que ella solo "sobrevive" (por decirlo de alguna manera) a base de los recuerdos que tiene de cuando eran una familia feliz....
Y sobre el padre: Entiendo perfectamente que Jocelyn era su gran amor y la quería sobre todas las cosas y tal pero Liz es su hija y, segun él, es muy parecida a su madre por lo tanto lo que debería hacer es amarla y cuidarla todavía más de lo que un padre debe amar a sus hijos ya que es un regalo que ella le dejó.
Y de Jason me encanta su personalidad. Estoy casi segura de que está loco por Rachel, pero tiene miedo de que si Trey se entera se estropearía su amistad porque él es protector con su hermanita. Si ya no le haría mucha gracia que saliera con un chico de su misma edad, no sé que diría sobre ella estando con un chico 4 años mayor por mucho que este sea su mejor amigo.
Y ahora me despido que creo que ya me he extendido demasiado.... (primera vez que me pasa)
Besooooos! Y sube pronto porfiiiiii! :D
P.D.:Creo que me he puesto un poco profunda.... jejej
P.D.2: ADORO TOTALMENTE A ROCKY!!!